ENTREVISTA CON DEMOCRACIA

Martín Lousteau: “Tiene que haber PASO siempre”

El senador nacional y exministro de Economía resaltó que "las reglas no se cambian nunca en un año electoral, mucho menos se suspenden". Sobre el rol del radicalismo en Juntos por el Cambio advirtió: “Los lugares no se reclaman, se ganan”.

El senador nacional Martín Lousteau visitó ayer la redacción de Democracia, antes de un encuentro con dirigentes y militantes en Junín, de cara las elecciones internas del radicalismo, previstas para el próximo 21 de marzo.
Con miras al fortalecimiento de su armado político, el exministro de Economía durante la gestión de Cristina Kirchner y exembajador en Estados Unidos durante el gobierno de Cambiemos apoya en territorio bonaerense la lista que encabeza Gustavo Posse, que aspira a conducir el Comité Provincia. La lista 14 (Protagonismo Radical), que encabeza Posse, es acompañada por la vicerrectora de la Unnoba, Danya Tavela.

-¿Qué está en discusión en estas elecciones internas de la UCR?
-La interna es una instancia de construcción de otra cosa. La elección general de octubre es muy importante porque va a marcar si la sociedad puede esperar algo distinto de acá en más. No importa el número específico que resulte de la elección, sino la construcción de una alternativa que pueda ganarle al kirchnerismo y que además no sea la repetición del pasado reciente. O sea, si somos capaces de construir entre todos una alternativa más amplia, que tenga no solo figuras nuevas sino además comportamientos institucionales diferentes dentro de la coalición. Y para eso hace falta que el radicalismo también actúe diferente.

Queremos una sociedad que sea moderna y de iguales.

Tiene que haber lugar para el disenso en Juntos por el Cambio.  

 

Escucho a correligionarios que reclaman no estar en el asiento del acompañante o conducir, pero los lugares no se reclaman, se ganan. Se ganan con voz, con votos o se ganan con propuestas y capacidad de gestión. Nosotros queremos un radicalismo que deje de hablar hacia adentro y empiece a hablar hacia afuera. Eso es lo que se dirime en la próxima elección, qué radicalismo queremos, que pueda contribuir a la construcción de una coalición más grande, que pueda generar alternancia definitiva en la Argentina. 

-La experiencia reciente evidenció que no hubo un diálogo ecuánime entre los integrantes del frente. 
-Sí, efectivamente. No funcionó y podemos estar achacándonos responsabilidades mutuamente dentro del frente, pero creo que es una discusión estéril. En esa elección, cuando fuimos a las PASO, el radicalismo perdió ocho a uno con el PRO. Es muy difícil acordar programas de gobierno cuando uno pierde ocho a uno. Hay que construir un radicalismo que tenga vocación de crecer hacia afuera. Nos hablamos mucho entre nosotros y a mí me parece que en la interna tenemos que hablar con los afiliados que quieran venir a votar, pero también con los que no van a venir a votar, con aquellos que se identificaron como radicales en algún momento y están decepcionados. A esos hay que hablarles. La interna es un espacio para comunicarse con todos ellos y después dirimir cómo se conduce, con qué reglas, qué coalición tenemos que construir. 

-Usted define al espacio como socialdemócrata, pero ¿cómo conviven con los sectores más duros del macrismo?
-El radicalismo ha representado a lo largo de su historia una democracia moderna. Y está bien que hoy, en el mundo, las lógicas sean las coaliciones y es bueno construir una Argentina bicoalicionista. Dentro de las coaliciones va a haber inclinaciones distintas. Y para mí está claro que el PRO representa un pensamiento más conservador con respecto a la sociedad, que lo que tradicionalmente representó el radicalismo. Tenemos que reivindicar esto que queremos y después la que dirime quién conduce es la gente cuando vota en las PASO y en las generales. Por qué nosotros somos socialdemócratas y por qué decimos que hay otros sectores que son más conservadores, porque la diferencia fundamental que hay que plantearse es si uno cree que el statu-quo está bien, si uno cree que es justo o si hay algo que puede hacer el Estado para modificar ese estado de cosas. Antes de nacer hay una lotería que nos dice dónde vamos a nacer y con qué entorno. Un Estado socialdemócrata minimiza ese entorno, minimiza el peso del entorno en el desarrollo personal, familiar. Eso es lo que nosotros pretendemos. Y ahí tenemos perspectivas diferentes a muchas cosas, a cuáles son los servicios esenciales que debe brindar el Estado, si no brinda una buena salud, educación, seguridad de calidad, una Justicia que no sea, como reza el Talmud, que sostiene ‘desgraciada la generación cuyos jueces merecen ser juzgados’. Si no somos capaces de enfocarnos en lo esencial y después incorporar algunas cosas del siglo que estamos viviendo, dispersamos la potencia del Estado en cosas que la Argentina no debería estar dispersando. Y la vocación o la intensidad con que defendemos esas cuestiones hace a la diferencia con aquellos sectores a los que les 
preocupa menos la mejora continua de estos elementos, que son los que transforman la sociedad, haciéndola más próspera y más igualitaria. No podemos pretender prosperidad para pocos, que es el statu quo de la Argentina, y no podemos pretender ser iguales en la mediocridad. Queremos una sociedad que sea moderna y de iguales.

