None
BANCOS DE CALLE

Testigos del pulso urbano juninense

Reflejan el ritmo de vida de cada uno de los barrios y algunos guardan historias centenarias.

Cuentan que cuando el reconocido arquitecto Amancio Williams (19 de febrero de 1913 - 14 de octubre de 1989) visitó Junín, lo que más le llamó la atención fue la presencia de los bancos en las veredas. “Los patios de las casas deben ser o bien feos o muy chicos”, razonó aquella vez uno de los arquitectos más importantes de la primera mitad del siglo XX, conocido por sus realizaciones teóricas y por haber diseñado la Casa del Puente (también conocida como “Casa sobre el arroyo”), una vivienda ubicada en la ciudad de Mar del Plata.
En Junín los patios no suelen ser chicos ni feos, ya que se multiplican las casas tipo “chorizo”, con largas galerías y amplias salas. Quizás la respuesta a este rasgo tan típico de nuestra ciudad, no esté en el plano de la arquitectura, sino en un circuito social que, pese al paso del tiempo y el consiguiente cambio de las costumbres, se resiste a desaparecer.
Testigos silenciosos de descansos y confidencias, los bancos son piezas del mobiliario urbano que suelen pasar inadvertidas hasta que el caminante agotado sufre su ausencia.
Sin embargo, producto del vandalismo, pero también del deterioro que se agudiza año tras año, cada vez quedan menos bancos antiguos en Junín (tanto de los elegantes y clásicos bancos ondulados de listones blancos, como los más modernos de líneas austeras, tablas color madera y soportes de hierro) y comienzan a ganar espacio los bloques de hormigón, especialmente en las plazas de los barrios.
Es que la inversión –explican desde el municipio- se tiene que corresponder con el rendimiento, y los bancos de madera son lindos pero sufren sobremanera el vandalismo, que es bastante alto en ese rubro; además, se deterioran bastante con el paso del tiempo y la exposición a la intemperie.
No obstante, los bancos no son el principal blanco de los vándalos, sino los juegos de las plazas, explicó el Secretario de Obras públicas del Gobierno local de Junín.
Actualmente, además de las plazas y parques, hay bancos en la calle céntrica Roque Sáenz Peña, en plazoletas, el Parque Borchex y en el Parque Natural Laguna de Gómez, además de las casas.
En efecto, una recorrida por el casco urbano permite detectar una variada gama de materiales, diseños y edades. Los hay de hierro -con placas y tubos o detalles artesanales-, madera -con tablas o troncos-, granito, cemento y hormigón -con losas o premoldeados-.

Bancos con historia

De la antigua costumbre de colocar bancos de madera o ladrillo en las veredas, bajo los árboles o improvisadas pérgolas, perduran algunos ejemplos en los barrios de casas bajas –Pueblo Nuevo, Barrio Belgrano, Las Morochas, El Picaflor, Nuestra Señora de Fátima- en donde aún se conservan los vínculos de vecindad tradicionales, y las rondas de mate en las tardes de verano siguen vigentes.
“En Pueblo Nuevo, por ejemplo, la gente paseaba mucho, iba al cine, a la heladería, andaba por calle España, y los bancos eran un lugar de encuentro” social, recordó Pinedo.
En efecto, en los barrios de Junín eran muchas las familias que se sentaban en las veredas a merendar o tomar aire, y mientras tanto conversaban con los vecinos; eventualmente, algunas construían bancos para no tener que sacar las sillas una y otra vez.
Como dato curioso, los vecinos más antiguos de Barrio Belgrano contaron a DEMOCRACIA que hace alrededor de 50 años, en la plaza Sarmiento, los hombres se paraban alrededor de la plaza a “piropear” a las señoritas, que desfilaban a la tardecita, acompañadas, tal cual los códigos sociales de la época, de sus madres. Allí, los bancos jugaban un rol importante, ya que era el lugar de interminables diálogos, hasta bien entrada la noche.
Los vecinos comían en la vereda, se cortaba la calle y se hacían bailes, donde asistía toda la familia. Eran otros tiempos. Y la misma situación se repetía en otros sectores de la ciudad.
Los vecinos más mayores relataron que prácticamente no había hechos de inseguridad. “El que era ladrón, estaba en la cárcel y no había arrebatos”, recordó una vecina de Belgrano, de 90 años de edad.

Inseguridad

Pero la ciudad crece (¿progresa?) y con ella desembarcan también los graves problemas de los grandes centros urbanos: droga, arrebatos en la vía pública, asaltos, exclusión social.
De hecho, la apacible vida juninense fue cambiando con el correr de los años y ya no se ve a tantos vecinos compartiendo largas horas de descanso y recreación en los bancos de calle.
El aislamiento –producto seguramente del miedo a los robos- y el individualismo van ganando terreno y los bancos, incluso, o están bien amurados para que nadie se los pueda llevar o están atados con cadenas y candados.
Pero la tradición y su noble espíritu laten en muchas manzanas, especialmente en verano, donde es común ver a muchos vecinos cenar en la vereda, mirando televisión, con la puerta de calle abierta.
Una forma que encontraron muchos vecinos para atenuar los efectos de la inseguridad urbana es salir a la misma hora, previo aviso por teléfono.
Salir a la calle, compartir, charlar con los vecinos, es quizás –valga la paradoja- el mejor antídoto contra la inseguridad y el temor que inmoviliza. Se trata de pensar de qué otras cosas –además del delito- el vecino debe estar atento: ver a los chicos jugar en la vereda, a los abuelos y sus historias, una banda de rock o una murga, una cena con vecinos, una peña, un baile, el club, todas escenas de una vida que no es nueva ni vieja, sino, simplemente, necesaria.

COMENTARIOS