WALTER DANIEL GULLACI DICTO EN LA UNNOBA CLASES SOBRE PERIODISMO DEPORTIVO

Un periodista bahiense contó en Junín cómo vivió el horror de la guerra en Bosnia

Por la cobertura de esa experiencia recibió el premio de la SIP a la mejor investigación periodística.

Es uno de los periodistas que vino a dictar el curso de Periodismo Deportivo en la UNNOBA, auspiciado por Democracia.

Atravesó diversas experiencias profesionales, pero una lo marcó profundamente: La cobertura, durante diez días de junio de 1995 y junto a un fotógrafo, de lo que sucedía en la Guerra de los Balcanes, en la zona de Croacia, Serbia y Bosnia.

Por ese trabajo recibió el premio de la Sociedad Interamericana de Prensa a la mejor nota de investigación periodística, otorgado por el diario Miami Herald, que le entregaron en Los Angeles.

Se llama Walter Daniel Gullaci, bahiense de 43 años, actualmente a cargo de la sección Deportes de La Nueva Provincia.

Una experiencia impar


DEMOCRACIA quiso saber qué le significó ir al frente de una de las guerras más cruentas, como la de Bosnia. «Como a todos los periodistas, en un momento se te produce un ‘clic’», responde». «En ese momento venía trabajando en distintas secciones del diario y apareció esta oportunidad. El hecho supera al periodista. Cualquier periodista que pudiera haber estado dentro de esa contingencia bélica, es imposible que el material fuese malo. Hay que ser muy burro para que no sea así. En ese momento, un periodista que trabajó muchos años en Clarín me llamó y me dijo: ‘Walter, te doy un consejo: no te metas en nada que tenga que ver con el conflicto en sí, ni con problemas entre países. Contá historias. Andá y contá historias’. Y eso fue lo que hice, desde el primer día hasta que me fui. Historias. Muchas, desgarradoras, pero que mostraban el sentido de la vida. Era un contraste muy complicado, pero que también debía definirse porque sinó hubieran sido todas notas lacrimógenas. Y de alguna manera se encontró el punto para poder desarrollarlo. La Sociedad Interamericana de Prensa me dio un premio, lo fuimos a buscar a Los Angeles, en fin...Fue una situación que en lo personal, más allá del periodismo, me sirvió muchísimo en lo humano», resume.

La vergüenza de Europa

En el diario La Nueva Provincia lo llamaron a Gullaci y le dijeron que estaba esta posibilidad para que fuese a la guerra de Bosnia. «Para mí fue como si me dijeran que iba a cubrir un mundial de fútbol. Lo que pasa es que ésto era con contingencias muy duras. Ahí ves, en el medio de Europa, la vergüenza de Europa» se exaspera. Instalada en un lugar que tiene un paisaje maravilloso, hermosísimo, y con gente que, por poblemas de religión, hacían de la vida un cultivo de cómo destrozar al otro, pero no como una guerra convencional. Acá había ensañamiento, esa es la palabra, básicamente de gente poderosa», ilustra.

«Aquí había fuerzas de la ONU, instaladas en pleno terreno, y te preguntabas cómo puede ser que haya fuerzas francesas de paz, y por otro lado Francia le vendía armamento a Serbia para que liquidaran a los musulmanes».

Mala ambivalencia

Cuenta que habló, básicamente, «con gente común. Con serbios, croatas y musulmanes. Era las tres vertientes que pude desarrollar el trabajo».

Sobre el manejo profesional en un medio donde no conocía el idioma, Walter Gullaci agradece: «Gracias a Dios me manejaba con una chica, Mila, que era serbia de sangre y croata de nacimiento. Con lo cual tenía esa ambivalencia de que en Serbia la pasaba mal, y en Croacia también. Tenía 25 años. Se le notaba en sus palabras su descreimiento, su confusión de sentimientos. Era todo muy complicado. Y ella me presentaba situaciones; me ayudó muchísimo. Gracias a Dios que se me cruzó -insiste- la pude encontrar y a través de ella recibí un apoyo fundamental».

Como un perrito

De esa experiencia le quedaron historias, claro. Pero algunas más reveladoras y dolorosas que otras.

«Esa historia la he contado acá, en Junín, pero no la quise reflejar en fotos. Era el caso de un chiquito serbio, de doce años, que estaba en Croacia. Vivía en una casa totalmente destruída en Patrak, una ciudad croata. Le habían matado a los padres, a la hermanita, y a él le habían pegado un hachazo en la cabeza y tenía el cráneo totalmente hundido. Era terrible verlo. Una imagen demasiado fuerte, con un dilema periodístico que a veces tenemos: decidimos no publicar la foto. Era un perrito. El chico era un perro...No le daba bola a nadie, estaba tirado ahí...Era una escena muy dura», se estremece.

La mirada del odio


Agrega que también recuerda otra historia. «Fue con un hombre muy mayor, que era croata. Había una especie de grupo comando que se llamaba «ustasha» y los que estaban en ese grupo le hacían la vida imposible a este hombre, que había peleado en la Segunda Guerra Mundial. Son gente muy habituada a las guerras. Y a este hombre lo insultaban, le hacían cosas. Todo era mirarlo con odio y decirle barbaridades, pero como una cosa normal. Y muchos vivían mezclados. Es una cosa en la que te decís ‘no puede ser’. No lo podés interpretar».

Y a cien kilómetros, Venecia

Este Diario le preguntó cómo salió mentalmente de todo eso al regresar a nuestro país. Pero Gullaci aún sigue envuelto en las imágenes de esa experiencia terrible. «Cuando estás metido en el medio...», comienza.

 Se detiene. La piensa mejor recuerda la llegada a esa tierra ensangrentada. «Cuando llegamos estaba todo oscuro. Nos instalaron en un hotel totalmente a oscuras. El primer día nos levantamos a la mañana y en una especie de patio grande había un hoyo enorme. Cuando nos preguntamos nos dijeron, ‘ah, éso; sí, fue un obús que cayó hace dos días’.

Y uno no está acostumbrado a éso. Tampoco está acostumbrado a que estás en Venecia, y a cien kilómetros se están matando y destrozando con tanta saña. Repito: la vergüenza de Europa», subraya.

Ser o no ser


Finalmente la inquietud de cajón: si se presentara nuevamente una oportunidad parecida, ¿irías nuevamente?

No la piensa. Cambia el tono, habla más calmo: «Son distintas situaciones. En ese momento yo tenía 32 años (ahora tengo 43); tengo más hijos, una vida mejor organizada. Quizás no lo haría, pero no por mí. Pensaría todo lo que tengo, y uno que siempre se pregunta ‘¿si falto yo, qué pasa?’».

Tras un silencio breve, hace replay. «Quizás me tendría que cuidar un poco más en ciertas cuestiones. Si pasa, será cuestión de analizarlo. Para un periodista es fenomenal, y en lo humano tremendamente fuerte», concluye.

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