La mona Laiza, al principio, tiene miedo de salir del canil en la que la encerraron. Pero empieza a olfatear las manos que se meten para devolverle la libertad y su cambio es notable: pareciera que empieza a besar esas manos, a sonreír...
Se anima y deja atrás la pequeña caja con rejillas para abrazarse a quien ya no tiene dudas sobre de quién se trata: su dueña, María José Malizia. Y ya no la soltará ni un instante del recorrido de 250 kilómetros del viaje de regreso desde Temaikén, en el partido de Escobar, hasta Junín, adonde esta ejemplar de mono carayá llegó desde Chaco más de dos décadas atrás siendo una monita bebé.
"No me soltó. Y fue tanta la fuerza con la que me abrazó que me dejó marcada su cola en mi brazo. Lo hizo como diciendo 'no me dejes'.... Eso fue terrible...", contó todavía emocionada María José en los estudios de TeleJunín, al tiempo que contó en una entrevista junto con su abogado (y el de Laiza), el Doctor Juan Lemos, cómo y porqué Laiza fue separada de su familia para ir (literalmente) "presa" a un parque en el que dejó de comer por tristeza y la misma Justicia que ordenó su cautiverio en ese lugar, finalmente la devolvió a su hogar donde "es una hija más", asegura María José.
Todo comenzó con una denuncia anónima contra los Malizia por presunta violación a la Ley de Fauna que prohíbe la tenencia como mascotas de especies autóctonas y en riesgo de extinción. Esto derivó en una causa judicial, un allanamiento a la casa de los Malizia (que hace unos años ya se mudaron a Alberdi) y el posterior secuestro de Laiza para su traslado al bioparque de Escobar.
Pero la realidad -se probó judicialmente- es totalmente otra. Nunca existió en el ánimo de la familia con la que vivió toda su vida la monita, el quitarla de su entorno natural. Por el contrario: le salvaron la vida.
Víctima de la deforestación
"Laiza llegó a nosotros cuando estaban deforestando el Chaco, hace 24 años. Mi marido es transportista y la ve al lado de su madre muerta tras la caída de un árbol, y se la trae en una cajita. Cuestión que cuando vinimos a Junín, le empezamos a dar de comer. Era muy chiquita. Le dábamos leche con pan, y acá está: sobrevivió", recordó María José.
En efecto, la especie de Laiza está en "riesgo de extinción" bajo la categoría Vulnerable según la Lista Roja de la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza). En estado salvaje viviría en mandadas de hasta 15 individuos en toda la región central de América del Sur, en las ramas de quebrachos, algarrobos y chañares de un bosque chaqueño que -como dijo María José- hace años es víctima de la deforestación para ampliar la zona agrícola.
La expectativa de vida de los carayá -también conocidos como "monos aulladores" porque los machos de la especie marcan su territorio con un profundo aullido- es de 15 a 20 años. "Yo hace 24 que la tengo, así que tan mal no está", complementa estos datos con un argumento inapelable la dueña de Laiza.
“Es un animal que no tiene maldad. No muerde, es muy buena. Es por demás de buena, es un ángel”, remarca María José quien contó durante la entrevista que Laiza tiene sus propias redes sociales. En Instagram, en la dirección @lamonalaiza, se puede ver cómo juega con sus “hermanos perrunos”, cómo va de viaje con sus papás adoptivos en una camioneta y se puede ver el emotivo momento en que la restituyen.
A María José también el reencuentro la conmovió mucho y despertó en ella una enorme gratitud que expresó a través de las cámaras de TeleJunín. “Quiero agradecerle a toda la gente. Fue impresionante la movilización que generó Laiza en Junín y en toda la zona. Me ha llamado gente de Mendoza, de Córdoba, de La Plata, de Tucumán. Bueno, hay dos o tres casos de monos que se los han llevado y están en situación similar y sus familias quieren a mi abogado Juan (Lemos), con quien también estoy agradecida, para lograr que regresen junto a ellas”.
La cuestión legal
El doctor Lemos explicó también que el caso de Laiza generó un pronunciamiento singular de la Justicia. Él lo contó así: “Lo novedoso de esto es que siempre en las causas penales, cuando hay algo que se considera un elemento del delito, se habla de una ‘cosa’. Pero en este caso a Laiza, tanto en el fundamento del pedido como en la resolución interlocutoria dictada por la jueza, con muy buen criterio la considera un sujeto. Y un sujeto que tiene una familia. Eso es lo que hace novedoso el fallo, la resolución esta que concede el pedido nuestro: la restitución de la familia, a pesar de la oposición del Ministerio Público Fiscal que cuando mantiene la posición de continuar con Laiza secuestrada”.
La ley de protección de la fauna silvestre busca justamente cuidar a animales en riesgo de extinción y que -según estimaciones- son víctimas de un negocio que genera entre 15 y 20 mil millones de dólares al año. Es el cuarto comercio ilegal mundial después de delitos relacionados a la venta de drogas, la falsificación y el tráfico de personas. Las penas establecidas son de dos meses de prisión hasta dos años, lo cual lo convierte en un delito excarcelable.
¿Existe o no delito?
El letrado aclara que la causa sigue abierta pero que, sin embargo, en “el caso de Laiza, independientemente de esta situación, existiría ‘falta de tipo’. Falta de tipo quiere decir que no se adecua a una figura penal. En el caso de Laiza, después hay que ver cada caso en particular. Por eso la lucha continúa y en algún momento la Justicia tendrá que dirimir esa cuestión: si existe o no delito. Independientemente de eso, los animales silvestres, lo que se intenta con la ley es preservar el bienestar del animal. Entonces, en principio el animal silvestre tiene que ser silvestre, tiene que estar en su hábitat natural. Pero ese principio tiene excepciones”.
Lemos completó este argumento al contar que “los propios biólogos” del parque en el que estuvo consideraron que lo mejor para la salud de la monita era restituirla a su hogar. Y María José admitió que no se le ocurre hoy –ni tuvo intención nunca- de meterse adrede con los animales “¡pero esto pasó hace 24 años!”, agrega.
Laiza ahora está en su casa en Alberdi, “más en contacto con la naturaleza porque donde está es como una especie de campo. Entonces hay vacas, hay caballos y va ella y se sube arriba y juega con ellos”. Recuperó una libertad que en el bosque en el que nació, que seguramente ya no existe más, jamás hubiese vivido.
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