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OPINIÓN

Sí, la inflación es un problema

La subsecretaria de Defensa del Consumidor midió sus palabras y disparó: “La Inflación no es un problema hoy en la Argentina”.
Las palabras retumbaron en la mente de millones de amas de casa que todos los días se enfrentan al desafío de llenar el changuito y de los trabajadores que sienten que aunque nunca tuvieron tantos billetes en los bolsillos, no alcanzan para nada.
Obviamente, discutir a esta altura si la inflación es la que dice el Indec (10,5%) o la que miden los privados (25,4%) no tiene sentido; basta ver que la expectativa de inflación para los próximos 12 meses es del 31,2%, según la encuesta que hace la Universidad Di Tella sobre una muestra representativa de la población.
Los salarios aumentan al 25% anual, la recaudación del IVA creció 39,4% en el último mes, e incluso empresas bajo el control del Estado como YPF (no los empresarios especuladores formadores de precios) aumentaron este mes un 4% y acumula un 45% de suba desde la estatización de mayo del 2012, cuando un litro de súper cotizaba a $5,70. En este contexto, la declaración de María Lucía (Pimpi) Colombo resulta poco seria, sobre todo teniendo en cuenta que es licenciada en matemáticas con especialización en Estadísticas.
Pero aunque efectivamente fuera del 10,5%, esa tasa nos ubicaría entre los 15 países con mayor inflación del mundo y sería suficiente para generar numerosos problemas en la economía.

Consecuencias

La inflación no es sólo un problema porque baja en el corto plazo la capacidad adquisitiva de los salarios (y en mayor medida aquellos que están en negro), repercutiendo lógicamente de manera negativa en materia de pobreza e indigencia (salvo que la gente consiga comer por los $8,35 que dice el Indec).
La suba de los precios además distorsiona la asignación de recursos, porque quien tiene un negocio no puede tomar decisiones de manera previsible y estable (si no remarca no puede luego reponer) y quien consume no puede ejercer su poder para disciplinar a los vendedores careros, puesto que le cuesta saber si un comerciante aumenta por ineficiente o porque todos aumentan.
En tercer lugar, la inflación transfiere ingresos desde los acreedores a los deudores, porque licúa el valor real de las deudas. Esto ocasiona que los agentes económicos dejen de prestar y por lo tanto que caiga el nivel de actividad.
En cuarto lugar, reduce de manera drástica los incentivos a ahorrar, porque bajo condiciones de estabilidad, quien posterga consumo presente tiene un premio en términos de mayor consumo futuro, pero si los precios suben ese premio se diluye. Así, si un trabajador tiene por ejemplo 45.000 pesos que le alcanzan para comprar un Gol 2006, en un escenario estable puede ahorrar, poner la plata en un plazo fijo y comprar dentro de un año un coche dos o tres modelos más nuevo, pero si pone la plata en el banco hoy, al ritmo que suben los autos, el año que viene en el mejor de los casos se compra un Renault 12 del ’78.
Por si esto fuera poco, la inflación aumenta el poder político de los sindicatos y ocasiona pérdidas por los cortes y días de paro que se producen por culpa del proceso de puja distributiva que se pone en marcha toda vez que los trabajadores piden aumentos para compensar la suba de los precios, y los empresarios ceden porque vuelven a trasladar los aumentos salariales, remarcando en las góndolas.

El costo en corrupción


Adicionalmente, la inflación genera corrupción. Miguel Braun y Rafael Di Tella publicaron un artículo en el 2004 mostrando que en momentos de fuertes subidas de precios resulta más difícil controlar los sobreprecios pagados en la obra pública y licitaciones de insumos, por ejemplo, porque no es posible discriminar si una obra es más cara que otra en razón de que subieron los costos o porque se asignó de manera ineficiente o dudosa. Más corrupción, puja distributiva y aumento de la pobreza, naturalmente conducen a una mayor inestabilidad política, tal y como estamos presenciando en la actualidad.
Y no acaba la lista. La inflación genera atraso cambiario toda vez que el dólar (oficial) sube por la escalera mientras que los precios van por el ascensor, porque entonces Argentina se torna muy cara en dólares, al punto que sale más barato veranear en Brasil que en Villa Gesell, o que un par de zapatillas y un jean salen el doble en Buenos Aires que en Miami.

El dilema

Entonces el Gobierno queda entrampado en un dilema, porque si devalúa y sube el dólar ocasiona más inflación y caída de salarios reales, pero si no lo hace, los productos importados terminan siendo tan baratos que hay que bloquear el comercio internacional (generando conflictos con Brasil, por ejemplo) y el dólar también queda tan accesible que toda la gente se vuelca masivamente a la divisa norteamericana vaciando las reservas del Banco Central, salvo que se ponga un cepo como el que se puso, para prohibir la compra de los billetes verdes.
Más aún, la perspectiva de que el Gobierno va a devaluar (porque es insostenible dejar el dólar barato si suben todos los precios) hace que los capitales se fuguen rápidamente al exterior, porque es preferible cambiar los pesos por dólares mientras esté barato hacerlo, con lo que cae la inversión, colapsan las reservas y se frena la economía.
La inflación entonces es EL PROBLEMA, y si la encargada de defender a los consumidores no está trabajando para resolverlo, bien podría presentar la renuncia.


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