En momentos difíciles, la danza fue un sostén para Rosello.
RECONOCIDO BAILARÍN DE NUESTRO MEDIO

Gonzalo Rosello: “Cuando bailo se me llena el espíritu”

Pasó por diferentes agrupaciones y en 2012 formó el ballet Achalay, que tiene una vasta trayectoria en el ámbito local y regional. La danza fue un sostén para poder superar las cuatro operaciones que le practicaron cuando le descubrieron un cáncer.

Para Gonzalo Rosello, la danza fue una manera de sobreponerse a los obstáculos que la vida le puso en su camino. En los últimos diez años lo operaron cuatro veces por un cáncer que reaparecía empecinadamente cada vez que se lo extirpaban, y en todo ese tiempo lo sostuvo -además de sus afectos- su pasión por al baile.
Estuvo en importantes agrupaciones hasta que en 2012 fundó Achalay, un ballet que en estos años se ganó un nombre de relevancia dentro del folclore en Junín y una amplia región.

Sus años en el ballet
Rosello cree que la danza le viene en la sangre. Su madre nació en Santiago del Estero, tiene primos en Salta que son músicos y bailarines, otros en Arenales que también son artistas, y fue por sus propios intereses que él se metió en la danza: solía ver que en la sociedad de fomento del barrio Ferroviario ensayaba el ballet Fuerte Federación y se quedaba mirando, hasta que una vez se animó a entrar y pidió ver cómo era.

Cuando me subo a un escenario, soy otra persona. Gonzalo Rosello. Bailarín

El folclore es un hecho social, más que artístico. Gonzalo Rosello. Bailarín

Así arrancó. Permaneció en ese grupo un mes y después pasó al ballet Pampa y Malón, de Nieves Oros. En ese entonces, Gabriela Armándola, que era la directora del Ballet Municipal Carlos Pico, lo vio bailar y lo convocó para esta agrupación, que estaba en proceso de reconstrucción. Tenía trece años y durante un largo tiempo formó parte de los dos ballets.
A sus 16 decidió quedarse exclusivamente en el municipal, el lugar que le permitió acompañar a grandes artistas. “Recuerdo cuando vinieron Cuti y Roberto Carabajal a La Ranchería -relata-, fui seleccionado y pude bailar para ellos. Gabriela preparó una chacarera estilizada y la hice descalzo, cuando terminé Cuti me dio una palmada y me dijo: ‘Chango, te quiero ver en El Patio de la Abuela pero, aunque sea, con un par de alpargatas’”.
Estuvo en el Ballet Municipal hasta los 22 años. Estudió Medicina en Rosario y Abogacía en Junín, pero la falta de tiempo lo impidió seguir. Cuando fue padre también tuvo que dejar la danza, porque las responsabilidades le demandaban 16 horas de trabajo en un taxi.
A los 27 años le descubrieron un cáncer y, después de hacer terapia, volvió a hacer danza con Fernando Montivero, en el Ballet Nehuén, que venía a Junín. “Quería volver a mis raíces, despejarme la cabeza y volver a lo que me gustaba”, afirma.

El cáncer
El primer médico que lo atendió le hizo numerosos estudios y le diagnosticó una infección. Al tiempo vino su hermano de Villa Constitución, que es médico, y le dijo que tenía tumores. Fue entonces a otro profesional y lo operaron de urgencia: le sacaron un carcinoma y un teratoma.
“Supuestamente estaba todo bien, pero al tiempo me descompuse, me hice un chequeo y me encontraron ramificaciones, que estaba en estadío dos”, cuenta Rosello. Después de un tratamiento de cuarenta sesiones de quimioterapia, volvieron a operarlo, en una intervención en la que le fisuraron la aorta, pero pudo salir después de un largo tiempo en terapia. Ahí regresó al folclore.
En 2012 tuvo otra recaída con ramificaciones que le tomaron la parte renal y pulmonar, y después de otros cuatro ciclos de quimio, le hicieron un autotransplante de médula ósea.
Increíblemente, en 2014 tuvo nuevas complicaciones, otra quimio y una nueva intervención quirúrgica. En ese entonces, tuvo un gran apoyo de todo el ambiente del folclore en Junín, cuando se organizó la campaña “Juntos por Gonzalo”, que le ayudó a costear los gastos.



La danza
En todo ese proceso, la danza fue un sostén muy importante. “Yo había vuelto al ballet para despejarme de todo lo que me pasaba por la cabeza y eso me ayudó mucho en los momentos duros”, señala.
Cuando se desarmó el ballet Nehuén, pasó por un par de agrupaciones que tuvieron corta vida, hasta que en 2012, al no encontrar su espacio, formó el ballet Achalay.
Al definir el estilo que quiso imprimirle al proyecto, señala: “Cuando bailábamos, zapateábamos todos, mujeres y varones. Ahora es común, pero en ese momento la mujer hacía el zarandeo y solo zapateaba el hombre. Y también traté de que haya un aire familiar y de buena convivencia”.
Aunque en el último tiempo antes de la cuarentena eran poco más de treinta integrantes, llegaron a ser 50 bailarines. Se presentaron en numerosos escenarios y participaron en festivales, como Cultura Campo.
Adicionalmente, Rosello también se inclinó por el tango y forma parte de la compañía “2 x Cuore”.

Balance
Según dice, la cuarentena le está dejando un sabor amargo: “Se extraña mucho el baile, las juntadas, el mate, las charlas, los abrazos, las peñas, la gente, porque esto es una familia, es un lugar sin maldad”.
Y al momento de hacer un balance, concluye: “La danza me da alegría, cuando bailo se me llena el espíritu. Disfruto de cada momento. El folclore es un hecho social, más que artístico. Cuando me subo a un escenario, soy otra persona. Cuando armé el ballet, el objetivo era que con Achalay pudiésemos pisar todos los escenarios que sean posibles, algo que está pasando. Lo lindo es llevar nuestras raíces a todos los lugares posibles”.