UN EJEMPLO DE VIDA

Saber que se puede

Mercedes Velilla tiene Síndrome de Down y acaba de convertirse en la primera egresada de nivel Polimodal con esta patología. Una historia que resume esfuerzos, desafíos educativos y una visión esperanzadora para muchos padres.

Mercedes Velilla tiene 18 años y acaba de egresar del nivel polimodal en la Escuela Normal de Junín. Cursó la modalidad de Arte, Diseño y Comunicación, se fue de viaje de egresados y tuvo su fiesta de fin de curso. Y esta historia sería la misma que la de cientos de chicos de Junín si no fuera porque Mercedes tiene Síndrome de Down, con lo cual este logro la convierte en la primera egresada del Polimodal con esta patología en la región. O, como ella misma se denomina, la Primera Integrada de Junín.

Una educación para todos

Una buena educación es un bien inapreciable que produce beneficios personales para toda la vida.  Vivimos en una sociedad en donde al ser vedado el acceso a los conocimientos las posibilidades de éxito o de superación personal tienen un techo extremadamente limitado.

Esto no es menos cierto para las personas con Síndrome de Down, si bien para ellos acceder a los programas educativos que les garanticen un aprendizaje apropiado de manera continua supone vencer una serie de retos que se suceden durante todo el período escolar.

Este fue el camino que tuvo que recorrer Mercedes Velilla y su familia, un camino poblado de escollos que tuvieron que ver con las dificultades y la falta de experiencia que en ese momento había sobre el tema de la integración.

Como cuenta Cristina, la mamá de Mercedes, la decisión de cómo se iba a manejar su educación fue difícil. En ese momento la familia había pensado en enviarla a una escuela rural en donde hubiera menos chicos y, por ende, la educación fuera más personalizada. Sin embargo, una consulta psicológica los hizo variar en su parecer. «La Rama de Psicología que trabaja en las escuelas nos dijo que teníamos que enviarla al mismo colegio al que iban sus hermanos, porque ese era su referente educativo y el de toda su familia. Además porque en una escuela rural lo que ganara a nivel contenidos, lo perdería en el contacto social» explica Cristina. Esto suponía que Mercedes fuera capaz no sólo de asimilar lo académico, sino también de interactuar normalmente con otros chicos: ir a los cumpleaños, volver caminando de la escuela con sus compañeros, salir a bailar. Es decir, lo que todos los chicos hacen.

«En ese momento hicimos una consulta con la directora de la Escuela Normal, que era Ana María del Carmen Iorio, y ella fue quién tomó en sus manos el tema» cuenta Cristina. Para eso, desde la dirección del colegio se propuso desempolvar las normativas, porque las leyes estaban pero se encontraban en desuso.

Para la Escuela Normal la integración de Mercedes fue un desafío, pero también para su familia. «Hubo que lidiar con muchos escollos, como el hecho de que muchos padres creían que el Síndrome de Down era contagioso. E incluso el tema de que muchos maestros no sabían cómo trabajar con Mercedes. Pero en todos los niveles hubo una apertura muy grande y nosotros los apoyamos en todo lo que pudimos» recuerda Cristina.

A partir de esta decisión, Mercedes, la escuela y su familia comenzaron a recorrer el camino de la Integración.

Qué es la integración

La Integración consiste en que aquellas personas que presentan alguna incapacidad física, psíquica o sensorial participen al máximo de las actividades del resto de la población. Este principio se ha trasladado a la educación. Cuando se dice que un niño está escolarizado en régimen de integración, se refiere a que ese chico, que posee algún tipo de deficiencia, cursa su escolaridad en un centro ordinario, junto con otros niños que no presentan ningún tipo de déficit. En el ámbito educativo ya no se habla de deficiencias, sino de necesidades especiales, con lo cual se pone énfasis no en las carencias, sino en los apoyos necesarios para que ese sujeto desarrolle una vida lo más normal posible. La integración no sólo favorece el aprendizaje, sino que permite que el alumno aprenda de sus pares conductas aceptables, que halle su lugar en el mundo a través de una socialización normal. Tal fue el modo en que se trabajó con Mercedes.

La integración se hizo a través de un sistema de integración privado conjuntamente con el personal de la Escuela Normal. Una psicopedagoga trabajó constantemente con Mercedes, funcionando como nexo entre sus necesidades y los profesores. Es decir, determinando cómo amoldar los contenidos para que ella pudiera absorberlos. Pero siempre manteniendo el mismo aprendizaje que el resto de los chicos.

El eje de la Integración es la adaptación curricular, ya que estas necesidades especiales suponen modificar y transformar el proceso de enseñanza para facilitar el aprendizaje del alumno. «La profesora daba su clase y a partir de ahí se trabajaba con Mercedes» explica la mamá de la nena. «No era una adaptación a priori. Mercedes aprendía lo mismo que sus compañeros pero con otra complejidad. En los últimos años, en muchas materias casi ni se hicieron adaptaciones curriculares».

Mercedes misma cuenta que su experiencia requirió mucho esfuerzo. «Estudié mucho, hasta el final. Cursé las mismas materias que mis compañeros y las evaluaciones, pero más simples, para que yo lo entendiera» recuerda.



Recuerdos y un mensaje



Para Mercedes la escuela es un período poblado de buenos recuerdos. «Disfruté mucho con mis compañeros, con el grupo de psicología, con la psicopedagoga. Me gustó mucho el viaje de egresados y la fiesta de egresados. Hice muchos amigos, fueron todos muy buenos conmigo».

Mercedes no sólo pudo recorrer todo el camino hasta el final, sino que además lo hizo de la mejor manera. «Un día tuvimos que votar en el salón, y mis compañeros me votaron con muchos votos». Por eso Mercedes fue elegida la mejor compañera de su curso.

Hoy un nuevo recorrido se abre ante ella y mira el futuro con gran entusiasmo. «Ahora empiezo una nueva etapa. El año que viene voy a trabajar. Y también voy a estudiar tres carreras. Quiero ser masajista, estudiar teatro y profesorado de danzas árabes». Pero además, Mercedes se compromete con su propia causa. «Tengo que ayudar a los otros chicos con Síndrome de Down para que estén en una escuela común, trabajen bien, sepan leer y escribir, expresarse, usar el lenguaje. Y para que sigan hasta el final como yo. Y a toda la gente para que integre, con ayuda de adaptaciones curriculares».

La mamá de Mercedes también quiere continuar la labor de apoyar la integración. «La idea de esto es que no quede sólo en la persona de Mercedes. Ella representa a una población vulnerable a la que hay que ofrecerle una educación, a la que hay que considerar con sus derechos y sus deberes».

Cristina quiere trazar una senda que otros padres con hijos con necesidades especiales puedan seguir. «Hay que romper el mito de que no pueden. Ellos pueden muchas cosas. Entonces ofrezcamos lo que ellos pueden.  Estamos hablando de necesidades especiales; y esas necesidades en una sociedad que ha decrecido culturalmente como la nuestra, que se ha precarizado, van mucho más allá de los chicos con Síndrome de Down».

El mensaje de Mercedes y su familia va dirigido a los padres que están empezando a recorrer el camino de estimular y educar a sus hijos con capacidades especiales, para que sepan que ellos pudieron y que vale la pena el esfuerzo. Y también que una puerta se ha abierto y los resultados han sido los mejores. Nadie puede definirlo mejor que Mercedes. Y ella misma lo dice: «Yo fui verdaderamente muy feliz en la escuela». 

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