Mariela Gómez, directora del Hogar Escuela San Miguel.
30 AÑOS EN UNA ESCUELA RURAL

Mariela Gómez: “El trabajo que elegí es de vocación, lo hago con placer”

Es la directora del Hogar Escuela San Miguel, donde trabaja a diario en la contención, enseñanza y acompañamiento de los alumnos. Los desafíos de educar y alimentar, el trabajo en red y la vocación de la docencia, su testimonio en primera persona.

El Hogar Escuela San Miguel es un colegio primario rural en el que se trabaja con realidades dispares para que no haya pies descalzos bajo el pupitre, panzas vacías frente a los libros ni falte el material para aprender.

Su directora, Mariela Gómez, forma parte de la institución desde hace 30 años, y es allí donde realizó toda su carrera docente, con vocación de servicio y pasión por la enseñanza.

En diálogo con Democracia, el detalle de su trayectoria, la labor diaria y el esfuerzo de toda una comunidad para que las necesidades no obstaculicen el aprendizaje.

Desde sus inicios, en el hogar

Nacida, criada y formada en Baigorrita, Mariela hizo toda su carrera a escasos kilómetros de su pueblo natal. Antes de recibirse como maestra de nivel primario, con 21 años, ingresó a cubrir una suplencia en los grados superiores de la escuela que sería luego su lugar de trabajo las 3 décadas subsiguientes. “Fue el 27 de septiembre del año 93, no me lo olvido”, señaló. 

Se trata del Hogar Escuela San Miguel, un colegio primario rural al que se accede por camino de tierra desde la Ruta 65 y que, hasta hace poco tiempo, funcionó como un hogar convivencial de varones, en muchos casos derivados del juzgado y con derechos vulnerados. 

“Esto cambió en 2008, con la nueva normativa”, explicó Mariela, quien recuerda que, entonces, los niños volvieron con sus familias pero, a pesar de las distancias, no dejaron de elegir el Hogar San Miguel. Además, el año pasado la institución celebró su aniversario número 50 con un cambio de normativa: también recibe a niñas, y se convierte así en un colegio mixto.

Para 2001, Mariela ya era directora, puesto que, desde entonces, ha sido ocupado únicamente por ella. Una carrera entera en el mundo educativo en un sólo espacio la convierten en un caso poco común en su ámbito.

La escuela

A pocos minutos de su casa, la escuela es el lugar de trabajo donde, a diario, pasa más de ocho horas. Su “segundo hogar”, como lo describe, es el espacio desde donde lucha y trabaja incansablemente para transformar la realidad de muchos niños y niñas.

El Hogar Escuela San Miguel es una institución pluriaño, que organiza la enseñanza por ciclos de entre 15 y 17 alumnos cada uno. Por un lado, primero, segundo y tercero conforman el primer ciclo y, por el otro, cuarto, quinto y sexto son el segundo ciclo. En total, el colegio tiene alrededor de 30 alumnos y 2 maestras, además del directivo, los auxiliares, y el equipo de psicología y de asistencia social. 

El empuje de toda una comunidad sostiene la escuela rural, que no es únicamente una institución donde se aprende, sino también donde se come, se recibe asistencia y se trabaja en conjunto. Es que se trata de una institución de jornada completa, reconocida oficialmente como tal mediante una resolución en 2019, en la que los chicos pasan más de 8 horas a diario.

Cada mañana, ingresan a las 8, desayunan, tienen clases y módulos de inglés, educación física, teatro, folklore y plástica, almuerzan y meriendan, para volver a su casa a las 16:30. “El director y los docentes permanecemos en la institución las 8 horas”, explicó Mariela, que además cubre los diferentes eventos sociales y actos realizados, puesto que el colegio no cuenta ni con vicedirector ni con secretaria.

En dicho sentido, la docente destacó que “tener más horas curriculares impactó positivamente en los alumnos”, puesto que observan año a año que “salen muy bien preparados para el nivel secundario”. 

Sin embargo, en un colegio rural y pluriaño, como es el caso, no son pocas las dificultades que se presentan a nivel pedagógico para enseñar a niños de diferentes edades, con realidades dispares y en el marco de jornadas completas de trabajo. “Es complejo porque uno tiene que enseñar a chicos de diferentes edades con un mismo contenido pero con diferentes progresiones”, explicó Mariela, que reconoció que la clave es “trabajar desde la heterogeneidad”.

