EXCOMBATIENTE

Hugo Astrada: “Me gustaría ver flamear la bandera argentina en las islas”

Uno de los miembros del Centro de Veteranos de Guerra de Junín hace un repaso de sus días en el portaaviones ARA 25 de Mayo, durante el conflicto bélico. Y expresa su anhelo de recuperar diplomáticamente la soberanía en Malvinas.

El 917 no dejaba lugar a dudas. Cuando el sorteo para el servicio militar caía en un número tan alto, la suerte ya estaba echada: Marina. Y ese fue el destino de Hugo Astrada en 1981.
Aquel joven criado entre Leandro N. Alem y Junín, que había trabajado durante años en la Tintorería Americana y había conseguido un puesto en la fábrica de ropa Antonelo, tuvo que partir en tren hacia Puerto Belgrano el 2 de junio de ese año, para presentarse en Campo Sarmiento.
Más allá de la ansiedad lógica de esa nueva etapa, en ese momento no podía saber que estaba yendo no solo a hacer su conscripción, sino a participar de una guerra.

“Éramos jóvenes de 18 años que no sabíamos qué hacíamos ahí”.

Instrucción
Astrada hizo su instrucción en Campo Sarmiento y fue asignado al Portaaviones ARA 25 de Mayo. Dados sus conocimientos en el rubro de tintorería, lo enviaron al lavadero de la nave.
“Era un buque enorme, con una pista de 220 metros y mil quinientas personas a bordo –recuerda– y ahí éramos cinco de Junín, pero no nos veíamos nunca porque había tantos soldados que parecía prácticamente una ciudad”.
En el tiempo que estuvo embarcado salieron a navegar cinco o seis veces y, periódicamente, se hacían prácticas con los aviones.
Hasta que en una oportunidad salió toda la flota a navegar hacia el Sur: “Esa noche nos reúnen a todos y nos informan que íbamos a tomar las Islas Malvinas, que volvería a flamear la bandera argentina ahí después de muchos años, y para nosotros fue una noticia que generó festejos y abrazos, porque en realidad no sabíamos lo que iba a pasar después. No nos imaginábamos que íbamos a una guerra”.

El conflicto armado
Astrada tuvo la “suerte” de que el ARA 25 de Mayo no entró en combate directo durante el conflicto de Malvinas.
“Primero festejamos algunos ataques que nos informaban, hasta que nos enteramos que habían hundido al Belgrano –rememora–, fue muy triste porque podríamos haber estado cualquiera de los que estábamos en el portaaviones, fue el destino que quiso que estuviéramos en el 25 de Mayo”.
A partir de ahí hubo otro clima: “Teníamos miedo, éramos jóvenes de 18 años que no sabíamos qué hacíamos ahí ni qué podía pasar. Y no teníamos información: después nos enteramos de que el portaaviones se retiró un poco de la zona porque había un submarino que lo buscaba”.
Entre otras cosas, el ARA 25 de Mayo asistía a los buques más chicos que se quedaban sin víveres. “Me acuerdo que un día volvimos a puerto y enseguida salimos de nuevo, y en ese momento, con un compañero de Mercedes que tenía en la lavandería, pensábamos ‘de esta no volvemos’. Era una gran incertidumbre”, comenta Hugo. Mientras tanto, hacían “zafarranchos” de combate o de abandono, que eran prácticas para estar preparados por si ocurría algo.
Astrada analiza hoy que, estando allí, “la incertidumbre de no saber qué era lo que estaba pasando era tremenda”. El alivio llegó cuando el portaaviones volvió definitivamente a tierra: “Ahí nos enteramos que se había perdido la guerra y todo lo que ya sabemos”.

“Muchos nos recriminaban que habíamos perdido la guerra”.

El regreso
De regreso a Junín, en la empresa Antonelo le guardaron el puesto de trabajo, por lo que no tuvo inconvenientes en reinsertarse en el mercado laboral. “Para otros compañeros fue muy difícil porque nadie les quería dar trabajo y eso los ponía muy mal”, explica.
A eso, había que sumarle el silencio: “No se podía ni hablar, nos habían dicho que no se debía contar nada de lo que se había vivido en el sur”. Hugo recuerda que “la gente había tomado el conflicto como un partido de fútbol, y muchos nos recriminaban que habíamos perdido la guerra”. Después de tanto sufrimiento y tantas muertes, el regreso mostraba otra de las peores caras. Según dice, “fue algo muy triste”, a lo que “uno se tuvo que ir acostumbrando”.
Pasaron algunos años hasta que los excombatientes se empezaron a juntar en el Centro de Veteranos de Guerra, algo que ayudó a sobrellevar esa etapa.
Según dice, él no estuvo entre los primeros en el grupo, pero cuando lo convocaron, se sumó enseguida: “La idea fue la de reclamar lo que nos correspondía y después de doce años nos dieron la pensión. También se trabajó para conseguir una mutual y otros beneficios que no teníamos”.
Esa fue, entonces, una nueva pelea. Y la de la reivindicación que, con el tiempo, llegó a calar en la sociedad que hoy los reconoce de otra manera (ver recuadro).

“Yo iría a Malvinas si se da la oportunidad, aunque sea para tirar una flor al mar por los compañeros que quedaron en el General Belgrano”.

Posguerra
A 38 años del conflicto, Astrada analiza lo vivido: “Me tocó estar en ese momento, y de alguna manera estoy satisfecho por haber recuperado las islas, aunque sea por unos días, lamentablemente eso hoy no es así. Me gustaría ver flamear la bandera argentina en las islas, esperemos que eso suceda, siempre dentro de formas pacíficas. En las guerras no gana nadie, pierden todos. Ojalá que se puedan recuperar, diplomáticamente”.
Por eso sigue adelante, buscando “malvinizar todo lo que se pueda”. Y espera, en algún momento, volver al sur: “Yo iría si se da la oportunidad, aunque sea para tirar una flor al mar por los compañeros que quedaron en el General Belgrano”.

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