Leí atentamente la nota realizada por Democracia a Javier Gabrielli, secretario General de la Municipalidad, sobre los accidentes de tránsito en Junín, donde dice que “tenemos un grupo de inspectores que está todos los días en las calles haciendo multas, secuestrando autos y motos”.
Pero según se difunde en Democracia del 31 de julio de 2014, la dotación de inspectores municipales está reducida a sólo 15 personas, o sea que hay poco personal de calle y, seguramente obedeciendo un plan de prioridades, se los suele ver muy ocupados secuestrando autos aparcados en sitios autorizados (que no representan ningún peligro al tránsito), pero que no pagaron el estacionamiento medido.
Es decir haciendo algo tan fácil como pescar en una pecera y además agregando a las multas el secuestro de autos de algunos que no quisieron y muchos que no pudieron pagar el complicado sistema de estacionamiento medido que se presta en Junín.
En otro párrafo, desprestigiando la eficacia del transporte público de Pergamino, dice que el tránsito de nuestra vecina ciudad “es un desastre” y que habría que ver las estadísticas de accidentología para comparar ambas ciudades.
Casualmente en Democracia del domingo 29 de enero de 2012 se publicó un trabajo de Sebastián Martino según el cual “Sólo en Junín, hay más accidentes que en Pergamino, Chivilcoy y Chacabuco, juntas”, agregando que “en 2011 se registraron 1.694 colisiones en nuestra ciudad. Si se suman los choques de las otras localidades en el mismo período, arroja un total de 1.450.”
Estos datos precisos demuestran que ya hay estadísticas y las comparaciones no favorecen a Junín, que hoy se arrima a 1800 accidentes anuales, contando sólo aquellos en que intervino la empresa que cubre las emergencias viales.
Decir en otro párrafo que hay campañas de concientización suena a chiste, porque para que pueda calificárselas de serias es necesario que sean multidisciplinarias (actuando en colaboración con la Universidad, empresas privadas, funcionarios judiciales, etc.), que se den simultáneamente en todos los frentes (ya sea dictando clases en establecimientos educativos, como a través de publicidad en los medios y las calles, con afiches y personal municipal que ilustre a los conductores) y que además tengan continuidad.
Colocar radares no está mal, pero no hay que olvidarse de hacer conocer su ubicación con cartelería, porque el objetivo buscado debe ser instar a la gente a que respete las normas y no funcionar como un “caza-bobos” para imponer multas.
También sostiene el secretario que los problemas del tránsito no son culpa del Municipio que está cumpliendo con todos los roles que le corresponde. Para demostrar la falacia basta con recordar algo esencial para el ordenamiento del tránsito de vehículos y peatones que brilla por su ausencia: ¡Hace más de diez años que la Municipalidad no se ocupa de la sencilla tarea de pintar las sendas peatonales –las rayas amarillas- en las esquinas!
De cualquier manera no hay que alarmarse con las declaraciones del funcionario local. Hace unos días leí un reportaje al intendente Fernández de Lincoln, que igualmente tiene graves inconvenientes de tránsito y nuestro vecino -quien modestamente confiesa que él, como todo argentino con vocación de servicio, tiene aspiraciones a ser presidente de la Nación-, no se puso colorado al declarar que los problemas de su ciudad no los puede arreglar porque la gente no acata las reglas.
Esto demuestra la vigencia del proverbio de Les Luthiers: “Errar es humano, pero mucho más humano es echarle la culpa a otro”.
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