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CORONAVIRUS

Sin miedos, reabren comercios en Morse

Propietarios y clientes viven con tranquilidad la habilitación de nuevas actividades. Tres historias diferentes en un pueblo sin presencia del virus.

El acceso a Morse, por la Ruta 46, se extiende unos tres kilómetros. Una vez atravesado, la primera edificación que asoma son las instalaciones de la cancha de pádel, de gran actividad hasta el decreto de la cuarentena obligatoria. En la cuadra siguiente funciona el local SG Peluquería Unisex, que reabrió sus puertas el miércoles 6 de mayo, pocas horas después que la provincia autorizara la solicitud presentada por el Gobierno de Junín.   
“Arranqué con unas ganas tremendas de trabajar, una gran necesidad, aprovechando también que el virus no está entre nosotros. No se sabe qué va a pasar más adelante”, confiesa la peluquera Silvina Giuliani, con más de 13 años de trayectoria en el rubro. Por las restricciones municipales, apostó por un horario de atención de 9 a 17, solo con turnos confirmados. “Las primeras en venir fueron las señoras del barrio, con ganas de charlar. Muchas me llamaron durante la cuarentena para que las atendiera pero no lo hice. Hasta se me enojó alguna”, recuerda con una sonrisa.
La rutina dentro del salón se modificó radicalmente producto de la amenaza por Covid-19. Ya no se comparte una “ronda de mates ni café, caramelos o masitas”. Los concurrentes permanecen el tiempo mínimo e indispensable, un cliente por hora. Al ingresar con barbijo dejan todas sus pertenencias en una mesa, se colocan alcohol en gel y se sientan en el sillón “sin nada en la mano”. También se dispuso de un trapo de piso con lavandina en la puerta. 
“Yo no tengo miedo, las clientas tampoco. Pero es importante seguir cuidándonos. Nadie se salva solo”, destaca Silvina, que por su parte utiliza barbijo y lentes durante su tarea. Entre turno y turno, realiza una desinfección general del lugar y los instrumentos utilizados, además de separar las toallas para su lavado. “Siento que reviví, otra vez en actividad. Trabajando soy feliz”. 

Capacitación y angustia 

La kinesióloga Mariana Pedersoli vivió la etapa más restrictiva de la cuarentena con sensaciones opuestas. Por un lado, aprovechó “el tiempo libre” para capacitarse y continuar formándose en la especialidad, hasta subió a sus redes algunos tutoriales de ejercicios de movilidad. Por el otro, sus ingresos económicos se redujeron drásticamente y se angustió por los tratamientos de rehabilitación interrumpidos. “Me ponía muy mal los pacientes que me llamaban necesitando mi atención. Una sola vez, con el permiso de las autoridades locales, acudí en un caso de extrema necesidad”.
Liberada la actividad, Mariana retomó las visitas a domicilios a adultos mayores y el miércoles 13 reabrió su consultorio. “La noche que se comunicó que podíamos volver a trabajar conté 27 mensajes pidiéndome turnos. Al otro día me puse a organizar la apertura”, cuenta en referencia al centro que inauguró el 7 de septiembre 2018. Allí también brindaba clases de pilates, por ahora en espera.
En un principio, piensa recibir solo “gente del pueblo”, aunque calcula que el 40 por ciento de sus pacientes proviene de localidades vecinas como Irala y O’Brien, más Baigorrita.
De 8 a 17 ingresa un paciente para rehabilitación por hora. En la entrada del local hay una mesa con toallitas húmedas y aerosol desinfectantes, alcohol en gel y barbijos, por “si alguno se olvida de llevar”. Luego de cada sesión la joven profesional desinfecta íntegramente el box, la camilla y los elementos utilizados. “No es cómodo brindar servicios con barbijo y máscara, pero no nos podemos descuidar. El uniforme lo separo para lavar cuando llego a mi casa”, detalla Mariana, quien trabajó hasta mediados de marzo en Marathon, en el Club Sarmiento y la Clínica Rehabilitación Junín sobre Ruta 7. “Tomé la decisión de independizarme, nunca pensé que iba a pasar todo esto”.

Venta online 

De la última tanda de comercios autorizados figuran aquellos dedicados a la venta de indumentaria y calzados. Piruetas y Modas Norma llevan más de 15 y 25 años de vigencia en el pueblo, respectivamente. El local más antiguo abrió al otro día de levantada la restricción, en el horario de 9 a 12 y de 15 a 17, momento en que pasa un equipo de desinfección de la Asociación Bomberos Voluntarios de Morse. “El martes y miércoles hubo una buena concurrencia, muchos clientes tienen cuenta corriente. Igualmente pasaron de a uno o dos como máximo, respetando las recomendaciones sanitarias. Después se normalizó”, cuenta Natalia Carrasco sobre el comercio de su mamá, Norma. Piruetas, de su propiedad y lindante a la tienda familiar, aún funciona en “modo cuarentena”, de manera parcial. 
“Descubrí todas las ventajas de la venta a través de internet, algo que me era desconocido. Antes me iba a Buenos Aires y trataba con los viajantes. Eso se terminó durante el aislamiento”, explica Natalia, quien con el asesoramiento de su hijo mayor aprovechó las nuevas herramientas digitales. “Trabajé hasta el último día y no me moví más por un tiempo. Pero luego los clientes me fueron pidiendo y consultando sobre determinados productos. Así descubrí nuevos proveedores. Invertí en pijamas, que nunca había vendido, y ropa deportiva. La apuesta salió muy bien y comenzamos a entregar a domicilio”, relata. Especializado en indumentaria para chicos, el “efecto cuarentena” resultó positivo para Piruetas: sumó “nuevos clientes”, amplió proveedores y, a la vez, “incrementó el uso de tarjetas de crédito y transferencias”. 
“Por supuesto esta adaptación no fue fácil, tuvimos problemas de logística y demoras. Gracias al celular y a las redes sociales pasamos esta etapa. Actualmente estamos terminando de realizar las entregas. Veremos cómo siguen las ventas ahora que la gente puede salir a comprar”, concluye Natalia. 

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