OBESIDAD INFANTIL

Estilos de vida que engordan

Con sus modificaciones sobre los hábitos alimentarios y de sueño, aparecen hoy como factores decisivos en el desarrollo de la obesidad en niños y adolescentes. El doctor Oscar Pereyra da cuenta del fenómeno y de las claves para prevenirlo.

En la actualidad en nuestro país la cuestión del sobrepeso en niños y adolescentes es calificada de «alarmante». De acuerdo a una reciente encuesta oficial, en la Argentina están afectados el 9.2% de los menores de entre 6 meses y 5 años, lo que favorecería en el futuro la aparición de consecuencias severas sobre su salud.

El tema preocupa a los especialistas locales, que asocian el problema a la expansión de nuevos estilos de vida y nuevas tecnologías que alteran la cotidianeidad de los niños, creando hábitos alimentarios y de sueño alterados.

Recientemente, un estudio publicado por la Universidad de Bristol, en Inglaterra, advierte que los desajustes en el sueño a edades tempranas pueden provocar cambios metabólicos que aumentan el riesgo de los niños de desarrollar sobrepeso. Hasta no hace mucho tiempo se sabía que el mal dormir incrementaba el apetito y favorecía el sobrepeso en los adultos. Ahora, estudios realizados por especialistas ingleses pusieron la lupa en los chicos y adolescentes, concluyendo que el mismo fenómeno podría producirse también en esas etapas de la vida.

«La obesidad se ha transformado en un grave problema en salud pública en el mundo, por su creciente prevalencia y por su asociación con padecimientos crónicos como la diabetes, hipertensión arterial, accidentes cardiovasculares, artritis, gota, arte-rioesclerosis y algunos tipos de cáncer, todo en adultos» asegura el Dr. Oscar Andrés Pereyra, médico pediatra local.

De acuerdo al doctor, son los sectores menos privilegiados de la sociedad los que resultan más afectados por esta dolencia, ya que tienen acceso a dietas de menor calidad y menos probabilidad de acceso a actividades deportivas o recreativas con gasto de energía al aire libre. Todo lo cual se vió profundizado por la crisis económica (dieta, hacinamiento y menos espacio para gastar energía, fundamentalmente en niños), y por la inseguridad que retrotrae a los sujetos al ambiente del hogar cerrado. Esto da como resultado una paradoja actual de la que se hacen eco nutricionitas y sociólogos: ricos flacos y gordos pobres.

La obesidad suele comenzar en la infancia y perpetuarse en la adultez; y los niños afectados pueden padecer crueles discriminaciones por su sobrepeso, que afectan negativamente su vida de relación y su desempeño escolar y académico.

«Lo difícil es que en la actualidad no existe ningún tratamiento efectivo de la obesidad que no se base en modificar el gasto de energía y la ingesta calórica» asegura el Dr. Pereyra. «Pero como en todo, lo más efectivo es la prevención, la cual comienza a edades tempranas».

Variables a considerar

De acuerdo al doctor existen una serie de variables a considerar para prevenir la obesidad. En principio, el bagaje genético del niño, de acuerdo a los adultos de la familia. Segundo, la magnitud del exceso de peso (existen fórmulas y tablas para calcularlo). Tercero, la edad del niño (existen diferencias fundamentales antes de los dos años, después y en la preadolescencia). Cuarto, la antigüedad del problema de sobrepeso. Quinto, el medio ambiente en que fue educado y se desarrolló el niño (hay medio ambientes «obeso-génicos»). Y por último, el temperamento y la actividad del niño.

En definitiva, las claves que inciden en la obesidad de un niño son tres: los hábitos alimentarios propios y de la familia; los genes que regulan el apetito, con los que se nace; y la actividad física.

Pero tampoco hay que descartar la influencia de otros factores como: el medio ambiente en que el niño vive; la mayor oferta en comida y la calidad de la misma; el sedentarismo estimulado por la televisión, la computadora y otros artefactos tecnológicos que transformaron el ocio en algo atrapante; y el carácter de la sociedad actual, con sus altos índices de aislamiento, falta de espacios para desarrollo de actividades físicas y la inseguridad.

«En resumen, la obesidad, en su mayor parte, tiene como base un desequilibrio entre la ingesta y el gasto de energía, que es muy difícil de manejar» asegura el doctor Pereyra. Tanto la prevención como el tratamiento requieren en forma indispensable la participación de toda la familia, sin flaquear frente a los procesos sacrificados, los cambios de temperamento de los niños y el costo económico, pero fundamentalmente emocional, al que todos quedan sometidos.