A sus 40 años, ya conquistó 7 veces el título nacional.
GRAN MAESTRO DE RENOMBRE

Diego Flores: “Yo siempre supe que el ajedrez iba a ser mi medio de vida”

El ajedrecista profesional, en carrera desde hace más de 30 años, es uno de los máximos ganadores a nivel nacional. Habitué en las olimpíadas y en la Copa del Mundo, pone toda su experiencia en juego y alterna la docencia con el entrenamiento para las próximas conquistas.

Ganó todo lo que se le ocurrió y sigue en carrera. En su vitrina, relucen campeonatos nacionales, internacionales, continentales y sudamericanos, pero su principal ambición es participar de cada edición de las olimpíadas. 

Séptuple campeón de Argentina, y a sólo una conquista de igualar el récord de Miguel Najdorf, es hoy la realización de esa joven promesa que también ganó todo desde pequeño.

Nacido el 18 de diciembre de 1982, cumplió sus 40 años cuando Argentina obtuvo su tercera Copa del Mundo. Es que la sangre celeste y blanca corre por las venas de “El Turu” Flores, para quien representar al país es su mayor orgullo.

En diálogo con Democracia, un recorrido por sus inicios en el deporte, su brillante carrera y lo que va a venir. 

Primeros pasos

Nació en Las Palmas de Gran Canaria, capital de la famosa isla española. “No soy español”, dejó en claro el ajedrecista, que sólo vivió allí, junto a sus padres argentinos, por poco más de un año. 

En Junín, Diego forjó su carrera deportiva, que inició cuando a sus 9 años se acercó al ajedrez. “Aprendí a mover las piezas un poco antes, pero a esa edad empecé en la escuela municipal”, señaló, y recordó que no había una tradición familiar detrás que determinara su elección.

“Mi papá jugaba al ajedrez como hobbie, nunca había competido, y fue quien me acercó”, explicó.

Flores se reconoce un amante del deporte en general, y el ajedrez no fue el único que practicó, pero sí al que se dedicó plenamente. “Desde chico, se me dio muy bien y, además, me encantaba”, destacó, agradecido por la decisión tomada en su juventud de convertirse en deportista profesional.

La escuela municipal fue su primer centro de formación, y allí conoció los fundamentos que dieron inicio a su carrera. Sus primeros mentores, Celso Rissolo, Santiago Casaux y Carlos Ghigliotto, hicieron de él un gran ajedrecista, y los torneos disputados en la Federación de Ajedrez Junín, impulsada por jugadores como Héctor Iturbide, Maximiliano Álvarez, Jorge Mendiola, Aníbal Sabelli, Rodolfo Brandana e, incluso, su papá, Luis Manuel Flores, le dieron las primeras experiencias para ser un campeón. “Tenía su mística, lo recuerdo con mucho cariño”, afirmó.

Además, también fue formado por Maximiliano Álvarez, jugador que le daba clases particulares y lo acompañó a sus primeras competencias internacionales, y Ariel Sorín, Gran Maestro reconocido en el campo.

Campeón desde chico

Para Diego Flores, ser campeón no es ninguna novedad. Con casi 11 años, en 1993, ya era campeón argentino en la categoría Sub-12. A los pocos meses, obtenía su segundo título, ingresaba a su primer mundial de ajedrez, y daba impulso a su carrera como ajedrecista.

Sin embargo, nada de todo ello había sido planificado o, siquiera, previsto. “El primer campeonato argentino que jugué lo gané, no sabía cómo iba a ser y fue una sorpresa total”, recordó el deportista.

Ganó todo lo que se le ocurrió y sigue en carrera tras más de 30 años frente al tablero. En su vitrina, relucen campeonatos nacionales, internacionales, continentales y sudamericanos. Es habitué del equipo argentino en las olimpíadas y de la Copa del Mundo. Está a sólo una conquista de ser el máximo ganador de títulos nacionales e igualar el récord de Miguel Najdorf, pero nunca perdió el amor por el juego y las amistades, y sus ambiciones no son los números, las marcas o los trofeos, sino hacer eso que lo apasiona desde chico.

“Todo se fue dando de forma natural, me encantaba lo que estaba haciendo y me iba súper bien”, señaló al mirar, en retrospectiva, su extensa carrera. No conocía a sus rivales, iba a competir y divertirse y se volvía con los más importantes galardones. Una joven promesa que se hizo realidad, un jugador que llegó a lo más alto y supo posicionarse entre los 150 mejores del mundo.

Hoy, séptuple campeón de Argentina, reconoce que “tanto para el ajedrez como para cualquier disciplina, la constancia es indispensable”, aunque advirtió que “el camino no es necesariamente accesible”. Por ello, el apoyo inicial de sus padres y colegios no es algo que olvide fácilmente.

Desde hace varios años, la máxima competencia del país le sienta bien, y sus siete títulos nacionales demuestran que conoce el camino. “Mi primer Campeonato Argentino lo gané en 2005 y fue casi sin querer”, explicó. Es que el deportista sólo anhelaba quedar en primer o segundo puesto para clasificarse a las olimpíadas, y fue triunfador en el desempate con un colega. “Yo ya era el más feliz del mundo, ya estaba clasificado a mi primera olimpíada”, señaló, pero aún así también se hizo del primer puesto.

“El ajedrez es para mí, se me dio muy bien sin haber tenido una gran preparación”, destaca, reflexivo, al repasar la deriva de reconocimientos, triunfos y hazañas que dieron identidad a su carrera. Por momentos, no recuerda bien todo lo que ganó, y no es sorpresivo en un jugador de su talla.

