Entre los desafíos personales que actualmente muchos hombres y mujeres de mediana edad deciden tomar, la idea de comenzar una carrera universitaria o terciaria, o bien cursos con salida laboral, es tal vez uno de los más provechosos no sólo en cuestiones de aprendizaje sino en lo que a experiencias de vida se refiere.
Aunque más de uno considera que la etapa estudiantil finaliza –o debería finalizar- antes de los treinta, estas cuatro mujeres demuestran que con ganas y fuerza de voluntad siempre se puede crecer. Y no en años exactamente.
Una materia pendiente
Nancy Suárez siempre había querido estudiar Abogacía pero por varias cuestiones personales nunca había podido concretar ese deseo.
“En 2008, cuando finalmente ví que podía hacerlo, decidí animarme y aquí estoy”, cuenta en medio de apuntes y resaltadores, a los cincuenta, en pareja y sin hijos.
“Elegí derecho porque me gusta defenderme y defender los derechos de los demás”, cuenta. Y pensar en la diferencia de edad que habría entre ella y sus compañeros de facultad no fue para Nancy impedimento alguno sino todo lo contrario. “Siempre me sentí muy cómoda, desde el primer día y en el grupo que formé nunca se notó la diferencia de edad a la hora de estudiar” cuenta y agrega con gracia que, “para hacer trabajos prácticos somos todos iguales, pero en las reuniones de mates o en los ratos libres ahí sí soy un poco la mamá que les saca dudas o aconseja”.
Como leer es una de las actividades que más disfruta -de hecho asegura que leía antes de tener seis años- la carrera no le resulta difícil ni tediosa, por el contrario.
“Rendí mi primer final con calificación 8 y lloré mucho pero me di cuenta que podía hacerlo y no dudé en seguir. Hubo materias que desaprobé, lógicamente, pero lo tomé como un desafío y aún lo sigo intentando”, asegura confiada.
Según ella misma explica, nunca recibió comentarios negativos sobre su decisión de iniciar una carrera universitaria sino todo lo contrario, sobre todo el apoyo de su familia que, “siempre estuvo y está presente y pendiente de los resultados de mis exámenes”.
Si alguien le pidiera un consejo, Nancy asegura que repetiría una y otra vez, “que se animen. Es una linda experiencia. Cuesta organizarse porque tenemos otro tipo de obligaciones aparte del estudio pero vale la pena intentarlo. Hay que confiar en uno mismo y cumplir los sueños porque es lo único que nadie nunca podrá sacarnos”.
Al servicio de los demás
Susana Olesas tiene 47 años y está cursando el tercer año de la Licenciatura en Enfermería, la que intenta acomodar entre el trabajo y sus afectos sin descuidar ninguno. Sobre todo a su hija y a su nieto, sin quienes no podría vivir y por quienes asegura “doy todo”.
“Toda la vida estudié”, cuenta Susana en su casa, donde al igual que en la de Nancy se ven apuntes, libros y una PC que según ella misma dice, “me facilita muchísimo estudiar. Es una gran herramienta”.
La historia de Susana es una historia signada por el trabajo y el sacrificio así como una gran fuerza de voluntad.
“Si bien en mi adolescencia no pude terminar el secundario, en el año 2000 tuve mi revancha y lo logré, finalizando con honores, algo que me hizo muy feliz y me dio confianza. Había podido hacerlo después de mucho tiempo”, cuenta orgullosa.
Habiendo trabajado en un hogar de niños y madres solteras, y también como empleada doméstica, Susana siempre tuvo vocación de servicio y atención para con los demás.
“Trabajando de empleada doméstica tuve un accidente así que no pude continuar porque no podía hacer fuerza, pero gracias a mi patrona surgió la posibilidad de ser dama de compañía de una mujer mayor e incluso poder hacer un curso de Asistencia de ancianos, algo que me llevaría después a entrar en la carrera de enfermería”, relata.
Susana está feliz estudiando y sus mismas compañeras confirman el esfuerzo y el tesón con que esta mujer asiste a cada cursada a pesar de las extensas jornadas laborales.