-¿A qué atribuye el fracaso económico de los últimos años?
-Faltó una discusión más estructural de por qué la Argentina hace tanto tiempo que está así. El ingreso por habitante de este año va a ser parecido al de 1973, pero tenemos diez veces más pobreza, entonces está claro que es un fracaso colectivo que se va acumulando, por más que en algunos momentos tengamos episodios de crecimiento, a la larga esos episodios son inconsistentes y eso afecta el tejido social y productivo y, obviamente, la prosperidad general del país. Cuando uno comienza a hurgar un poco en las causas, una de las causas fundamentales es que el país hasta la década del 60 construyó un Estado que era mejor que el resto de los de Latinoamérica, un Estado que estaba al nivel de los estados europeos. Desde los 60 hasta acá, nuestro Estado no solo se ha vuelto peor en términos absolutos -gasta mucho más y nos brinda mucho menos-, sino que además ha perdido la competitividad contra otros estados que han mejorado con un ritmo más elevado que el nuestro. El Estado tiene dos caras: los bienes y servicios que nos brinda y el costo. Para transformar la sociedad esos bienes y servicios tienen que ser buenos, pero a la hora de producir estamos exportando indirectamente nuestro Estado porque es un costo fundamental dentro de la producción. Y si nuestro Estado es caro y malo, a aquellos que producen les cuesta mucho más poder competir. Y a medida que el Estado es más caro y es peor, no atiende ni un lado ni otro, que para mí son las dos caras de la moneda. Hay una parte del espectro político que mira el equilibrio social y dice 'necesito cada vez más gasto, porque tengo una realidad social cada vez más complicada'. Y hay otra parte de la política que mira el equilibrio macroeconómico. Y para mí son dos caras de la misma moneda y esa moneda se llama productividad del Estado. Tenemos que volver a lo esencial, administrarlo con sensibilidad, pero con mucha rigurosidad. Y hay algo que perdió el radicalismo y tiene que recuperar, que es la vocación de gestionar. La vocación de pasar a la incomodidad, porque la gestión tiene sus riesgos, tanto en el sector privado como en el público, pero es la única manera de transformar la realidad. Si no tenemos un radicalismo que es de superestructura, que está cómodo en un país cada vez más incómodo; y eso a nosotros no nos gusta. 

-¿Cree que tiene que haber PASO?
-No solo ahora, tiene que haber PASO siempre. Las reglas electorales no se cambian nunca en un año electoral; mucho menos se suspenden. Además, las PASO generan algunos comportamientos que son muy positivos y que a veces son subvalorados. Hay un proceso de fragmentación política en todo el mundo, en la Argentina venía a pasos acelerados y las PASO han vuelto a reconfigurar el mapa de los espacios políticos. Hoy tenemos la misma cantidad de partidos que teníamos antes de la crisis de 2001-2002. Es decir que el sistema empieza a tener otro tipo de consistencia. Un día el expresidente de Chile, Ricardo Lagos, dijo que el deber del largo plazo está en el partido político. Las ideas, la generación de dirigentes, las plataformas, todo esto está con el partido político. Pero hoy también, de acuerdo a cómo funcionan los medios, tenemos una democracia de personas, en la que hay emergentes sociales o referentes que surgen y son muy importantes. Y las PASO permiten unificar la institución política con personas que tienen buena validación y pueden participar en una PASO. Es la manera de unir dos factores que son muy importantes en las democracias actuales: la institucionalidad y las personas. Si no tenemos PASO, ¿cómo se dirimen siempre las cuestiones internas? Con una discusión entre pocos. Los dirigentes que no defienden las PASO y prefieren dirimir todo entre pocos es porque no tienen confianza en el veredicto de la gente.

