El anuncio causó euforia. Las negociaciones duraron hasta la madrugada del jueves en Francia, sede de las reuniones del Club de París, un organismo multilateral de crédito que reúne a los 19 principales países del mundo.
“Argentina salió del Veraz” ilustró el periodista Ismael Bermúdez, y en efecto el acuerdo permite cerrar uno de los flancos que impedían la normalización de las relaciones financieras de nuestro país con el resto del mundo.
Quedan, no obstante, cuestiones abiertas. El Fondo Monetario Internacional está participando del armado y seguimiento del nuevo índice de precios al consumidor (nacional urbano), pero deberá dar el visto bueno a las flamantes estadísticas de PBI que, con renovada metodología, debutaron hace un par de semanas mostrando que nuestra economía es 19% más grande de lo que se creía, aunque haya crecido un 15% menos de los declarado en los últimos 9 años.
El tamaño importa y la certificación del organismo también, porque la clave que determina la solvencia de un país no es su deuda en valores absolutos, sino en relación al PBI, que es lo que en última instancia echa luz sobre las posibilidades de pago futuras. Nadie le presta dinero a una persona que no muestra el recibo de sueldo, o a una empresa que no enseña sus balances.
Habrá que ver
Es verdad que en esta oportunidad el acuerdo con el Club de París se llevó adelante sin la participación del Fondo, pero también es cierto que hasta el momento lo único que se ha acordado es la cantidad de plata que debemos pagar nosotros (9.700 millones de dólares). La consecución de nuevos préstamos está por verse.
Resta también resolver la cuestión del 7% de los acreedores que no ingresaron a los canjes de deuda propuestos por el Gobierno en 2005 y 2010; los famosos “fondos buitres”. El tema está de momento en la Corte Suprema de los Estados Unidos, que deberá decidir si trata el caso, si pide la opinión del Tesoro de Estados Unidos, o si lo rechaza de plano, obligando en ese caso al Estado argentino a pagar los 1.300 millones de dólares en disputa, cifra que ascenderá posiblemente hasta los 12.000 millones en caso de que una sentencia negativa dispare reclamos similares de otros acreedores que aún no fueron a la Justicia.
Si Argentina logra cerrar esos otros dos frentes, podrá colocar deuda nuevamente, algo que todos esperan que ocurra en el segundo semestre de este año, cuando los dólares de la soja ya no entren a raudales y la economía necesite divisas como el agua.
La nueva deuda no aporta solamente a la cuestión de los dólares, permitiendo que el Banco Central termine el año con calma cambiaria, sino que permite traer recursos genuinos con los que financiar un déficit fiscal que todas las proyecciones ubican en el rango de los 150 a 200 mil millones de pesos, para todo el 2014.
Si los capitales no llegan, ese enorme agujero deberá ser llenado con más emisión monetaria, en un contexto en los que las autoridades están haciendo malabares para frenar la inflación. Piense el lector que en los primeros cuatro meses de este año ya fue necesario expandir la base monetaria en 8.000 millones de pesos para ayudar al Tesoro, en un cuatrimestre que habitualmente es de cierta holgura presupuestaria, porque entran recursos tributarios por la cosecha del agro (retenciones) y no hay que pagar aún los aguinaldos.
Costos y riesgos
Sin financiamiento genuino la contención de la inflación y del dólar solo será posible aceptando una tasa de interés mucho más alta, como consecuencia del mayor esfuerzo que tendrá que hacer el Banco Central para absorber los pesos sobrantes del mercado.
Pero claro, una tasa más alta quiere decir menos consumo, menos inversión, y por ende mayor desempleo. Para muestra basta un botón; en el primer trimestre de este año, por culpa de la devaluación y la suba de tasas, sólo trabajó el 41,7% de la población, el valor más bajo desde el 2007 a la fecha.
Una alternativa al endeudamiento externo sería la llegada de nuevas inversiones, pero nadie va a traer un dólar por el que le pagan $8,10 cuando debe abonar $11 por cada billete norteamericano cuando quiere retirar las ganancias.
Claro, resolver esto implica eliminar el cepo, pero es prácticamente imposible que un gobierno sin confianza pueda hacerlo sin perder todas las reservas en pocas semanas, salvo claro está que reconozca un dólar del nivel del que pagan las grandes empresas para sacar dinero de la economía, o sea 11 pesos
Mejor escenario
Si los préstamos externos fluyen, en cambio, el dólar paralelo cederá un poco más y es mucho más probable que el cepo pueda ser eliminado sin necesidad de devaluar tanto; digamos con un tipo de cambio en algún valor intermedio entre los $8,10 del oficial y los 11 del “contado con liqui”.
Sin la firma del acuerdo en París, el colapso hubiera sido inevitable y el Gobierno habría tenido que elegir entre un dólar y una inflación sin grandes cambios, al costo de una enorme recesión, o una certera devaluación con más inflación, como precio para que la caída de la actividad económica no fuera tan profunda.
La firma permite soñar con que la economía vuelva a crecer en el segundo semestre, pero si no se resuelven los otros temas pendientes, quedará en las burbujas del champagne y la amenaza de una nueva devaluación sacudirá el fin de año como un deja vu, catapultando al dólar paralelo al terreno de los $15 pesos.
MIRADA ECONÓMICA
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