Gastón Barral

El zócalo de la pantalla del canal de noticias titulaba: “Mataron a un cantor de tangos”.
Se especulaba sobre los supuestos motivos del crimen y las múltiples hipótesis que los periodistas solemos hacer en casos como éstos.
Pero nadie hablaba del legado que dejó Gastón Barral. No fue sólo un “cantor de tangos” sino, además, actor, un gestor, un productor generoso, un trabajador de la cultura que impuso un rigor artístico de excelencia a esa bella sala Hugo del Carril, perteneciente a la Uocra y ubicada en la calle Rawson.
Allí, uno siempre se sentía cómodo por el buen trato recibido por el personal, pero sobre todo, el espectador sabía que iría a ver calidad artística.
La propuesta podría gustar más o menos, pero era seguro que no se trataría de algo pueril.
En su gestión dentro de la sala Hugo del Carril, homenajeó en vida a personalidades del ámbito cultural y, además de despuntar el vicio a veces como cantante, lograba que la comunidad, los vecinos y los afiliados se acercaran con gusto a ver lo que allí se hacía.
Se encargó de difundir la música folklórica y el tango de calidad, alternando figuras consagradas con talentos emergentes, al igual que con la actividad teatral.
Decenas de autores, directores y actores pasaron por su sala, a la que se accede sólo por dos pesos de entrada.
Asimismo logró armar una compañía de teatro infantil gratuita que se constituyó en una atractiva alternativa para los chicos del barrio.
Minucioso en el detalle y respetuoso del artista, como trabajador, muchos nombres de la escena nacional escribieron a esta redacción para destacar los valores humanos de Gastón Barral.
 Sin dudas, lo van a extrañar.


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