CONSECUENCIAS DEL AISLAMIENTO

Nuestra Sra. de Fátima: Menos movimiento y caída en la actividad comercial

La cuarentena también produjo cambios notables en este sector. La plaza Eusebio Marcilla, un punto de encuentro para una gran cantidad de gente, hoy se ve totalmente vacía. Más allá de que la flexibilización generó algo más de movimiento, los negocios todavía tienen menos ventas.

El progreso de Nuestra Señora de Fátima fue lento y sin estridencias. Lejos del boom inmobiliario de otros sectores, este fue ganando atractivo para muchos juninenses que hicieron de esta zona una de las más buscadas para residir, a partir de que aquí se respira una atmósfera de tranquilidad, muy “de barrio”, ubicado a unas pocas cuadras del centro.
La remodelación de la Plaza Eusebio Marcilla, ejecutada hace poco más de seis años, terminó de coronar ese desarrollo. Con la colocación de luminarias y juegos, lo que era un espacio oscuro e inseguro se convirtió en un lugar de reunión de familias y chicos.

Uno veía las calles desoladas y parecía una película. Parece que, de a poco, vamos saliendo; esperamos que se empiece a retomar la actividad. Nicolás Ruggeri. Vecino y comerciante.

Aquí también –como sucedió en muchos otros barrios– la cuarentena decretada por el Gobierno nacional generó un cambio sustancial, y la plaza que era punto de encuentro y juegos hoy se ve prácticamente desolada. Como así también se ven otras zonas. Es que, si bien la flexibilización produjo algo más de movimiento, todavía se está muy lejos de lo que fue. “Cuando uno veía las calles desoladas y parecía una película. Gracias a Dios parece que, de a poco, vamos saliendo, que en Junín no hay casos, así que esperamos que se empiece a retomar la actividad normal”, comenta a Democracia Nicolás Ruggeri, comerciante de este barrio.

Menos movimiento
La plaza es el lugar donde se ve más claramente la merma en la circulación. “No se ve mucho movimiento”, dice Ruggeri quien, junto con Rosana Cairo, tiene un cotillón a la vuelta.
En tanto, Marisol Cornago, que atiende el tradicional comercio de repuestos de autos ubicado frente a la plaza, también advierte que la calma allí es notable: “Tiempo atrás casi que no podíamos ni dormir, y ahora está muy tranquilo. La gente respeta el aislamiento, cada tanto se ve alguno caminando o algún chico jugando, pero son muy pocos. En este momento se cumple con las restricciones”.
“Hay algo de movimiento, pero no lo que era antes”, resume Alicia Rodríguez, una histórica vecina de Fátima, propietaria de una panadería y fábrica de pastas. Y agrega: “Este siempre fue un barrio tranquilo y ahora lo es mucho más. Además, llegan las cinco de la tarde y no se ve a nadie”.
Los entrevistados por Democracia y TeleJunín coinciden en este punto: a partir de las 17, cuando cierran los comercios, es absolutamente menor el desplazamiento de gente por las calles del sector.

Los comercios
En este barrio también se ven los efectos económicos de la cuarentena.
“Tuvimos cerrado como un mes. Cuando pudimos lo reabrimos, con todos los recaudos necesarios, con alcohol en gel, tapabocas y atendiendo por la puerta del costado, pero el movimiento no es el mismo que el que había antes”, explica Cornago. Y puntualiza que el comercio “sigue bastante planchado”, más allá de lo que se pudo vender de manera telefónica.
“Estuvimos casi dos meses cerrados porque no sabíamos lo que iba a pasar, pero después tuvimos que abrir”, añade Rodríguez.
El cotillón de Rosana y Nicolás también estuvo cerrado algunas semanas, hasta que les habilitaron la reapertura. “Utilizábamos el delivery, porque fue justo la época de Pascuas y habíamos hecho una inversión para vender chocolate, así que tomamos pedidos de los clientes y a través de las redes, y si bien no fue lo mismo que con el negocio abierto, pudimos manejarnos”, dice Cairo.
En cuanto al cumplimiento de las medidas de prevención, los comerciantes coinciden en que se cumplen sin problemas y que los consumidores ya adquirieron los nuevos hábitos. “Atiendo siempre de a uno –indica Cornago–, la gente espera afuera, lo mismo que el tapaboca, se lo ponen todos, así que esas costumbres se están acatando”.

Nunca visto
Otra coincidencia entre los entrevistados es la excepcionalidad de este momento. “Se ve que hay más gente en la calle, pero el barrio cambió”, observa Ruggeri, a quien la situación le parece “de película”.
Del mismo modo, Cornago, cuya familia está aquí desde hace cincuenta años, enfatiza en lo extraño de esta época: “La verdad que nunca imaginé ver el barrio así, es muy triste. A mí me encanta que la gente lo disfrute y verlo así no me gusta nada”.

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