Cristian Mignacco, Gisela Gralatto y sus hijas Jazmín y Zoe son los aventureros a los que les gusta viajar en La Toli.
UN EMPRENDIMIENTO SINGULAR

“La Toli”: Una aventura sobre ruedas

Cristian Mignacco adquirió una combi, trabajó sobre ella seis años para restaurarla y ponerla en condiciones y hoy la utiliza para viajar en familia. “Ese tipo de experiencias son muy particulares, se disfrutan mucho”, afirma.

Cuando vio esa combi Volkswagen T2 modelo 1981, desvencijada, prácticamente tirada en una esquina, Cristian Mignacco pensó en comprarla y restaurarla para hacer viajes con su familia. Parecía insólito, pero visualizó ese cúmulo de hierros derruidos como su futuro vehículo para tomar la ruta. Fue un impulso, tal vez inspirado en las vacaciones de su niñez, cuando su padre desarmaba la parte de atrás de la camioneta en la que hacía reparto de golosinas, cargaba unas cuchetas que él mismo había hecho y partían hacia Entre Ríos, Santa Fe o la Costa.
“¿Y si la compramos?” le dijo Cristian a su pareja, Gisela Gralatto. Le resultaba una buena idea para compartir con sus hijas Jazmín, de dos años por entonces, y Zoe, que era una bebé.
Así fue que se embarcaron en una empresa que, casi siete años después, tiene a La Toli como protagonista de viajes y aventuras.

La Toli
En el año 2015 los food trucks eran la novedad y Cristian prestaba atención a cómo acondicionaban esos tráilers para darle un uso comercial y gastronómico. Y fue, en ese contexto, cuando vio la combi casi abandonada, que hasta le crecía pasto en el piso, pensó en adquirirla y transformarla.
“Estaba tirada, y había que hacerle todo: chapa, pintura, motor, interior, equipamiento”, enumera hoy, en diálogo con Democracia.
Ya encaminado en el proyecto, Mignacco se fue metiendo en grupos, páginas y foros para interiorizarse en el tema.
Primero la combi fue al chapista, que la tuvo más de un año. Algo similar ocurrió el que empezó con la mecánica, aunque la terminó haciendo él. Y el pintor también la tuvo alrededor de un año. “Requería un trabajo muy artesanal, entonces se extendían los plazos”, explica.

“Ese tipo de viaje es muy particular, son momentos especiales”.

Cristian ya formaba parte de grupos de viajeros y propietarios de este tipo de vehículos, y mucho antes de tener el suyo terminado, organizó un encuentro de combis en la Laguna de Gómez: “Aunque no tenía a La Toli lo hicimos igual, porque queríamos conocer esta gente y ver otras combis. Ese es todo un mundo en sí mismo”.
Después de cambiar las butacas y retapizarlas, organizó su primer viaje para febrero de 2020, pero se rompió el motor. Un mes más tarde, la pandemia obligó a seguir retrasando la partida.
“A partir de ese momento me puse de lleno con el equipamiento”, señala: “A cada encuentro que iba miraba todas las combis para sacar ideas, le preguntaba a cada uno cómo habían resuelto algunas cosas, qué convenía más, y de cada uno tomaba algo”.
Después de varios borradores, definieron qué hacer y trabajó en eso el propio Cristian con su padre. “Hicimos el diseño de manera que la combi sea nuestra habitación cuando viajamos -cuenta-, si bien tiene lugar para poner un anafe o una pava eléctrica, lo que hacemos es poner un gazebo al lado, al que le hicimos algunas reformas para que no se meta el agua”.

Viajes y encuentros
Seis años pasaron hasta que el vehículo estuvo en condiciones.
A finales de 2020 la familia hizo un campamento en la Laguna, para probar, y en febrero de este año La Toli hizo su primer viaje oficial: fueron hasta Colón, luego pasaron por Federación y, de ahí, bajaron hasta Gualeguaychú, para finalmente regresar.
“Todo es parte de la aventura, el viaje no empieza cuando llegamos a destino, arranca cuando salimos de casa”, comenta Mignacco.

“Se viven cosas únicas en esta experiencia, se disfruta mucho”.

Según dice, ese viaje de bautismo fue “extraordinario”. Y sirvió para confirmar que su impulso inicial de tener este medio de transporte fue correcto.
“La combi tiene magia y la gente se acerca”, asevera Cristian: “En Federación mi nena se puso a vender algunas artesanías que hace y estaba re contenta. Después de eso, a cada lado que íbamos ella quería armar el puestito. Y las personas venían atraídas por La Toli”.

Aventuras
Muchos años han pasado desde que comenzó este proyecto, cuando la combi no era La Toli, que fue bautizada así porque al principio a Jazmín, que tenía dos años, no le salía la palabra combi, decía “toli”.
Pero, más allá del tiempo transcurrido, esta es una historia que recién empieza. La de una combi que es más que un vehículo, que ayudó a sobrellevar los cumpleaños de Zoe y Jazmín en plena pandemia, cuando la ‘lookearon’ para salir a repartir sorpresas a sus amiguitas, o que los acompañó a celebrar el triunfo de la selección argentina en la Copa América, volviéndose una atracción en sí misma.
“Esto me saca de la rutina”, dice Cristian sobre La Toli. Y concluye: “Ese tipo de viaje es muy particular, son momentos especiales, se viven cosas únicas en esta experiencia, se disfruta mucho. Lo que uno ve cuando va andando es que a todo el mundo le sacás una sonrisa, te miran de esa manera, y no es poco”.