RECONOCIDA PROFESORA DE DANZAS DE NUESTRO MEDIO

Silvana Vattier: “No veo a la danza como un trabajo, sino que es parte de mí”

Tenía apenas 17 años cuando abrió su propia academia de baile y hoy es una referente del rubro. También es coreógrafa e instructora de pilates. “Todo lo que tengo es por la danza”, afirma.

El vínculo de Silvana Vattier con el arte se inició a sus tres años. En aquel tiempo, en la ciudad cordobesa de Belle Ville, donde nació, su abuelo la llevaba a una academia de danza y a aprender pintura. Desde entonces, ese mundo le fue muy cercano y propio.
Tenía diez años cuando, por cuestiones laborales de su padre, la familia se mudó a Morse. La adaptación a la nueva ciudad no fue nada fácil, pero fue la danza la que le ayudó a pasar ese momento. Aquí fue discípula de Sara Cedrola, que se había formado en la Escuela Nacional de Danzas y daba clases en Junín. “Una excelente profesora”, afirma Silvana. Y también tomó clases con María Luisa Dimarco de Loguzzo.
Cuando terminó la carrera de danzas clásica y española, hizo un intento por entrar en el Teatro Colón. Para eso, durante tres meses viajó todos los fines de semana a Buenos Aires. Pero ya tenía 16 años y normalmente el ingreso a ese lugar es para niñas más chicas, por lo que no lo logró. “Eso me sirvió muchísimo –reflexiona hoy– fue una experiencia muy enriquecedora. Es más, si hubiese entrado no sé si hubiese querido seguir, porque uno ve después el sacrificio que requiere, es demasiado”.

“Cuando uno hace esto se desconecta de la rutina de todos los días”.

Su propio camino
Decidida a emprender su propio camino y segura de sí misma, tenía apenas 17 años cuando abrió su academia de danzas en Junín. Por entonces seguía viviendo en Morse y aquí alquilaba un local en la calle Sáenz Peña.
Enseguida le fue muy bien. “A mí ya me conocían porque participaba en festivales y tenía apariciones en Canal 10, y de un año para el otro fue una explosión”, afirma.
Después estudió danza jazz, cuando esa disciplina recién estaba ingresando al país. Se formó en Buenos Aires, con la compañía de Noemi Coelho y Rodolfo Olguín, fue ella la que trajo ese ritmo a Junín, lo que fue una gran novedad y atrajo mucha gente a su academia.
“Además –agrega– gané una beca en danza española en la Escuela Nacional de Danzas, a través de un instituto que se ocupaba mucho de la parte coreográfica, y eso me dio la posibilidad de estudiar durante muchos años con ellos, lo que me permitió interiorizarme mucho en lo coreográfico”.
Esa formación le fue dando más posibilidades y siempre siguió con la danza y la enseñanza. Después de ocho años en el local de Sáenz Peña, se vino a vivir a Junín e instaló su academia donde todavía está.

La danza
En su academia se practican distintos tipos de danza. “Hay de todo”, resume Silvana, para luego agregar: “Las chicas hacen la parte de danza clásica en la preparación de su entrenamiento, y bailamos música pop, latina y otras. La clásica sirve como base porque tiene movimientos que permiten hacer cualquier otra cosa”.
Según su concepción, “la idea es aggiornarse a los tiempos”.
Durante algunos años cerró su academia y se dedicó a dar pilates. Pero luego retomó su proyecto con más fuerzas que antes.
“El año que regresé tuve 80 alumnas y muchas son de las primeras que había tenido cuando empecé, porque quedamos con una gran conexión”, explica. Según dice, “no es fácil lograr esa conexión entre cuarenta mujeres”, y puntualiza: “Creo que eso se da porque, además del amor a la danza, lo que hacemos es disfrutar del baile, y eso nos unió”.
Y otra de las claves es la música: “Me gusta usar música retro, latina, también actual, pero lo importante es que me guste, o que les guste a las chicas que están bailando, porque si eso no te motiva, uno no puede bailar sintiéndolo en el cuerpo”.
En la actualidad tiene un grupo de adultas y otro de chicas de 3 a 15 años.

“Hasta que las piernas resistan, voy a seguir bailando”.

Balance
Según su análisis, los beneficios de la danza son múltiples. Además de lo físico y de lo artístico, “está el placer, porque cuando uno hace esto se desconecta de la rutina de todos los días”. Vattier observa que “se genera una gran adrenalina, por eso cuando termina un festival se siente un gran vacío, porque durante mucho tiempo se le dedicó mucha energía”.
Con todo, la danza es para Silvana una actividad casi omnipresente. “Y yo bailo siempre, hasta que las piernas resistan, lo voy a seguir haciendo –afirma–, soy una más del grupo y el público reconoce cuando lo que uno hace es un trabajo en conjunto. Yo nunca hice nada sola, por mi cuenta, porque yo me luzco con mis chicas, Silvana Vattier es el conjunto”.

“Cuando me vine de Morse no tenía nada, mi papá me pudo pagar el depósito y el primer mes de alquiler. El resto lo hice yo. Todo lo que tengo es por la danza”.

Para definir lo que significa la danza para ella, sentencia: “Es gran parte de mi vida. Tengo mi familia y la disfruto mucho, pero además de eso, vivo de y para la danza. Hay que sentirlo: cuando uno está arriba del escenario o ve el final del espectáculo, se da cuenta de que no es en vano dedicarle tanto tiempo. Por esto no veo a la danza como un trabajo, sino que siento que es parte de mí”.
Y al momento de hacer un balance, concluye: “Cuando me vine de Morse no tenía nada, mi papá me pudo pagar el depósito y el primer mes de alquiler, nada más. El resto lo hice yo. Todo lo que tengo es por la danza. Creo que no debe haber otro trabajo que brinde tantas satisfacciones como este. Acá hay una magia especial”.

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