Si bien su idea es poder algún día realizar tareas de ayuda humanitaria, Susana asegura que “quiero recibirme y espero que así sea. La idea es ir perfeccionándome pero hacerlo siempre con el mismo amor”, asegura.
Y tiene todas las chances de lograrlo.
Abrirse al conocimiento
Gladys Pavón tiene 49 años y es divorciada. Tiene tres hijos y un nieto al que mima cuanto puede pero también trabaja y este año eligió agregar algo más a su agenda: se inscribió en el Profesorado de Filosofía en un instituto terciario. “Recién comienzo pero siempre me gustó la filosofía así que estoy contentísima”, explica llena de expectativas y agrega “porque considero que la filosofía es para la vida”.
En cuanto a las cuestiones de edad a la hora de estudiar una carrera, Gladys considera que son irrelevantes. “Mientras tengas capacidad de razonamiento, de análisis y ganas, todo se puede”, asegura con una vitalidad que contagia.
Si bien no considera la posibilidad de enseñar filosofía una vez que termine el profesorado, lo importante para esta mujer es “que no se pierda la creatividad”.
“Hay gente de mi edad que se queda haciendo crucigramas o cuidando nietos, algo que me parece perfecto, pero también hay que hacer cosas por uno y en definitiva por el bien de ellos”, asegura y agrega, “mejorar la calidad de vida en sus valores, en estas épocas difíciles. Hay que hacer vida de la filosofía para que no quede en el libro”, remarca.
Las ganas de Gladys radican en un concepto lo suficientemente verdadero como para ser tenido en cuenta: “si es a esta edad donde comienzan a percibirse los signos del deterioro y el paso de los años, entonces hay que abrirse al conocimiento y contrarrestar ese avance”, confía.
Todo un desafío que Gladys lleva a cabo a la perfección.
Seguir vivo y vigente
Soltera y en la mitad de la vida, guía turística desde hace varios años, Susana Sanviti decidió en el 2010 incursionar en la pastelería. Y le fue más que bien.
“Cuando estudié Técnico Superior en Guía de Turismo, en la Escuela Normal de Junín, lo hice porque me gustaba la carrera y me parecía completísima. De hecho me abrió un panorama de cultura general muy amplio y pude compartir mis estudios con un grupo de gente muy valiosa, con los que pasamos momentos imborrables”, recuerda de su paso por la carrera.
Recientemente recibida también de pastelera, ella asegura que sus dos títulos tienen una parte muy importante en común: “Son dos carreras que van de la mano siempre. Turismo y Gastronomía siempre son placer” asegura Susana con una energía y carisma muy especiales.
Si bien el sacrificio fue grande, Susana asegura que ambas iniciativas le dieron felicidad pues ama tanto cocinar como viajar.
“Todo se hace con sacrificio, trabajando y poniendo lo mejor de uno para llegar a la meta. De hecho en otras épocas, he podido conocer muchos lugares fuera y dentro del país y cuando puedo lo hago con mucha felicidad así como cocinar para mis afectos”, asegura.
Lejos de quedarse con sus logros, Susana va por más.
“Este año estoy estudiando Portugués en la facultad y hasta ahora me parece divertido, interesante y fuera de lo común”.
Susana entiende que sus dos carreras le abren un abanico de posibilidades para el futuro y de hecho le ocurre a cualquier persona, sobre todo, a cualquier edad.
“Nunca es tarde para nada en la vida. Cuando uno siente deseos de hacerlo, tiene que hacerlo. Así se sentirán felices de saber que pueden hacer algo por ellos y que eso es lo más importante, que conocerán otras gentes con distintas inquietudes, con otros proyectos de vida y que eso los va a enriquecer y los sacará de la rutina y del devenir diario que a veces agota. Estudiar, reunirse, compartir, empaparse de conocimiento es una vivencia sin igual”.
Y como si quedaran dudas de la energía que irradia su personalidad, Susana agrega, “estudiar algo por más pequeño que sea o aprender algo siempre te mantiene vivo y vigente”.
HISTORIAS DE JUNINENSES
Animarse a estudiar después de los 40
Cuatro mujeres demuestran que la edad no es importante a la hora de elegir una carrera.
COMENTARIOS