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Director Mauricio Madrea.
VISIBILIDAD Y TRANSGÉNERO

Las personas por su nombre: un pequeño logro en la lucha por los derechos

La dirección General de Escuelas implementará un protocolo para garantizar el respeto por la identidad autopercibida de los alumnos. Falta mucho por hacer, pero destacan el avance.

A pesar de la creciente visibilidad, a fuerza de campañas promovidas desde los distintos colectivos, las personas transgénero han existido en todas las culturas a lo largo de la historia y sufrido la condena social, la burla, la indiferencia, el silenciamiento, incluso el odio.
Hoy, las comunidades LGBTQ son las que llevan adelante la lucha  por conseguir la igualdad de derechos, que de otro modo resulta imposible lograr en una sociedad que solamente ignora y esconde, que calla y cubre. 
Si bien se lograron algunas conquistas, lo cierto es que todo resulta en un pequeño paso, con muchísimos más por dar, no solo para la obtención de esos derechos sino además para lograr que cada uno pueda expresar su identidad de género con total libertad.
Para ello es necesario que los engranajes de la sociedad y sus instituciones sean interpelados constantemente y se replanteen sus propias estructuras, tal es el caso de las escuelas, hoy, en favor de que tanto niños como jóvenes se sientan contenidos, protegidos y sobre todo parte de su propio ámbito escolar sin ser relegados.
Uno de los pequeños pasos logrados tiene que ver con la disposición de la dirección General de Escuelas que implementará un protocolo para garantizar el respeto por la identidad autopercibida de los alumnos. 
Democracia consultó al director de la Unidad Académica de la Escuela Normal e Instituto 129, Mauricio Madrea y a la licenciada Miriam Pena, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina y APA Filial Junín, CEP, quienes abordaron la cuestión desde la actualidad escolar y la experiencia profesional. 

Un derecho fundamental
“Hablar sobre transgénero, como institución educativa, nos implica desde un sentido profundo e interpela la esencialidad de un tema importantísimo como es la identidad”, destaca Madrea.
Remarcó que se suele pensar, reflexionar y debatir sobre la identidad en términos de comunidad política o estado, “pero cuando se trata de pensar la identidad desde el sujeto, el niño, el joven o el adolescente en particular, el abordaje se vuelve mucho más complejo”.
Madrea entiende que “pensar el camino de un niño, joven o adolescente transgénero nos remite de forma directa a la garantía de un derecho fundamental que posee rango constitucional, y ni la escuela ni la educación pública pueden desentenderse del cumplimiento de ese derecho; por el contrario, debe convertirse en espacio de garantía de la identidad”.
Para ello, asegura que el primer paso clave es “comprender los tiempos, la escucha y el respeto por un proceso que para el sujeto que lo atraviesa puede no resultar simple”. 
Los juicios sociales condenatorios son a menudo una de las barreras más importantes de atravesar para garantizar ese tránsito en la búsqueda de la identidad. Y asegura que a la escuela le corresponde “una escucha irrestricta”. 
“Es el primer paso para respetar la voluntad y los pasos de un camino al que toda la institución, como colectivo, debemos aportar. Gabinetes psico-pedagógicos, cuerpo directivo, docentes, alumnado, equipos de inclusión no pueden quedar excluidos de ese proceso”, explica.

