Desde el año pasado, la escuela secundaria adquirió una fisonomía distinta, con cambios en las modalidades de evaluación y la eliminación de las amonestaciones como elemento de castigo y expulsión.
En este sentido, se prevé que la resolución de conflictos en los establecimientos educativos esté enmarcada en un “acuerdo de convivencia”, que permita que tanto los alumnos como los docentes y directivos, establezcan qué está permitido hacer y qué no dentro de la institución.
Si bien este punto puede resultar problemático para quienes se educaron bajo el viejo paradigma, es ampliamente justificado por quienes forman parte del sistema educativo actual, más “flexible” para con los jóvenes.
En diálogo con DEMOCRACIA, la directora de la Escuela Media Nº1 de Junín, Gladys Prieto, defendió la eliminación de las amonestaciones y aseguró: “Antes, la disciplina se manejaba con amonestaciones. Esa escuela era absolutamente selectiva: iban sólo algunos chicos y la manera de encausar la escuela era teniendo un sistema de amonestaciones, que sancionara y en algunos casos dejara afuera a los alumnos. Estas cuestiones debieron ser modificadas desde el momento en que los chicos empezaron a tener no sólo el derecho de estar en la escuela, sino además la obligación”.
Según Prieto, el sistema de amonestaciones es contradictorio con el espíritu inclusivo de la actual Ley de Educación.
Acuerdos de convivencia
Ante la falta de un régimen de sanciones estricto, las escuelas secundarias comenzaron a implementar acuerdos de convivencia, a partir de los cuales se establece qué está permitido hacer en su interior y qué no.
“Los acuerdos institucionales de convivencia son establecidos por toda la comunidad educativa y lo que se trata de hacer es de reflexionar entre todos qué es lo que se espera que suceda dentro de las escuelas”, asegura Prieto y agrega: “En todas las escuelas hay conflictos, porque el conflicto es inherente a las relaciones humanas. Entonces cada escuela debe pensar de qué manera los resuelve, teniendo en cuenta las particularidades de su población”.
Ante un hecho puntual de “inconducta”, entonces, se intenta “reflexionar” y buscar la forma de que el alumno no repita su accionar.
“Lo que se trata es de reflexionar sobre el hecho, para que los chicos adviertan y aprendan por qué no debe hacerse tal o cual cosa. Porque la sanción tiene que tener un carácter pedagógico, no tiene que ser solamente punitivo”, asegura Prieto, quien reconoce que el aprendizaje “no es menor” y lleva más tiempo que la adquisición de algún saber particular.
CAMBIOS EN EDUCACION
Cómo disciplinar en la escuela secundaria sin el castigo de las amonestaciones
Qué métodos utilizan los directivos para hacer frente a las “malas conductas” de los alumnos. La opinión de Gladys Prieto, directora de la Escuela Media Nº1.
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