Deportista olímpico

Las olimpíadas han sido, toda su vida, su principal obsesión. Participó en las últimas 8 ediciones, Italia 2006; Alemania 2008; Rusia 2010; Turquía 2012; Noruega 2014; Azerbaiyán 2016; Georgia 2018 e India 2022; y reconoce que representar al país “es una experiencia increíble”.

De hecho, en toda su carrera fue, prácticamente, uno de los únicos propósitos que persiguió. “Siempre jugué los campeonatos argentinos como pasaporte para las olimpíadas”, afirmó, con la certeza de que ninguno de los más prestigiosos torneos se iguala a dicha participación.

Además, según detalló, la competencia usa “un formato poco común”, el juego por equipos en partidas individuales y con sumatoria de puntos, lo que disfruta mucho y reconoce que se le ha dado bien.

“Mi único objetivo es jugar todas las olimpíadas que pueda”, sentenció el ajedrecista, más convencido que nunca de la sangre celeste y blanca que recorre sus venas.

El Gran Maestro 

La Federación Internacional de Ajedrez (Fide) entrega diferentes títulos a los deportistas, y el de Gran Maestro es el máximo que se otorga. Diego lo obtuvo en 2008, con 2634 puntos. De acuerdo a los registros, en Argentina hay sólo 23 jugadores que tienen dicho título honorífico y vitalicio, y Flores es uno de ellos.

Sin embargo, explicó el deportista, lo que “mide la fuerza actual del jugador” es el ranking, que se define mes a mes y a partir de las competencias en las que participa. 

Y agregó: “Tanto yo como el campeón del mundo tenemos el título de Gran Maestro, no hay más que eso”.

Por su parte, Diego es también habitué en la Copa del Mundo, campeonato que suele llevarse a cabo en la Siberia rusa y que, a diferencia de otras competencias, le ha resultado particularmente adverso. “Para mí, ganar una Copa del Mundo es imposible”, afirmó.

En su mejor momento, estuvo entre los 150 mejores jugadores del mundo, pero nunca ha podido pasar de primera ronda en el Mundial. “Es un torneo que se me ha dado mal, uno de mis pendientes es jugarlo y poder pasar la primera ronda”, señaló Flores, respecto a que no es un torneo de ajedrez con reglas típicas, sino que tiene eliminación directa y grandes competidores.

La esperanza, sin embargo, sigue intacta. “En el Mundial nunca fui favorito, pero siempre aspiro a dar el batacazo”, destacó.
 
Profesor

Dentro y fuera de la cancha, para Diego el ajedrez ha sido siempre su máxima prioridad. Por ello, tras el secundario y un tiempo distanciado del deporte, empezó a dar clases “como pasatiempo”, lo que se convirtió en su ocupación. 

“Yo siempre supe que el ajedrez iba a ser mi medio de vida”, explicó, aunque advirtió que “en Argentina, vivir de los torneos y campeonatos es imposible” y, por ello, el entrenamiento es la vía que usan muchos jugadores profesionales.

Actualmente, y gracias a las posibilidades abiertas por la digitalidad, Diego brinda, junto a otros colegas, cursos virtuales de ajedrez a alumnos de todo el mundo. “Ajedrez Latino”, la plataforma que inauguró, recibió un importante impulso durante la pandemia, y requiere de su dedicación diaria. 

“Hoy estoy muy abocado a dar clases, pero me siento mejor y disfruto más como jugador”, explicó el deportista.

La rutina del campeón

No se trata sólo de despertarse y jugar al ajedrez. Detrás del reconocido deportista hay horas de estudio, entrenamientos y aprendizaje continuo. “Uno no deja de entrenar nunca”, explicó Flores, que aclaró que “se usa la máquina como herramienta pero no se compite contra ella, porque supera holgadamente a cualquier jugador de ajedrez”.

Ya no vive en Junín hace tiempo y, tras formar parte del equipo de la provincia de San Luis entre 2014 y 2018, hoy representa al club Obras Sanitarias. Amistades, recuerdos y los mejores momentos; el deporte le ha dado todo y 3 décadas de dedicación no le son suficientes. “Es muy difícil dejar el ajedrez”, sentenció.

Con 7 títulos argentinos conquistados, el último obtenido en 2019, está sólo a un campeonato de Najdorf. No es algo que lo desvele, pero en el mismo ámbito se espera que iguale esa marca y el deportista irá por ello.

“Me gustaría alcanzar el octavo título, pero no me haría sentir extraordinario, sería sólo para quedar en los libros”, afirmó. 

No obstante, aclaró que jamás se lo debería comparar con el famoso ajedrecista de origen polaco, dado que, detalló, “fue un jugador de otra categoría, estuvo entre los mejores del mundo y si no obtuvo más campeonatos es porque no jugó tantos”.

Por otro lado, respecto a sus próximos compromisos, el deportista adelantó que a principios de marzo competirá en Asunción para disputar el Zonal Sudamericano, torneo que brinda 2 plazas para disputar el campeonato del mundo. “Es una de las competencias más interesantes que voy a disputar este año”, afirmó, aunque aclaró que ya no está “en el pico más alto” de su carrera.

Más que sólo un deportista de elite, Diego es también papá de Julián y Juan Martín, y asume la difícil tarea de compatibilizar su rol como padre con su carrera. “Mi familia siempre me bancó y el apoyo de mi esposa es muy importante, no es fácil tener familia y viajar todo el tiempo”, concluyó.