De pronto somos testigos de la explosión de hábitos y costumbres vinculados con la necesidad de exposición que tiene la gente. Surgen así expresiones individuales de amor hacia los animales, los zapatos, las frases grandilocuentes o las bicicletas. Explotan las redes sociales con muros abarrotados de esnobismo (léase como la exagerada admiración hacia lo que está de moda o se considera elegante) que hasta cierto punto me parece positivo ya queen esta búsqueda se gestan buenas acciones, tal el caso del proteccionismo canino.
Quizá por la disponibilidad tecnológica y la capacidad técnica de comunicar cosas, nos vemos obligados a encontrar contenido para “hacernos visibles”. En función de eso desplegamos un repertorio que muchas veces es genuino y otras no tanto. El punto a considerar en esta columna es lo que sucede cuando una profesión, que debería proveer cierto rigor técnico, se aplica en base a esta idea “esnob”.
Posiblemente los publicistas estemos en una época de bonanza ya que recorremos un momento en el que nuestra profesión está de moda. Se trata de una tendencia hacia la consideración de perspectivas “creativas” para resolver problemas de negocio, o al menos así espero que nos identifiquen.
Al parecer muchos tienen, quieren ser, son publicistas o “hacen publicidad” como valor de época. “Yo hago publicidad, tú haces publicidad, él hace publicidad, nosotros hacemos publicidad, ellos hacen publicidad”. Independientemente de la conjugación de verbos, se trata de una interpretación vacía de contenido. El hecho de hacer publicidad no es un acto válido en términos de culto sino en función de una lógica profesional pre-determinada.
Por estos días soy oído de experiencias relacionadas con el hecho de “hacer publicidad” sin ninguna consideración comercial. Una especie de muro de los lamentos que surge como consecuencia de seguir esta idea de hacer por hacer dejando en manos de algún sobrino la gestión.
“Yo quiero un marketing, hice una publi, ¿te gusta mi publi?”. La ponderación televisiva de nuestra profesión nos posiciona en el marco de un show permanente que postula la sorpresa como recurso exclusivo. Se trata de mezclar elementos que lejos de responder a objetivos de negocio nacen para sorprender a amigos o familiares. Una actitud adolescente donde prevalecen “fotos copadas” y “gráficas locas” como valor de un buen trabajo.
Esta columna va contra la práctica del “todo bien” y en pos de evitar la disfuncionalidad publicitaria proponiendo un trabajo real basado en beneficios, atributos o características de los productos o servicios. La acción publicitaria no es un bien público en sí mismo sino en función del efecto que provoca como fuente permanente de generación de valor comercial.
Quizá no sea esta una columna con “onda”; en tal caso no faltará ocasión para desplegar algún encanto que haga equilibrio y levante este viernes nublado. No seas cómplice de la ficción comercial, si “hacéspubli” como dicen por ahí, asesorate con profesionales serios.
MARKETING APLICADO
Esnobismo
Ficciones comerciales.
COMENTARIOS