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LOCALES

Ilusionistas

La subestimación de la tarea publicitaria.

Muchas veces se considera a los publicistas como meros creadores de fantasías, ilusionistas que deben sacar un conejo de la galera para que los presentes suelten expresiones de sorpresa y señalen asombrados. De esta forma la evaluación y estimación del trabajo profesional se cotiza en función del potencial creativo y la supuesta capacidad de robarle una sonrisa a la gente.
“Está buenísimo”, “No sabes lo que me reí con tu aviso” “copada la gráfica”, las expresiones se multiplican y la subestimación de la tarea condiciona la formación de nuevos profesionales que se valen de este sistema de valores para desarrollar su estilo. Se trata de una forma de percibir el trabajo “fogoneada” desde programas de tv donde se ponderan los comerciales más divertidos u ocurrentes en manos de un modelo que sólo sonríe y un señor que se presenta como “el que más sabe de publicidad” sin siquiera haber leído un libro al respecto.
Tengo para decir sobre este tema que es cierto, de alguna manera, somos “ilusionistas” pero tomando a la ilusión sólo como sentimiento de esperanza provocada por la creación de expectativa en torno a un producto o servicio.
Una segunda acepción de la palabra “ilusión” refiere a una imagen mental engañosa provocada por estímulos externos. Esta concepción del término surge cuando algunos profesionales, condicionados por la valoración popular de la profesión, limitan su trabajo al objetivo de sorprender al cliente y venderle una idea o proyecto montando un show creativo que no tiene en cuenta la cuestión de fondo. En estos casos cabe preguntarse que pasará cuando se baje el telón y los consumidores o usuarios se encuentren con un producto o servicio que nada tiene que ver con la promesa publicitaria; sin dudas el resultado será la frustración como sentimiento que echa raíces y se ramifica.
La marca es una expresión, un capital simbólico fundamental por su capacidad para  “apalancar” y “legitimar” propuestas ante el público. La consciencia generalizada de este hecho ha disparado una alocada carrera en pos de la creación de símbolos y logotipos. Se trata cierta exaltación por la creación de marcas que, de esta forma, nacen carentes de rigor técnico y tienen poco futuro.
El desarrollo profesional de mensajes debe contextualizarse en función del público al que se dirige, la realidad del producto o servicio y su capacidad de promover un discurso diferencial. El desconocimiento de este punto lleva a muchas empresas a comprar soluciones “por catálogo” y a los profesionales a rendirse  ante los gustos personales del cliente como único parámetro de trabajo.
Desde este espacio promovemos el trabajo con responsabilidad y compromiso sobre los resultados finales y no meramente en función de convencer a un cliente como forma de obtener su confianza y cobrar el trabajo.
Para cerrar, si me preguntan si somos “ilusionistas” puedo responder que si, creamos ilusiones pero entendiendo el término como expectativa que trabaja sobre argumentos reales y acerca a la gente a un determinado productos o servicio. Si es así, somos ilusionistas pero no hacemos magia ni sacamos conejos de la galera. 

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