Transformación que nos alcanza a todos
Una reflexión más amplia, implica entender que “cuando se transita genuinamente un cambio de identidad de género, ese cambio no solo se da en ese joven, la transformación ocurre en todos los que participan”, asegura Madrea y aclara: “Porque nos obliga a pensarnos desde un entender al otro, escucharlo, respetarlo. A fin de cuentas, ponemos en debate el concepto de otredad, y ese es en sí mismo un debate extraordinariamente enriquecedor. ¿Quién es el otro? ¿Por qué piensa distinto a mí? ¿Por qué debo comprenderlo y respetarlo? ¿Qué me dice el otro de mí mismo? Vaya debate y vaya aprendizaje nos traen nuestros niños y jóvenes transgénero. Acercan a la escuela un debate inmenso sobre quiénes somos como comunidad. Y eso es para la escuela un insumo fundamental de su aprendizaje”.
Otro actor fundamental en la construcción de la identidad es la familia: “Justamente, la escuela debe proyectarse a clarificar aspectos que para la familia no son naturales y, a menudo, tampoco aceptables. Es decir, el proceso de construcción de la identidad pone en juego un inmenso camino de interrogantes y repensares en el sujeto que lo atraviesa y también en sus propias esferas de sociabilidad. Justamente porque el rumbo identitario supone la comprensión, el apoyo y la aceptación de quienes son comúnmente parte de la vida del joven”.
Para el directivo, “la escuela es clave en este punto porque debe ser capaz de iniciar la construcción y el respeto absoluto de un derecho y al mismo tiempo generar los tiempos y espacios para dialogar con su comunidad, comprendiendo que las ideas e imaginarios que tenemos sobre la genitalidad, la sexualidad, la identidad y el género suelen cristalizarse de formas contradictorias y a menudo hasta incoherentes”. 
Asimismo destaca que “son debates más complejos y sus tiempos más mediatos; pero constituyen una verdadera garantía para que un derecho sea no solo aceptado, sino comprendido y garantizado socialmente”.

Construcción de la identidad
“Asistimos en estos tiempos a una mayor visibilidad de presentaciones sexuales y de género que desafían y cuestionan las normativas de la heterosexualidad obligatoria”, apunta la psicóloga Pena. 
“Diversas presentaciones, diversas presencias de la sexualidad que no se pueden unificar: homosexualidades, travestismos, transexualismos, transgéneros, presentaciones queer. Una amplia diversidad de subjetividades que no responden al binarismo masculino - femenino y que no pueden ser homogeneizadas”. 
La profesional destaca que si bien no son fenómenos nuevos,  hay factores actuales que abren otras puertas: “Seguramente la globalización, el desarrollo de los medios de comunicación, la mayor aceptación social y los discursos que habilitan a cada sujeto a autodeterminarse, hacen que muchas personas se animen a mostrarse, a tener una mayor presencia social, política y sexual, a integrarse en grupos que reivindican su derecho a la identidad”. 
En un análisis más profundo, Pena destaca que “el concepto de sexo se refiere al orden biológico. El género comprende un conjunto de determinaciones físicas, psíquicas, actitudinales, fantasías, etc. vinculadas con la distinción masculino - femenino, marcadas por lo socio-cultural”. 
En esa línea indicó que “nos distinguimos de los animales por no tener un programa que se cumple en todos igual; cada uno se construye en su identidad sexual y en sus elecciones sexuales, que pueden o no coincidir con el sexo biológico, la norma heterosexual o los ideales y legalidades vigentes”. 
Dentro de esas diversidades sexuales se pueden distinguir las que se refieren a la identidad de género: “Soy hombre o soy mujer”, de las que se refieren a la elección de objeto sexual, al campo del deseo: “Deseo a un hombre - deseo a una mujer”. 
Según Pena, “todos los autores coinciden en que la autopercepción de género se establece muy tempranamente, en los primeros años de vida y que no se ve obstaculizada por el dato biológico. Alguien puede sentirse varón en un cuerpo de mujer y viceversa”.  
Más allá de los análisis posibles, Pena resalta la importancia de “despatologizar las nuevas presencias de la sexualidad y no perder de vista que cada sujeto debe ser escuchado en su singularidad”. 
Especialmente sobre lo que ocurre hoy en el ámbito escolar, la profesional asegura que “queda todavía mucho por hacer para garantizar derechos. En este contexto considero adecuada la decisión de respetar en las aulas el género autopercibido. Es deseable que la escuela, la sociedad, el mundo sean un lugar donde cada uno pueda aceptar y convivir con las diferencias con que el otro semejante nos enfrenta y nos cuestiona. Porque es la aceptación del otro en su diferencia lo que hace posible el lazo social”.

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