Trabajo en red 

Realidades complejas, derechos vulnerados y autosuperación se conjugan a diario en las aulas de la escuela. Pero para atender a las necesidades y, a la par, dar una educación de calidad, es fundamental el trabajo mancomunado con otras instituciones de la localidad. 

En retrospectiva, Mariela, que lleva 30 años en el colegio, se mostró conforme con su evolución. Según señaló, “la escuela creció muchísimo gracias a la ayuda recibida” y, aún hoy, trabajan en conjunto con fundaciones e instituciones locales para concretar proyectos y reformas edilicias.

“Recientemente, con la fundación del Banco Galicia, avanzamos en un proyecto de robótica y en la construcción de nuestro SUM”, señaló, y destacó que, en paralelo, trabajan en red con Servicio Local, por casos particulares; el municipio, que brinda el transporte público y el hospital.

“Algunos de nuestros alumnos son derivados por Servicio Local”, señaló la directora, respecto al organismo municipal que se ocupa de promover y proteger los derechos de los niños, niñas y adolescentes y que trabaja con las instituciones de la ciudad.

Asimismo, en cuanto al sustento, explicó que “el colegio se solventa con el aporte de los socios de la cooperadora y de la ayuda de la institución San Jorge”.

La contención, su prioridad

Desde el 2008, la institución ya no está abocada a que los alumnos pasen la noche allí y, para acceder a ella, deben, diariamente, recorrer kilómetros en ruta y algunos minutos por calle de tierra. “Cuando dejó de ser un hogar convivencial me pregunté `¿ahora quién va a venir?´ y me llevé una grata sorpresa”, expresó Mariela, sorprendida por la “elevada demanda” tanto de niños de Junín como de otras localidades.

Es que no son sólo las materias dictadas, los módulos especiales o el extenso patio de juegos que incluye cancha de fútbol y un sector dedicado a la jardinería. Hay algo más, “hay una cuota de contención, afecto, escucha y amor”, reafirma Mariela. Hay trabajo con las familias y una educación integral, y la prioridad es que no haya pies descalzos bajo el pupitre, panzas vacías frente a los libros ni angustia reprimida para escuchar al docente.

“A cada chico le hacemos una placa radiográfica. Con sólo verlo a la mañana sabemos si durmió bien o si tuvo algún conflicto en su casa”, destacó.

Asimismo, con una convivencia de más de ocho horas a diario, el colegio es un segundo hogar para los chicos, y el diálogo con el docente y especialistas es cotidiano. “Luego de escuchar a los chicos, charlamos en privado con la familia”, señaló Mariela, para quien la contención es primordial.

Como trasfondo, el objetivo de la institución es que los niños no dejen de asistir por circunstancias evitables, puesto que, explicó, “los problemas y conflictos siempre influyen en el aprendizaje, pero hay que trabajar para que sea lo menos posible”. La certeza de que cada grano de arena hace al resultado esperado.

Cabe señalar que, actualmente, el colegio tiene sus puertas cerradas y las aulas vacías. Los docentes y directivos descansan en sus casas pero no se desentienden de su importante rol para numerosas familias. Es que, destacó Mariela, “en el verano el contacto con los alumnos no se corta” y, sobre todo, se hace énfasis en las necesidades materiales que se presenten.

“Desde la escuela les damos siempre útiles escolares, calzado, ropa, uniforme y alimentos”, explicó. 
 
La pasión por educar

En la rutina de Mariela, el Hogar Escuela San Miguel es prioritario. Son más de ocho horas diarias dedicadas no sólo a la educación, sino a la contención, el acompañamiento y aspectos clave como lo alimenticio y la cobertura de necesidades materiales. 

En dicho sentido, la docente y directora señaló que el trabajo “es desgastante”, pero nunca deja de tener su celular “a disposición de todos” para atender los imponderables. “Yo quiero resolver todo y estar atenta para lo que me necesiten”, destacó.

Hoy está donde siempre quiso, el espacio en el que trabajó durante sus 30 años de carrera y que nunca quiso dejar, por el convencimiento de que lo que hace tiene resultados observables.

“El trabajo que elegí es de vocación, lo hago con placer”, destacó, y  remarcó que la escuela la cautivó “desde el primer momento”

A sus 50 años, la pasión y el amor por educar siguen intactos y, a pesar de que el plazo para jubilarse está cumplido, afirma convencida que desea seguir en el cargo para aportar lo que el conocimiento y la experiencia le otorgaron.

“Me encanta la escuela rural, tengo mi corazón puesto en esto”, expresó.