En 285 páginas el autor desarrolla en forma culta, no exenta de fina ironía, que lo “importante no son los términos que se emplean, sino que es lo que se hace con la vida misma”.
Refiriéndose a Sarmiento señala que “A diferencia de la imagen circunspecta que siempre nos han transmitido él, rechazaba toda retórica esquemática, era provocador, canchero, mal hablado por excelencia, sarcástico y atorrante “individuo que lleva una vida sexual muy activa y afecto a visitar ambientes libertinos”, pero simultáneamente fue un coloso de nuestra literatura e hizo la más maravillosa revolución educativa completada con su lucha por la cultura de los más humildes y que no ha podido ser superada en 150 años ni aquí y me animo a decir en el mundo”.
En las palabras preliminares también cita a Enrique Pinti diciendo que de “él rescaté el fragmento titulado “Perdón por el lenguaje” que dice: ”en esta Argentina de negociados, de maestros mal pagados, de jubilados hechos mierda, de brutales genocidios, en los que nadie paga por sus crímenes, y que son motivo de sobra por los cuales escandalizarse, todavía hay gente que se escandaliza por las malas palabras”.
Portalet se refiere al texto como una travesura lingüística, y que su “única satisfacción será que sigas utilizando cualquiera de los términos, expresiones o insultos a los que habitualmente vos recurrís, pero con un poco más de autoridad académica”.
Dentro de un contexto fragmentariamente vulgar, la obra hilvana con elegancia, provocadoras anécdotas, apetitosas referencias e insólitos testimonios orales, los cuales refrendados por una pesquisa basadas en las más fidedignas fuentes de información, hacen renacer realidades existentes en los trayectos del tiempo.
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