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Desinfección frente de la Cooperativa Eléctrica de Morse.
MORSE

Pandemia en la “cuna de cosecheros”: cómo se vive la cuarentena en Morse

El lunes 20 de abril se cumplió el primer mes de cuarentena obligatoria en todo el territorio de la República Argentina. En Morse, “cuna de cosecheros”, sus vecinos la atravesaron con un “alto grado de responsabilidad social”, según destacan las autoridades del lugar. El canto de los pájaros, el silencio a la hora de la siesta y el silbido de los silos son hoy, por momentos, abrumadores. Más aún de lo habitual tras el cierre de galpones y la partida de contratistas rurales y empleados a la cosecha. 
“Morse no clausuró ninguno de sus accesos, cuando sí lo hicieron en otras jurisdicciones. Por un lado, por la imposibilidad de contar con personal para efectuar un control de 24 horas al día. Por el otro, porque íbamos a incomodar a todos sus habitantes, principalmente a los que viven en los campos. Lo mismo con los vecinos del pueblo de Irala que pasan por Morse para acceder a la Ruta 46”, explica Matilde Calaza, delegada municipal. 
La intención de centralizar el ingreso al distrito ubicado a unos 25 kilómetros de la ciudad de Junín no solo buscaba registrar entradas y salidas de vehículos. También se pensó en “desinfectar las distintas unidades en circulación”, como sucede con el “arco” instalado sobre la Ruta 7. Una vez descartada dicha opción, sí se implementó junto con la Asociación Bomberos Voluntarios de Morse una rutina diaria de desinfección de locales y lugares transitados, desde el primer sábado de cuarentena. 
“Buscamos desde el inicio llevar tranquilidad a comerciantes y vecinos. Depende de cada propietario si, además de la desinfección externa, también se efectúa en el interior”. La recorrida se desarrolla todos los días a partir del horario de cierre de las 17. Para dichas tareas los Bomberos de Morse “compraron los trajes de protección y los equipos”, mientras que el municipio de Junín provee los insumos.
Aquel primer sábado de cuarentena, una camioneta de Bomberos recorrió las calles del pueblo reproduciendo una grabación por altoparlantes. La voz de Fabio Craviotto, jefe del Cuartel de Morse, informaba sobre los alcances del decreto presidencial y la obligación de permanecer en sus hogares. Desde entonces resultó muy difícil ver chicos en las calles, la plaza Dr. José Bartís y la plazoleta de los Niños permanecieron desiertas, y nadie se atrevió a caminar o andar en bicicleta a lo largo de los 3 kilómetros de acceso. 

“Todos los vecinos han tenido muy en cuenta la gravedad de esta pandemia, la importancia del aislamiento social. Que nos sirva este esfuerzo tremendo que estamos haciendo los habitantes de Morse”.

Docencia e infracciones

Con la implementación de la cuarentena los “operativos selectivos de identificación de personas, solicitados expresamente por los vecinos, quedaron en segundo plano”, reconoce Alexis Carmona, encargado del Destacamento de Morse desde octubre de 2019. “Nos enfocamos en cumplir con los protocolos. Priorizamos el control de los comercios y que la gente permanezca en sus domicilios. Siempre con una actitud docente. Trabajamos junto a la Delegación y Bomberos. Todos estamos en la misma batalla. 
“El personal a mi cargo se tomó la tarea muy en serio”, asegura el Oficial Ayudante. En ese sentido, los comercios habilitados administran la cantidad de personas en su interior y quienes trabajan allí utilizan las medidas de protección requeridas. 
El Destacamento de Morse está conformado por el encargado, un segundo oficial y 12 suboficiales. Ante la facilidad con que se propaga el coronavirus, Carmona señala que se dejaron “4 efectivos en reserva, más otro agente que vive en el pueblo”. Los turnos pueden ser de 2 o 3 efectivos, por lo que si uno de ellos se infectara el resto debería ponerse inmediatamente en cuarentena.
Luego de “una primera etapa de docencia”, se labraron dos infracciones a vecinos que “no acataban el aislamiento social, a pesar de manifestaciones expresas y reiteradas”. Esas infracciones fueron ejemplos disuasorios, cree Carmona, quien se mudó a la localidad junto a su familia. El Oficial continúa activo a pesar de no contar con el alta médica tras el accidente de tránsito que sufrió a fines de enero y por el que debió ser operado del hombro. “La vocación de servicio es más fuerte”, confiesa.

“Quería que los comerciantes se sientan tranquilos, pues allí se da el mayor punto de encuentro. Es una costumbre tan argentina, tan de pueblo ponerse a conversar con el vecino que costó modificar esta actitud. Sigamos así”.

Conducta ejemplar

En el marco de aislamiento social, la Delegación Municipal de Morse está funcionando con un horario reducido hasta el mediodía, tanto el sector administrativo como los operarios que realizan el mantenimiento de la vía pública. Salvo una persona dentro del grupo de riesgo, el resto del personal concurre a sus tareas. “El municipio nos solicitó reducir la carga horaria, rotar a los empleados. Pero nuestros trabajadores de calle están acostumbrados a salir juntos, por lo que nos pidieron continuar todos. Brindan servicio por la mañana haciendo el mantenimiento indispensable del pueblo”, cuenta Calaza. Al Centro de Atención Primaria de Salud, lindante al edificio, asisten un médico clínico, un pediatra y una enfermera hasta las 14.
“Hemos cumplido a rajatabla todos los lineamientos que fue tomando el Intendente, no nos apartamos ni un milímetro. Como vecinos nos comportamos excelentemente bien y cuando salimos a la calle usamos barbijos caseros. Apelo a continuar así y llegar al final de este aislamiento sin ningún vecino infectado”, se esperanza la delegada. 
Carmona coincide en el elogio y el proceder de sus nuevos vecinos. “Si en todos los lugares se hicieran las cosas como en Morse, con el mismo compromiso comunitario, los argentinos estaríamos mucho más tranquilos. Cuando finaliza la tarde, solo se escuchan los pajaritos. No anda nadie. Esto lo logramos entre todos”. 

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