Silvina Ocampo, una figura singular en el panorama literario argentino, permanece como un enigma fascinante. Su obra, revalorizada en los últimos tiempos, es hoy considerada esencial para comprender la literatura nacional. Nacida el 28 de julio de 1903 en una de las familias más influyentes del país, los Ocampo, Silvina fue la menor de seis hermanas.
Su infancia, transcurrida entre el centro porteño y la estancia de Villa Ocampo en San Isidro, estuvo marcada por la tragedia de perder a su hermana Clara a temprana edad. Este evento, junto con el entorno de las dependencias de servicio de su hogar, influyó profundamente en su visión y en su escritura, donde los protagonistas infantiles a menudo se enfrentan a situaciones de crueldad y perversión.
Antes de dedicarse a la literatura, Silvina mostró una pasión por las artes visuales. En su juventud, estudió con maestros como Giorgio De Chirico y Fernand Léger en París, donde también formó parte del Grupo de París junto a artistas argentinos destacados como Norah Borges y Xul Solar. Sin embargo, su retorno a Buenos Aires en 1933 marcó un punto de inflexión. Allí conoció a Adolfo Bioy Casares, con quien compartió una relación poco convencional para la época, y ambos se volcaron a la escritura. Su primer libro, “Viaje olvidado”, publicado en 1937, refleja una infancia deformada y recreada por la memoria, mientras que su último libro póstumo, “Invenciones del recuerdo”, se presenta como una autobiografía infantil.
Silvina Ocampo fue parte del círculo literario reunido en torno a la revista Sur, fundada por su hermana Victoria. Este grupo incluía a figuras como Jorge Luis Borges, Manuel Peyrou y Alejandra Pizarnik, entre otros. A pesar de estar rodeada de tales titanes literarios, Silvina eligió mantenerse en un segundo plano, evitando la vida pública que tanto despreciaba. Su obra literaria, sin embargo, habla por sí sola. Desde “Enumeración de la patria” en 1942 hasta “Amarillo celeste” en 1972, su poesía evolucionó, destacándose “Lo amargo por lo dulce” como uno de sus mayores logros.
En el ámbito de la narrativa breve, Silvina dejó una huella indeleble con títulos como “Autobiografía de Irene” y “La furia y otros cuentos”. Sus relatos, impregnados de humor negro y ironía, presentan personajes fantásticos y situaciones surrealistas que desafían las percepciones convencionales. Esta singularidad le valió varios premios, incluyendo el Premio Nacional de Poesía y el Gran Premio de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores.
Además de su prolífica carrera literaria, algunas de sus obras fueron adaptadas al cine, aunque con resultados variados. Desde “Tres historias fantásticas” en 1964 hasta el documental “Las dependencias” de Lucrecia Martel, su legado continúa inspirando a cineastas. Silvina Ocampo falleció el 14 de diciembre de 1993, a los 90 años, dejando una obra que sigue siendo objeto de estudio y admiración.
A medida que profundizamos en la vida y obra de Silvina Ocampo, descubrimos una autora que se negó a conformarse con las expectativas de su época. Su capacidad para explorar las profundidades de la psique humana y las complejidades de la infancia la convierte en una figura única y esencial en la literatura argentina. Su legado, aunque a veces eclipsado por los nombres más prominentes de su círculo, brilla con una luz propia, desafiando y fascinando a generaciones de lectores y críticos. La revalorización de su trabajo en los últimos años no solo celebra su talento, sino también su valentía al abordar temas oscuros y complejos con una voz distintiva y poderosa.a
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