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Cada vez más juninenses se suman sin inhibiciones a la cultura del “sex shop”

La búsqueda de placer con accesorios sexuales y juegos eróticos es cada vez más frecuente en nuestra ciudad. Las edades de los clientes van desde los 20 a los 75 años.

La fachada del videoclub que hace diez años remitía únicamente a eso, un lugar para alquilar desde los clásicos hasta lo más moderno del cine en toda su variedad de géneros y estilos, es hoy reconocida por cada vez más juninenses como un bazar del placer.
Cuidado: no es que haya cambiado su esencia, de hecho a través de la vidriera se aprecian los titulares de dramas, aventuras y comedias que tuvieron su paso por la pantalla grande, pero ya no son pocos los que lo identifican como el reducto en el que pueden empezar a concretar sus fantasías sexuales.
En “Charles”, un “sex shop” que está situado en la esquina de XX de Septiembre y Roque Vázquez, hombres y mujeres con distintas edades e inclinaciones son arrastrados por la pasión hacia “la parte de atrás”, donde habita un emporio de disfraces, esposas, prótesis, velas, aceites afrodisíacos y los accesorios necesarios para vivir una noche plena de placer.
Héber Blaiotta, a cargo del local, afirmó a este diario que la cultura del “sex shop” se afianza en nuestra ciudad y se mostró sorprendido por la diversidad de las edades de los compradores. “Viene gente de entre 20 y 75 años casi en igualdad de proporción”, afirmó.  

Los comienzos

Blaiotta y su socio decidieron incorporar el “sex shop” al tradicional negocio de venta de películas a principios de 2003, producto de sucesivas charlas con algunos clientes que les transmitían vivencias personales, y otros que expresaban la inquietud de contar con un sitio que contribuyera a alimentar el fuego que surge desde las fibras más íntimas.

-¿Cómo les manifestaba la gente su interés por contar con un lugar como este?
-Una vez que entrás en confianza con la gente que te viene a visitar seguido, atravesás la barrera fría entre vendedor y comprador y te transformás en un amigo, empezás a conocer muchas cosas de los clientes. Ellos empezaron a comentar lo que les pasaba cuando miraban una película erótica, las sensaciones de haber estado en otros shoppings sexuales, de haber adquirido elementos y el resultado de esas experiencias y demás. Entonces, las propuestas se empezaron a sumar. Además, muchas mujeres manifestaban la incomodidad que les generaba cuando iban a comprar alguna lencería erótica y que se las mirara como juzgándolas. Había una demanda real y fuerte.

-¿Cuáles son las razones que más acercan al cliente a un “sex shop”? ¿Soledad, insatisfacción, pura fantasía…?
-Nosotros no nos metemos en la historia personal del cliente. Si él quiere contar cuál es su situación personal, si llega hasta acá por insatisfacción con su pareja, por gusto personal o por lo que fuere, lo escuchamos, pero no somos nosotros quienes preguntamos. Lo que sí hacemos es asesorarlo sobre el elemento con el que empezar este tipo de prácticas, si vos hacés un pantallazo por las prótesis te parecen todas iguales, pero no lo son. Cada una tiene una función específica, cada una tiene una forma y una estimulación que va a generar sobre el cuerpo.

Romper los tabúes

Después de siete años en el rubro, en 2010 se realizó el lanzamiento de “Charles” como marca erótica a nivel nacional. Fue en Buenos Aires, en el Primer Encuentro de Cultura Erótica.
Con eso llegó la expansión de la oferta. “Hay un promedio de 140 artículos, donde podés encontrar todo tipo de accesorios y juguetes sexuales y todo lo vinculado a la práctica sadomasoquista: látigos, cadenas, ataduras”.
-¿Qué es lo que más se vende?
-Se demanda todo, no tenés un parámetro. Sí hay continuidad de clientela, es decir que cuando entran en este tipo de juegos se rompen los tabúes. La gente empieza a entender que esto no es una competencia hacia el hombre, sino que es un accesorio más para jugar dentro de la pareja. El que probó, sigue. De todos modos, no es una adicción, es un juego. Una vez que vos entendés cuál es el juego dentro de la relación, es muy placentero. ¿Quién no tuvo alguna vez la fantasía de un tercero en la cama? Bueno, eso es como cumplir esa fantasía.

-¿Y la venta es constante?
-La venta es constante, casi todos los días. Vienen mujeres solas, hombres solos, matrimonios cuyos integrantes tienen de 20 a 75 años, gente grande que viene de afuera. En lo que respecta a la tercera edad, los matrimonios es lo que más se da. Vienen juntos, deciden juntos y siempre se escucha el mismo comentario: “ya es hora de dar un paso más en la relación”.

-¿Y qué dice la gente en el momento de la compra? Imagino que tendrá comentarios y anécdotas…  
-En ese caso somos muy respetuosos y dejamos que la conversación y la elección del producto sea realizada por ellos, siempre y cuando no requieran asesoramiento. Pero sí, puede haber algún comentario del tipo “esta noche te toca, negro” y cosas por el estilo.

-¿Qué recomendaciones se les hace a un inexperto?

-Se recomienda que cuando se compre un artículo no lo lleve ya mismo al uso con el novio, esposo o esposa, sino que aprenda a utilizarlo, a experimentar cuál es el punto en que le produce placer para poder después trasladarlo a la pareja. No es un accesorio que va y viene sino que hay que saber reconocer cómo el cuerpo responde hacia ese objeto.

-De este montón de prótesis que se ven a nuestro alrededor, ¿hay alguna recomendación que usted le haga a los clientes?
-Si nunca usaste ningún elemento de este tipo no podés empezar con un “realístico”, que tiene un tamaño de 30 centímetros por 8. Es mejor empezar con un accesorio que tiene 16 centímetros de largo por 3,5 de diámetro, por la dilatación. No todo cuerpo responde a una dilatación rápida. Por lo general, los tamaños grandes son los que más se venden. Los adquiere gente que ya lleva años realizando estas prácticas. Después, lo que pasa entre las cuatro paredes ya no lo sabemos, desconocemos si es por fantasía o por el simple hecho de tenerlo como un chiche o para exhibirlo a los amigos. 

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