Desde la trinchera: la incansable labor de los médicos intensivistas
UN DRAMA QUE AFECTA FUERTEMENTE A LA REGIÓN

Desde la trinchera: la incansable labor de los médicos intensivistas

En diálogo con Democracia, cinco especialistas que trabajan en las unidades de cuidados críticos contaron cómo es afrontar la pandemia en la zona clave de intervención. Se refirieron al desgaste y la frustración ante el avance del virus, que ataca de manera cada vez más agresiva.

Esta semana, Junín alcanzó la ocupación total de camas de Unidad de Terapia Intensiva (UTI) para pacientes con Covid-19 y la situación se replicó en otras localidades de la Región, donde se observa un panorama cercano al colapso. 
En este contexto, en diálogo con Democracia, cinco médicos especialistas de la Región en Terapia Intensiva se refirieron a cómo es afrontar la pandemia en la primera línea de acción y todos coincidieron en que se trata del momento más difícil de sus trayectorias.

“Seleccionar pacientes es algo catastrófico”
Alberto Quereda (53) es médico especialista en Terapia Intensiva (UNLP-SATI), director del hospital municipal de Chacabuco y también se desempeña en la UTI del HIGA. 
“Se modificó el requerimiento de acuerdo al grupo etario, tenemos más personas muy afectadas de entre 30 y 50 años. En Chacabuco hay muchos contagios diarios y pacientes internados, sabemos que un porcentaje de ellos puede evolucionar mal y eso nos hace temer sobre la saturación de Terapia Intensiva. Hoy estamos en un 70% de ocupación, es muy alto, todos pacientes en asistencia mecánica respiratoria”.
“El Covid tiene mucha masividad, con alto porcentaje de pacientes críticos, genera frustración la alta tasa de mortalidad, la frustración se traduce en el descenso de la resiliencia: en vez de generar cohesión de equipo se generan conflictos por la saturación de horas que se trabajan. Intentamos resolverlo con diálogo, tuvimos reuniones y vimos que tiene que ver con la angustia, tenemos pacientes que evolucionan desfavorablemente y son contemporáneos a los que estamos ahí, hay una transferencia e identificación que genera estas alteraciones”, contó Quereda en diálogo con Democracia. 
Pese a que, en general, el riesgo de muerte en terapia intensiva es más frecuente que en otras áreas, Quereda consideró: “Nosotros tenemos el fallecimiento de las personas como una compañía dentro de las terapias intensivas, pero en Chacabuco nos pasó que murieron dos personas de 44 y 45 años en 72 horas, por la misma patología. Tenemos recursos terapéuticos que terminan siendo pocos porque, en muchos casos, la evolución no es adecuada; hay pacientes con mucha afección pulmonar y esto no se trata con antibióticos sino con maniobras para tratar de mejorar la oxigenación de un paciente. No tenemos más alternativas terapéuticas que el sostén hasta que pase la tormenta que está desatada en el organismo del paciente y que sobreviva”.
“Vemos que los pacientes no quieren entrar a terapia, tienen miedo, muchas veces se niegan y les explicamos. Temen dormirse y no despertarse más. Les decimos que es la posibilidad de sobrevivir que tienen, lo peor que nos puede pasar es perder la empatía con ellos”, dijo el Dr. Quereda y añadió: “Para un médico de terapia tener que llegar a seleccionar pacientes es algo catastrófico, estamos hablando de personas jóvenes que están cursando esta enfermedad. Esto depende de nosotros y de la población: no va a haber institución local ni de la zona que pueda absorber la demanda por el mal cuidado de la comunidad”.