-¿Está de acuerdo con una eventual suba de las retenciones al campo?
-Creo, como ha demostrado también el gobierno del presidente Mauricio Macri, que las retenciones, dependiendo de las circunstancias que existan, son siempre un instrumento que uno tiene dentro de la caja de herramientas económicas, dependiendo de la gravedad, sabiendo que afecta a un sector, pero viendo la totalidad de las urgencias que pueden existir en un país. Creo que los problemas que la Argentina viene acumulando, y particularmente en la pandemia, al inicio de un nuevo gobierno, porque el presidente recién cumplió un año e hizo una promesa que para mí fue muy importante, llamó a suturar heridas y empezar a cerrar la grieta. Entonces me parece que algunas manifestaciones del presidente y alguna manera de encarar el debate público y el diálogo con distintos sectores va en contra de esa declaración. 

-¿A qué atribuye el elevado precio de los alimentos?
-Esa es una cuestión que a veces al kirchnerismo le gusta discutir con eslóganes y es que alguien es responsable de la suba de precios, alguien es responsable de la especulación, de la concentración económica. La concentración económica de la Argentina no es distinta de la de Chile, Colombia, Uruguay, seguramente sea inferior, y todos tienen inflaciones que son diez veces más bajas que la de Argentina. Nuestro país tiene cuestiones macroeconómicas que hacen que no solo tengamos un pulso inflacionario permanente alto, un déficit muy importante financiado con inflación, sino que además, como parecemos ignorar lo importante que es para los precios el tipo de cambio, dejamos que tenga vaivenes muy abruptos y cada vez que hay una devaluación importante, como consecuencia de nuestra propia historia, eso se traslada a precios. Y eso te da las dos cosas, una velocidad crucero y aceleraciones de tanto en tanto, además matizadas por algunas circunstancias particulares, si hay sequía, si suben los precios internacionales. Adjudicar la inflación a los empresarios, en una economía que este año puede tener un 50 por ciento de inflación, me parece que es, otra vez, elegir un eslogan para resolver un problema real, instalar la discusión política en un año electoral, en lugar de abocarse a construir entre todos cómo resolver las cuestiones de la Argentina. 

-¿Cómo analiza el rumbo del actual gobierno?
-Veo un gobierno que, en palabras del propio presidente, decidió que lo que tenía que hacer es poner a la Argentina de pie. Nunca se preguntó ni trató de hablar con el resto de los sectores para elegir hacia dónde caminar. Me parece que un país, con la trayectoria que tiene la Argentina, tanto positiva en un momento como de estancamiento y decadencia después, pensar que el objetivo es solo ponernos de pie, en lugar de pensar colectivamente cómo vamos a ser mejores todos juntos, es un acto de poca ambición, poco inspirador. Encima le tocó convivir con la pandemia, que en todos lados del mundo ha traído dificultades adicionales muy importantes a la hora de gestionar el Estado, sobre todo porque se tienen que tomar decisiones en circunstancias anómalas o con poca información. Ahí también el presidente pecó en no querer hablar con la oposición. Y hay un tema adicional que me parece muy importante desde la perspectiva socialdemócrata, y es que este es un momento, por la pandemia, para repensar las instituciones del Estado y es una materia que se debe abordar de manera colectiva. 

-¿Se siente más cerca de Cristina o de Macri?
-Claramente formo parte de una coalición que piensa que los abusos institucionales y el cortoplacismo a la hora de tomar decisiones son manifestaciones de apropiación del Estado por parte de alguien o de una facción política, a veces para hacer daño a contrincantes. Y eso genera la degradación permanente de nuestro Estado, la alteración de reglas. Tengo muy claro de qué lado estoy. Ahora también, dentro de nuestra coalición, cuyo último presidente fue Macri, tiene que haber lugar para el disenso. Muchas veces he manifestado diferencias con el rumbo económico que tenía el gobierno de Cambiemos y creo que eso es sano. No creo que anular la discusión sea bueno, que plantar candidatos sea bueno para la rica vida del interior del país, que venga alguien y diga en tal distrito tiene que ser candidato tal y lo traigo de tal lugar, creo eso va en la dirección contraria a cómo deberíamos construir el país.

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