El avance de la tecnología marca el camino mientras que por las banquinas caen algunas cuestiones que creo interesante repasar antes de seguir avanzando.
Así como la piedra afilada para rasgar la carne de las bestias, la revolución de la rueda o la fuerza motriz del vapor, la tecnología como herramienta impone una velocidad y una inmediatez que en muchos casos hace que perdamos de vista lo más importante, su carácter utilitario.
Al parecer perdemos de vista que lo más importante no es el medio sino lo que tenemos para decir y en esta ceguera ya no hay contenido sino necesidad de decir, por decir nomás´.
Confundimos comunicación con emisión y en esa nube se pierden algunas buenas intenciones personales o empresariales. Lo más importante por estos días es estar en la red, figurar o conectar a la gente y en este acto, que a veces se vuelve instintivo y primario, perdemos la necesidad de concebir el mensaje adecuado.
Interpretamos como evolución a esta especie de conexión vacía, esta bolsa de palabras sueltas que exhibe debilidades sintácticas y semánticas al por mayor, flaquezas de sentido, carencias de significado, inestabilidades que complejizan la interpretación de las audiencias.
Comunicar es mucho más que estar colgados de la red (Internet), comunicar es un proceso un tanto más complejo que debe ser proyectado de forma que el mensaje llegue a destino sin deformaciones.
Quizás tentados por la gratuidad de algunos medios, en la actualidad vemos cómo personas y empresas se vacían de personalidad en la urgencia de llenar de contenido las páginas en blanco y de esta forma se repiten frases del tinte de “atención personalizada, los mejores productos, calidad, buen precio, pensamos en los detalles” y otros estereotipos que combinan cuestiones insostenibles desde el punto de vista comercial (y la gente se da cuenta).
Acaso algunas empresas todavía creen que esas frases son válidas para persuadir o sólo descansan en el hecho de que lograron llenar el espacio. Acaso sería mejor que las personas se animen a escribir frases o pensamientos propios en vez de copiar y pegar mecánicamente. Acaso a veces no hay que decir nada y eso también sería un rasgo de personalidad en tiempos de verborragia digital.
Desde mi punto de vista de a poco tenemos que superar la etapa tecnológica entendida como “estar en los medios por estar” para retornar al paradigma del contenido, al “si vas a decir algo, trata de que sea interesante o al menos conveniente”.
Qué tenemos para decir, qué queremos decir esa es la cuestión que invito a considerar en casi una exclamación que emula a William Shakespeare: “Ser o no ser, esa es la cuestión”.
En cualquiera de los casos creo que evolucionar es interpretar a la tecnología como una herramienta a nuestro servicio y no ser nosotros una herramienta de la tecnología.
¿En qué lugar de la cadena evolutiva estás?
LOCALES
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