“Te piden que no los dejes morir”
Lisandro Aguilera Alessio (36) es médico especialista en Terapia Intensiva (UNR-SATI) y se desempeña en la UTI del Sanatorio Junín y en la sala general de pacientes con Covid del HIGA. “El virus está mucho más agresivo y notamos que hay muchas personas con secuelas pos-covid, fueron dados de alta y regresan con arritmias y problemas pulmonares y con resultados muy malos. Nunca pensé que íbamos a tener esta pandemia tan virulenta, es cansador física y mentalmente. Tenemos gente cada vez más joven con respiradores: en este momento un paciente de 33 años y dos de 40. No esperábamos eso”, cuenta el Dr. Aguilera y agrega que “entre los que trabajamos con pacientes Covid se escucha mucho esto de ‘¿Otro paciente Covid?’. Es todo el tiempo coronavirus, muchas derivaciones, nos avisan que quieren mandar un paciente y tenemos que decirles que no tenemos cama; entre nosotros hablamos mucho del cansancio, se enferma un compañero y hay un enfermero para varios pacientes, eso está pasando. Los enfermeros ponen la vida; además tenemos miedo de contagiarnos y de contagiar a nuestras familias”. 
“Cuando hablamos con los pacientes les vamos pidiendo, de a poco, que no se agoten con la respiración, que eviten llegar a hacer ese esfuerzo para respirar, porque después es más difícil sacarlos. Muchos de ellos nos dicen que no dan más, nos piden que los intubemos. ‘Por favor, respiranos’, ellos te lo piden”, cuenta Aguilera y amplía: “Una señora me dijo ‘por favor intubame y no me dejes morir, tengo una hija de 17 años’ y eso mentalmente nos liquida, tenemos la presión no solo de intubarlos, sino también la sensación de que no sabés si va a salir y hay una familia atrás”. 
“Pienso en el fin de la pandemia, en que en diez años vamos a estar hablando de esto, de cómo lo pasamos; con esto se refuerza la idea de que es muy importante la higiene, el lavado de manos y el agua potable, a nivel mundial”, reflexiona el médico y agrega que “las pandemias tienen un ciclo, nos tenemos que preparar para la próxima, esto nos va a llevar un tiempo más. En este momento no tenemos camas en la UTI para pacientes Covid, aunque es muy dinámico: ¿Qué hacemos si tenemos un paciente de 80 años con respirador y nos llega uno de 26? En ese caso vamos a tener que consultar al Comité de Ética”. 

“No hay antiviral en el mundo que amortice esto”
Jorge Ibáñez (61) es médico especialista en Terapia Intensiva (UNLP), jefe del área del hospital municipal de Leandro N. Alem y también se desempeña en la UTI del HIGA en Junín. “Desde la gripe A que no veíamos pacientes tan jóvenes afectados por el virus, hay menores de 60, incluso de 40 años, la diferencia es que en 2009 era más alto el índice de recuperados, salían más rápido. Hay mucha contagiosidad, del cien por ciento de contagios el veinte por ciento se complica y, de ellos, el cinco por ciento va a terapia. Esto es exponencial, por lo que en ese cinco hay cada vez más gente: hoy tenemos 70% de camas de terapia ocupadas y muchas personas internadas en la sala general de Covid”, relata Ibáñez a Democracia.
“En 2009, con la gripe A, hubo muchos pacientes ventilados pero la mayoría de ellos anduvieron bien, ahora siete de cada diez fallecen, es una enfermedad muy grave cuando compromete los pulmones, vemos pacientes sanos, de entre 30 y 40 años, muy complicados”, cuenta Ibáñez y agrega: “Para tratar al coronavirus, a nivel mundial, solo tenemos betametasona y colchicina. Hay vacunas, pero pocas, las cepas ahora son más contagiosas, hay que seguir cuidándose. No hay otra droga, no hay antiviral en el mundo que pueda amortizar esto”. 
Respecto de la contención del paciente y la familia, el especialista señaló que “trabajamos en conjunto con los médicos del piso, cuando el paciente ingresa a terapia es para ser ventilado. Inducimos a coma y están entre dos, tres o cuatro semanas, lo que necesiten, si el paciente está en estado extremadamente crítico tenemos un protocolo para que un familiar pueda ingresar a verlo. Nosotros hemos perdido compañeros, acá falleció un pediatra, tenemos compañeras aisladas con Covid, se genera temor de que se puedan complicar o que hayan contagiado a un familiar. Charlamos y nos damos ánimo, estamos muy expuestos y todos tenemos una familia que nos espera”.
“Necesitamos que la gente tome conciencia y se cuide, tenemos pacientes jóvenes y uno de ellos se queda con la última cama. Tienen que mantener distancia, lavarse las manos y usar barbijo, este virus no perdona a nadie”. 

