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OPINIÓN

El país, sin energía

Existe gran preocupación en el Gobierno por la situación económica de nuestro país debido a desacertadas política económicas y a las demandas iniciadas por los denominados “fondos buitre” y la sentencia del juez que entiende en la causa. La “agenda” de estos días está referida prioritariamente a resolver este problema. Pero hay otros asuntos de importancia que se deben considerar atento a la incidencia que ellos tienen sobre el actual y  futuro desempeño económico del país.
Nos referimos especialmente al relacionado con los gastos ocasionados por el sistema energético, que podríamos llamarlos como la “sangría energética”. En este aspecto se debe indicar que la importación del fuel oil, gas oil, gas natural y energía eléctrica ascendieron en 2012 a 9.266 millones de dólares y se incrementaron a casi 11.000 millones en 2013, previéndose valores mayores para el 2014.
Hay que señalar que las reservas de gas, para tomar un ejemplo, son la mitad de las que tenía el país al momento de salir de la convertibilidad. A su vez existe una evidente ineficiencia en la gestión que conlleva a pagar 17 dólares por MMBTU para importar gas natural licuado, mientras que en la región el precio no supera los 10 dólares por MMBTU.
Forma parte de este problema, además de la pérdida del autoabastecimiento , la falta de un adecuado Plan Energético que permita no sólo planificar la producción y distribución de energía convenientemente sino además la utilización de fuentes de gran importancia que permitirían aliviar en una primera fase y luego resolver el permanente drenaje de divisas. Remediar la escasez no será fácil, pues el país debe asumir obras de corto y mediano plazo dentro de un programa con horizontes concretos de 5 , 10 y 15 años. Desde ya que en los primeros cinco años no hay posibilidades de solucionar el problema del drenaje de divisas energéticas, pues los emprendimientos a ejecutar para atender futuras demandas  deberán ser termoeléctricos, por los tiempos de ejecución a emplear para la construcción de centrales, pero deben comenzarse a preparar los estudios y proyectos a licitar de centrales hidroeléctricas y de parques eólicos en forma urgente, lo que conlleva a ejecutar una programación de proyectos y obras compatibles con las necesidades del país. Esta programación no es más que la formulación precisa de un Plan Energético, que pueda financiarse con seguridad a los efectos de evitar demoras en la ejecución de las obras con los inconvenientes que ello  conllevan. No proceder de esta manera implica que se repetirán los cortes de energía y reiterarán los programas de discontinuar servicios de gas a las fábricas, entre otros efectos.
En síntesis, atender esta problemática resulta absolutamente necesaria para evitar padecimientos futuros incorporando a la llamada agenda política la cuestión energética.


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