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Rubén Aguilera: “Mis sueños más locos, se desbordaron absolutamente”

Como músico, productor, arreglador y director trabajó con muchos de los artistas populares más reconocidos del país. Fue amigo y socio de Sandro. Afirma que la música fue el vehículo que le permitió desarrollar su curiosidad.

Sandro, Ginamaría Hidalgo, María Martha Serra Lima, Los Panchos, Leonardo Favio, Armando Manzanero, León Gieco, Julia Zenko, Marilina Ross, Paz Martínez, Pablo Ruiz, José Ángel Trelles, Andrea del Boca, Silvestre, Sabú, Carlos Mellino, Dúo Vivencia, Juan Marcelo, Trío San Javier, Los Cantores de Quilla Huasi, Cuti y Roberto Carabajal, Jairo, Violeta Rivas, Daniel Toro, Carlos Torres Vila, Cacho Tirao, Manolo Galván, Tormenta, Bárbara y Dick, Yamila Cafrune, Sebastián, Valeria Lynch, Gianfranco Pagliaro, Los Iracundos, Las Trillizas de Oro, Daniel toro, Aldo Monges, Raúl Padovani, Rubén Matos, Tarragó Ros, Verano del 98, Gastón Barral, Patricia Sosa y La Torre, son solo algunos de los grandes artistas con los que trabajó Rubén Aguilera, ya sea como músico, productor, arreglador o director de escenario.
Con 70 años recién cumplidos, Aguilera repasa su trayectoria en la que se convirtió, indiscutiblemente, en una referencia artística de Junín que llevó su música y su creatividad al mundo.

Primeros años
La música estuvo siempre presente en la vida de Aguilera. A los cuatro años fue a aprender piano, a los siete se presentaba en el Concejo Deliberante y a los 14 se recibió de profesor.
Integró grupos de folkclore y después fue guitarrista de Los Teddys, una agrupación de mucho éxito en Junín. A sus 18 años formó Magia Negra con el Flaco Biondini, Roberto Veros y Armandito Álvarez, una banda muy importante con la que llegó a Buenos Aires.
“Eso nos permitió estar con los popes de aquella época, como Los Gatos, La Joven Guardia, Roque Narvaja, Raúl Porchetto, León Gieco”, recuerda.
Cuando Biondini se fue a vivir a Italia, se terminó Magia Negra y Rubén se quedó en Buenos Aires.

Productor
Trabajó un tiempo como músico sesionista y grabó con grandes artistas de la época. En 1975 estuvo tres meses de temporada en Mar del Plata como músico de Ginamaría Hidalgo. “De repente se me abrió el mundo porque su director, Gustavo Beytelmann, me introduce en el mundo del profesionalismo”, explica.
Fue asesor de las grabaciones en el sello Microfón, que en ese momento tenía a todos los artistas de folkclore más otros populares. Así fue como intervino en discos de Los Quilla Huasi, Sabú, Camilo Sesto, Manolo Galván y otros.
Cuando Beytelmann se fue del país, Rubén debió volver a empezar. “Más allá de la capacidad que yo pueda tener, mi carrera siempre fue una cadena de hechos afortunados”, afirma.
Un encuentro casi fortuito con Pichín Bueno -el padre de Rodrigo- hizo que ingresara a la CBS. Ahí fue productor y arreglador. Con Bueno también fue impulsor de la carrera de varios artistas, como Raffaella Carrà (hasta entonces no era conocida en el país) o María Martha Serra Lima.
Permaneció dos años en la CBS como productor de planta y en 1979 se independizó, puso mi propia productora, y también siguió trabajando para esa y otras compañías.

Otro golpe de suerte
En 1981 lo convocaron para producir una voz de Sandro: “Después de hacer esa grabación nos quedamos hablando, se hicieron las cuatro de la mañana, de ahí nos fuimos, me llevó a mi casa, nos quedamos charlando estacionados en la puerta hasta que se hizo de día. Es decir que tuvimos onda desde el primer momento”.
Eso los unió. Y, con el tiempo, grabaron más de setenta temas juntos, de los cuales se publicaron unos cincuenta, fueron socios en una empresa productora, explotaron una editorial, un sello discográfico y un estudio de grabación, y también produjeron espectáculos. “Y, además, fui amigo personal de él”, agrega Aguilera.
Fueron socios hasta 1991. Luego Rubén siguió haciendo producciones propias y empezó a trabajar para el exterior, con artistas como Los Panchos, Manolo Galván y Armando Manzanero.

Regreso a Junín
En 1992 murió su padre y para él “fue algo brutal”, por lo que regresó a Junín. “Sentía que Buenos Aires me había quitado la alegría de estar con mi viejo, con mi familia, con mis amigos de toda la vida”, desliza.
No obstante, siguió haciendo trabajos para la Capital, grabó con Leonardo Favio, hizo películas, pero de a poco, se afincó definitivamente acá.
Durante siete años dirigió el Coral Junín, compuso, produjo a Gastón Barral, que entonces iniciaba una carrera nacional y puso una escuela “de la que salieron muchos buenos músicos”.
En 2006 lo convocaron para formar parte de Los Iracundos y todavía es uno de sus integrantes en las giras que el grupo hace por el exterior.

Balance
Con más de seis décadas como artista, Aguilera se encuentra en un gran momento personal. Mientras piensa cómo va a hacer para vivir una parte del año en Junín y otra en la montaña -tal es su deseo- está en conversaciones para hacer una nueva gira internacional con Los Iracundos.
En ese marco, al momento de hacer un balance, señala: “La música fue el vehículo que me llevó a conocer y experimentar cosas, y a desarrollar mi curiosidad. Fue una pasarela que me hizo conocer de todo, me permitió viajar, actuar, ver espectáculos, llegar a muchos lugares del mundo: mis sueños más locos, se desbordaron absolutamente, y eso se lo debo a la música”.

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