“Es un trabajo ingrato y muy pesado”
El juninense César Pastorino (56) es médico especialista en Terapia Intensiva (UNR) y director del hospital municipal Saturnino Unzué de Rojas. En diálogo con Democracia, coincidió en que están atendiendo a pacientes más jóvenes en estado grave y señaló: “Nos llama poderosamente la atención que, algunos de ellos, no tienen comorbilidades ni antecedentes, eso nos preocupa, nos hace pensar que puede haber circulación de nuevas cepas; en Rojas vamos a investigar si hay circulación de cepa Manaos u otras para estar informados y predispuestos. Hay una mortalidad alta en general y, si bien esto no tiene fuerza estadística, vemos en las terapias de la zona una mala evolución de manera rápida, en comparación con el año pasado”.
“Es angustiante poner el respirador a un paciente y saber que tiene altas chances de andar mal. Por otro lado, hay una alta exigencia de trabajo, a muchos pacientes hay que pronarlos y eso implica trabajo extra, sumado a cambiarse rápidamente por una urgencia, tener cuidado de no contagiarse. Uno trata de buscar fuerzas y apoyarse en otras cosas para estar bien predispuesto al momento de tomar la guardia y hacer lo mejor posible”, cuenta Pastorino y agrega: “Esta pandemia es distinta a las que hemos vivido los médicos que tenemos algunos años, por lo masivo y lo extensivo en el mundo, calculo que por la globalización. No hay forma de pararlo y controlarlo, hubo países que estaban bien y de repente no lo pudieron contener más: Uruguay, Chile e India”.
“En este momento se revaloriza el trabajo del médico terapista, que está encerrado en una terapia intensiva, es ingrato, vivimos trabajando con pacientes críticos, la mayor gratitud es salvarlos. Es importante el reconocimiento económico pero también el de la sociedad, ahora se está viendo con distintos ojos, es un trabajo fundamental. A pesar de todo lo malo, es momento de reivindicar a los médicos de terapia intensiva, enfermeros y kinesiólogos, es un trabajo muy pesado”, cerró. 

“Es inhumano recurrir al Comité de Ética”
Ricardo Masagué (57) es médico especialista en Terapia Intensiva (UNR – Hospital Británico) y jefe del área en el Sanatorio Junín. En diálogo con Democracia, aseguró que es el momento más difícil de su trayectoria de más de treinta años y destacó que “ha muerto mucha gente y todavía falta”.
“Es muy difícil manejar esto, realmente a veces la cama hay que inventarla, como decimos en nuestra jerga, no hay otra manera hoy. Entra un paciente a la guardia muy grave y hay que atenderlo e internarlo, nos llaman de otras instituciones y tenemos todas las camas ocupadas, hay personal aislado, enfermo, hisopado, no tenemos gente para controlar a los enfermos. Llaman mucho queriendo derivar de Trenque Lauquen, Pilar, Carmen de Areco…”, contó Masagué. 
Consultado por el procedimiento una vez alcanzada la capacidad de camas de Terapia Intensiva, el especialista dijo que “no recibimos derivaciones y dejamos un espacio muy chiquito y limitado para atender a un paciente que esté alojado en piso o terapia intermedia y pueda complicarse. En este caso, el enfermero triplica el trabajo porque no existe esto de llamar a un enfermero más porque ingresan dos nuevos pacientes a la UTI. El trabajo de los enfermeros es realmente heroico y son los que peor la pasan porque son los que están todo el día con el paciente”. 
“Todavía no hemos tenido que establecer prioridades, lo que estamos notando es que en esta ola se enferma más gente joven y hoy tenemos tres pacientes de treinta y pico y cuarenta años. Ojalá nunca nos toque tener que decidir a quién dar prioridad, es muy inhumano tener que recurrir a un comité de ética para decidir o tener que decirlo uno si uno se queda en la sala general o pasa a la UTI”, contó Masagué y añadió: “La angustia es por la monotonía del trabajo, se produce desgaste porque todos los días son iguales, no hay sábados, domingos ni feriados y por mucho tiempo. Nosotros elegimos terapia intensiva sabiendo lo que tenemos que afrontar, tenemos cierta personalidad que se va creando en el camino transitado, el riesgo de muerte está siempre alrededor nuestro, pero lo que nos desgasta es que estamos viviendo enfrascados con pacientes graves”. 
“Nos contenemos entre todos, tratamos de tapar todos los agujeros, en estas situaciones todo provoca estrés, tratamos de sobrellevarlo. La dirigencia nos ayuda mucho y nos ha equipado como corresponde”, dijo Masagué y agregó que “es la etapa más difícil de mi carrera en casi 33 años, se ha muerto mucha gente. Y todavía falta. Hay que tratar de soportar hasta que el cuerpo dé, para esto estudiamos y nos sacrificamos todos los días. Hay que seguir firmes”.

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