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TRES CASOS EN MENOS DE UNA SEMANA

Preocupación por la seguidilla de suicidios en nuestra ciudad

La psicóloga Evangelina Roncaglia dijo que “puede haber contagio”, pero que no debe existir alarma en Junín.

Durante la última semana, la ciudad se vio conmocionada por la muerte de tres jóvenes,  quienes, en distintas circunstancias y utilizando diferentes metodologías, decidieron terminar drásticamente con su vida.
El primer caso ocurrió el pasado 7 de mayo cuando, luego de discutir telefónicamente con su mujer, Bastiano Sergio Sensa, de 37 años, disparó un arma sobre su cabeza.
Sensa se desempeñaba como custodio de una empresa de Haedo y estaba en nuestra ciudad al cuidado de un camión procedente de San Juan y que se dirigía a la ciudad de Buenos Aires con una valiosa carga.
El mismo día, y por causas que aún se desconocen, Luciano Omar Mesa, de 29 años, se ahorcó en la vivienda que ocupaba, en la calle Mayor López 1.334. Según trascendió, el joven estaba atravesando un fuerte cuadro depresivo.
Dos días después, Abel Ricardo Marchetto, vecino del barrio Villa Talleres, se quitó la vida en el patio de la finca en la que residía.
A sus 19 años, Marchetto tomó la decisión de ahorcarse, siendo encontrado ya sin vida por su propia madre.
Estos hechos, sumados a los dos intentos de suicidio frustrados por la Policía (uno en la Laguna de Gómez y el otro en cercanías de la Ruta 7), generaron una gran preocupación entre los vecinos de Junín, quienes inmediatamente comenzaron a hablar de un “efecto contagio”.
DEMOCRACIA entrevistó a la psicóloga Evangelina Roncaglia, quien si bien no negó la posibilidad de que este efecto exista, intentó tranquilizar a la población, asegurando: “Que los hechos se hayan producido con una cierta continuidad, no significa que se vayan a seguir produciendo”.
 
-¿Puede haber un “efecto contagio” en relación a los suicidios?

Puede haber un contagio, pero que los hechos se hayan producido con una cierta continuidad, no significa que se vayan a seguir produciendo. No hay una causa universal para suicidarse, hay que ver la particularidad de cada caso.
Se puede producir una imitación, una identificación al acto, pero insisto en que hay que ver la singularidad de cada persona.

-¿Los suicidios siempre están relacionados con la depresión?
No siempre, pero es lo más común. En general, los suicidios se relacionan con cuestiones relacionadas con la depresión, con estructuras como la esquizofrenia, la psicosis, lo que no significa que se dé solamente en estas personas.

-¿Qué lleva a una persona a tomar esta decisión?
Tiene que ver con acabar con el sufrimiento de algo. Puede ser un estado de depresión,  de abandono, de soledad, de ausencia de metas o de proyectos en la vida. También con el hecho de sufrir una pérdida importante o un cambio grande, con el sentimiento de culpa, las adicciones…
Muchas personas ven al suicidio como una escapatoria frente a situaciones que no pueden superar, o para salir del estado de angustia o de desesperación en el que se ven inmersos. Entonces encuentran en el suicidio una salida a un rechazo, un dolor o una pérdida.
Pero el suicidio también tiene que ver con estar a la altura de la subjetividad de la época. No es sólo lo particular de cada sujeto, sino que también tiene que ver el contexto económico, político y social en el que la persona está inserta. Hay que ver cómo lo cultural también impacta sobre esta persona.

¿Hay indicios que hagan prever un suicidio?
En las estructuras como la melancolía o la psicosis, puede haber una sintomatología a través de la cual uno puede ubicar determinadas ideas en relación a la muerte o en relación a la posibilidad de querer matarse, pero también puede ser que la persona no lo comunique en terapia.
La psiquiatría marca algunos indicios, algunas características como para sospechar un posible suicidio, pero eso tampoco es garantía. Porque también puede venir al consultorio una persona que está muy angustiada y, sin embargo, no significa que vaya a realizar un acto de este tipo. No hay indicios específicos, lineales, que den la certeza de que una persona se va a suicidar.

¿Se pueden prevenir?
En psicoanálisis no se puede prevenir. El suicidio se interpreta después de cometido el acto, no antes.
Por ahí si uno ve en alguna persona alguna característica totalmente diferente a las habituales, habría que orientarlo para un tratamiento psicoanalítico o psiquiátrico. Pero prevenir un suicidio, imposible.
Por eso, a las personas que noten una conducta de este estilo en un ser querido, les recomendaría que consulten a un profesional.
Si hay alguna sospecha, si ve que la cosa no marcha, si no lo ve bien, debería consultar.

¿Por qué los casos se repiten tanto en los adolescentes?
Los adolescentes tienen que afrontar muchos cambios significativos: hay cambios en lo corporal, en lo laboral y en todos los ámbitos de la vida, porque de alguna manera pasan de ser niños a ser adultos.
Cada caso es particular, pero en la adolescencia hay cuestiones comunes, que son los constantes cuestionamientos acerca del sentido de la vida.
Cualquier sujeto que pierde las coordenadas simbólicas, aquello que nos guiaba, nos orientaba, como la escuela, la estructura familiar, se empieza a desorganizar y empieza a aparecer esto de que la persona se encuentra desorientada. Y esto le pasa mucho a los adolescentes.

Una persona que intentó suicidarse, ¿tiene posibilidades reales de curarse o tiene que seguir un tratamiento de por vida?

Eso se ve en cada caso. Hay que tener presente la historia de vida del sujeto, de la familia, y todo el contexto en el que está inserto. Desde ahí se hace todo un tratamiento. Pero sí, se apunta a que esto en algún momento tenga un corte, a que pueda volver a restablecer estas coordenadas simbólicas para que vuelva a insertarse en sus ámbitos, ya sea el laboral, el familiar, el estudiantil, etc.

¿Hay detonantes comunes?

El motivo principal es el quiebre de la relación con el otro, la pérdida del sostén del otro. Puede ser una discusión con la mujer, una discusión laboral o lo que fuere. Para terminar, quiero citar a Freud, que toma el suicidio como una “irrupción del sufrimiento”, y a Lacan, que dice que el sujeto ofrece su propia desaparición como respuesta ante el otro.

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