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OPINIÓN

Educación: tenga, ahora es su turno

Desde diciembre de 2013 que hemos venido leyendo resultados de las pruebas PISA, opiniones de gremios docentes, de ministros, de periodistas de “La Corpo”, de periodistas “K”, y cada uno expuso su punto de vista al respecto.
Que hace falta inversión en formación docente, que esas pruebas no representan la realidad de todas las escuelas, que la OCDE (que es la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, quien realiza dichas pruebas) sólo persigue la desregulación y liberalización del comercio mundial y que impulsa estas pruebas porque está preocupada por saber con qué tipo de mano de obra van a contar las empresas en las próximas décadas... y un sin fin de apreciaciones que minimizan o maximizan los resultados que obtuvimos en las mismas.
Y podemos seguir discutiendo u opinando todo el tiempo del mundo, pero hace falta que nos arremanguemos y comencemos a trabajar para poder revertir una tendencia educativa que viene en franco deterioro. Y no me baso en ninguna prueba PISA, para afirmar esa situación. Lo mío es mucho más simple y acotado, lo veo todos los días del ciclo lectivo en la Escuela.
Desde el 2006, las Escuelas Técnicas hemos recibido el aporte que el Gobierno nacional hace en base a la Ley Nacional de Financiamiento Educativo y que supera el 6% del PBI. Esos fondos nos permitieron elegir y adquirir equipamiento específico para las distintas tecnicaturas, comprar bibliografía actualizada, pagar la conectividad a Internet, financiar la formación docente, entre otros campos programáticos.
Cada Escuela pudo gestionar y adquirir lo que pensaba que mejoraría la calidad educativa, o facilitaría a los docentes la tarea de enseñanza. En el campo programático de la Formación Docente, el tratamiento es jurisdiccional (en nuestro caso, lo gestiona la Dirección Provincial de Educación Técnico Profesional) y puedo asegurar que se han ofrecido muchos y variados cursos de actualización docente, sumados a los que ofrecen los gremios, el Ministerio de Educación de la Nación, la Dirección General de Cultura y Educación, etc., todos estos gratuitos y muchos bajo la modalidad de “a distancia” o semi presenciales.
Con esto quiero dejar aclarado que se han dispuesto fondos y oportunidades para que consigamos la tan ansiada excelencia educativa, y recorto la mirada a nuestro entorno de nivel secundario, pero los resultados no son los esperados.
Entonces, ¿dónde está el problema? ¿Qué debemos hacer?
En nuestras reuniones de trabajo tenemos una afirmación: “La educación de nuestros alumnos es como la tabla de una mesa. Esa tabla se sostiene por tres patas: la familia, la escuela y el alumno”. Si alguna de esas tres patas no cumple la función que le corresponde, no hay forma de sostener la tabla (educación). Si la familia no está presente en el estudio de sus hijos, olvídense. Ese alumno no se interesará en lo más mínimo en aprehender lo útil que se aborde en la escuela. Si el docente falla, o sea, si no trabaja como docente, acompañando a los alumnos, presentando actividades atractivas, haciendo participar al alumno en la elaboración de proyectos intra o extra escolares, capacitándose, no podrá cumplir con el proceso de enseñanza – aprendizaje y por lo tanto el alumno pasará por su materia como un hecho más, sin obtener conocimientos útiles para su carrera posterior o los futuros trabajos en los que se desempeñe. Y por último, si el alumno falla, por más que la familia quiera que vaya a la escuela, que le proporcione el bienestar para que él se dedique a estudiar, o que el docente se capacite, que use las tecnologías para la enseñanza, que prepare sus clases a diario, y que se preocupe para que el alumno aprenda; jamás obtendrá algo útil en los días que concurre a la escuela y sea la prueba que sea que le tomen para medir sus conocimientos, saldrá mal, pues no tiene interés alguno en mejorar su entorno.
En mi opinión, la posta la tenemos todos los que trabajamos en la educación, o sea las “tres patas”: familia, escuela y alumno. Sólo hay que invertir más tiempo en la tarea que nos toca a cada uno. Parece difícil, pero no imposible.

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