almacen de ramos generales
Construcción de ladrillo a la vista en el barrio Pueblo Nuevo.
FINALES DEL SIGLO XIX Y PRINCIPIOS DEL XX

De ladrillo y barro: las primeras casas que forjaron la identidad de los barrios de Junín

De la mano de los inmigrantes españoles e italianos, que arribaron a la Argentina en busca de un mejor futuro y del techo propio, los pequeños pueblos fueron ganando altura y se expandieron rápidamente, con más fuerza luego de la Primera Guerra Mundial.

Entre fines del siglo XIX y principios del XX, el barro y el ladrillo fueron un pilar importante para el crecimiento de las localidades, ya que fueron los principales materiales para la construcción económica de viviendas y almacenes de ramos generales en Junín y del resto de la Provincia.

De la mano de los inmigrantes españoles e italianos, que arribaron a la Argentina en busca de un mejor futuro y del techo propio, los pequeños pueblos fueron ganando altura y se expandieron rápidamente, con más fuerza luego de la Primera Guerra Mundial. 

Basta con recorrer Villa Talleres, Pueblo Nuevo, El Picaflor, Nuestra Señora de Fátima, 9 de Julio y el área céntrica de Junín, para apreciar estas edificaciones que, algunas, perduran intactas en el tiempo y otras han sido demolidas.

Principalmente, “los consumidores de ese sistema fueron los inmigrantes que llegaron después de la guerra. Los italianos, en su mayoría albañiles, usaban ese sistema de construcción asentando los ladrillos en barro, ya que era mucho más económico y no existían los materiales que se usan ahora”, explicó a Democracia, Néstor Violino, un experimentado en el rubro de la construcción, hijo y nieto de “muratori” que llegaron desde San Daniele del Friuli.

“La técnica es la misma que se utiliza ahora para colocar los ladrillos comunes. La tierra se amasaba con una azada, ya que no había maquinas mezcladoras, se estiraba y se colocaba con los ladrillos. Se mezclaba con paja y estiércol de vacuno”, explicó.
“Hoy estamos padeciendo el haber quitado la primera capa buena, ya que tenemos un suelo poco fértil. La tierra negra, además, se utilizó para hacer los ladrillos en los hornos”, indicó.

Por lo general “se usaba mucho hacer paredes de 30 cm, y no tabiques que 15, ya que era mucho más sólido. Si se observan las casas ‘chorizo’ suelen tener la pared frontal de 45 o 60, porque lógicamente el barro no tiene la consistencia del material que se usa ahora”, apuntó.

 “Yo diría que son muchísimas las casas de este tipo que hay en Junín y la mayoría se encuentran en el pleno centro de la Ciudad, como el edificio donde funcionaron las escuelas Patricias Argentinas y Comercial”, reconoció.

En aquel entonces “la gente trataba de estar lo más cerca posible de la plaza, colegio, comisaría o el ferrocarril. Cuando yo era chico, en calle Arias, que era casi toda de tierra, las casas antiguas que había estaban hechas de barro”, recordó.

Continuando con la entrevista, Violino indicó que la mayoría de estas estructuras eran construidas por “pequeños constructores locales que tenían hasta seis obreros cada uno”, explicando que “no había empresas especializadas en la construcción de edificios que fueran destinados a obras públicas”.

“En mi barrio, en la zona de Arias y Vázquez Diez, estamos las familias Timo, Violino, Piuzzi, Iacuzzi y Cattivello, Stefanuto, todos inmigrantes italianos y albañiles, que se instalaron más o menos cerca porque no conocían a nadie más”, expresó.

“Mi abuelo (medio oficial) y padre (oficial) eran albañiles los dos, e hicieron sus casas de barro para vivir, como en la que yo nací. Con los años, si era necesario, se podía corregir algún sector con cal u otro material”, subrayó.

Por último destacó que “el edificio Conde, de hormigón armado, fue un hito en la Ciudad en el año 1935, donde trabajó mi padre y mi abuelo con los constructores Enrique Dell'Acqua y Domingo Toppazzini”.

Almacenes de ramos generales
De marcado estilo italiano, un claro ejemplo de este tipo de construcción fueron los almacenes de ramos generales, de líneas simples, que estaban compuestos por paredes de ladrillo cocido de 30x15x5 centímetros asentados en barro amasado y pisado por caballos.

Estas llegaban a tener hasta un espesor de 45 centímetros, y estaban elevadas sobre cimientos del mismo material de 60 cm de base, con una altura entre 4,5 a 5 metros en la que se construía un cielorraso tipo bovedilla, de ladrillos tejuelas montados sobre una estructura de vigas de pinotea de 3 x 9 pulgadas y alfajías transversales de 1,5 x 3 pulgadas.

Estos ladrillos, que dispuestos “de plano” o “de panza” sobre la estructura de madera formaban un techo aislante, eran unidos en su cara de arriba con una capa de barro, capa aislante que, junto con el ladrillo, aplacaría los rigores de las altas o bajas temperaturas que desde el exterior transmitiría el techado de chapas de zinc que era montado de una estructura de madera –cámara de aire mediante- sobre el cielorraso. 

En algunas construcciones se ha encontrado por sobre esa capa aislante de barro y ladrillo, un techado de cerámica azotea, y recién sobre este, el techado de zinc. Por sobre la altura del techo, las paredes se prolongaban en sólidas cargas que terminaban con cornisas delicadamente ornamentadas con molduras, salientes y barandales con columnas o alabastros.

Los revoques interiores, -imprescindibles para la higiene y buena imagen del local- estaban hechos a la cal “apagada” y mezclada con polvo de ladrillo fino. Los exteriores se realizaban con arena fina, cemento blanco, cemento negro y cal apagada.

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