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José Marchetto flanqueado por una maqueta del tigre diente de sable, uno de los animales que habitó esta zona.
DIRECTOR DEL MUSEO LEGADO DEL SALADO

José Marchetto: “Con esto uno ve lo magnífica que es la naturaleza”

Hace más de quince años que empezó buscando fósiles por hobby y terminó al frente del museo paleontológico local, que nació en un espacio de una escuela y luego pasó a la órbita municipal. En el corto plazo tendrá su sala de exhibición.

Como sucede con muchos chicos, en sus primeros años de vida José María Marchetto se fascinaba con el mundo de los dinosaurios. Pero ese encantamiento se fue perdiendo con el tiempo. Sin embargo, en algún lugar algo quedó. Escondido como un fósil bajo la tierra que, en un momento y por alguna circunstancia, emerge.
Y fue mientras hacía el profesorado de Biología cuando aquella pasión regresó. La profesora Marcela Torreblanca, impulsora del museo Legado del Salado, contó que había fósiles en Junín e invitó a sus alumnos a acompañarla en una búsqueda. Allí fue José y, desde aquel momento del año 2005, se metió en ese mundo que se transformó en uno de los motores de su vida.
Hoy, como director del lugar, apunta a que el museo cumpla cabalmente con su nombre y su objetivo y deje, efectivamente, un legado para la ciudad y su comunidad.

“Uno siente la responsabilidad de proteger lo nuestro”.

El museo
Marchetto arrancó en la búsqueda de fósiles en el Salado sin ser paleontólogo, ni geólogo, ni antropólogo. “Cuando algo te gusta, buscás la forma de aprender. Fuimos a muchas jornadas de capacitación, hicimos cursos, hice contactos con profesionales renombrados de Argentina”, explica.
Hace casi quince años llevaban las piezas que encontraban al Museo Histórico. Hasta que el lugar les quedó chico. Entonces consiguieron un espacio en la Escuela Normal.
Con el objetivo de hacer un museo bajo la Ley 25743, de protección del patrimonio, presentaron su caso en el Centro de Registro del Patrimonio Arqueológico y Paleontológico y lograron abrirlo como museo escolar.
No hace mucho tiempo que el municipio lo introdujo bajo su órbita y en el corto plazo se inaugurará su sala de exhibición, ubicada en el Parque Natural Laguna de Gómez.

El trabajo
Desde el principio las búsquedas se hicieron en el Río Salado. En aquellos primeros años solía haber incredulidad en la gente que se enteraba de la actividad que estaban desarrollando. “Llegar hasta acá fue muy difícil, escalón por escalón, sin apoyo y sin recursos, pero sin claudicar. La idea era hacer algo que trascienda y que quede para Junín”, resume José.
El grupo de voluntarios que encabeza Marchetto aprovecha las crecidas y bajadas del río, lo que hace que aparezcan fósiles de miles de años de historia. Él mismo va, al menos, una vez por semana. Y si puede, más.
“Nosotros pedimos a la gente que no nos traiga lo que encuentre”, explica, para luego profundizar: “Entendemos que lo hacen de buena fe y lo agradecemos, pero lo ideal es avisarnos para que nosotros hagamos el rescate. Por ejemplo, hace un tiempo hallé varios trozos de mandíbulas fracturadas y no sabía su procedencia, así que tuve que seguir el patrón hasta que desemboqué en el lugar de donde provenían esos fósiles, y encontré más. Si alguien lo hubiera levantado, no hubiésemos llegado a los otros”.
Su trabajo y el de quienes lo rodean es el de buscar, para luego analizar, clasificar y fichar. También investigan y muestran lo que se descubrió, sobre todo a alumnos de distintos niveles educativos.
Esta actividad que empezó como un hobby para Marchetto, hoy es mucho más que eso. Según dice, el trabajo es en equipo y lo acompañan varios colaboradores, como Juan Pablo Franco, que es voluntario hace muchos años, el geólogo Carlos Scandolera, la antropóloga Leticia Balocco, la paleontóloga Natalia Lucero de la Universidad de San Luis, más el apoyo de su esposa, Florencia Colombo.

“Los fósiles no tienen valor económico, su valor es cultural”.

Objetivos
A quince años de haber comenzado Marchetto todavía se maravilla con esta actividad. “Uno está descubriendo algo que estuvo bajo tierra ocho o diez mil años –se entusiasma– que vio pasar media historia de la humanidad, y entonces uno lo trae de nuevo a la luz, y eso te permite conocer cómo era la vida hace miles de años en tu propio lugar. Eso me sigue sorprendiendo aún hoy”.
Pero también lo hace “por un sentido de responsabilidad”, según lo que él mismo dice: “Acá pasamos muchas condiciones adversas: que te tomen por loco, no tener fondos, que se rompan cosas y no tener cómo cambiarlas, días libres que te pasás haciendo trabajos para el museo, y eso hace que sea muy duro sostenerlo”.

“Llegar hasta acá fue muy difícil, escalón por escalón, sin apoyo y sin recursos, pero sin claudicar. La idea era hacer algo que trascienda y que quede para Junín”.

Pero gracias a ese esfuerzo ya cuentan con unos dos mil fósiles. “Esto me dio muchas enseñanzas. Con esto uno ve lo magnífica que es la naturaleza. Y uno siente la responsabilidad de proteger lo nuestro, de hacerlo conocer, de hacerlo valer, hemos hecho jornadas nacionales, mostramos la importancia del material de Junín, vienen muchos especialistas a investigar, se están haciendo papers con el material de acá, así que esto fue muy positivo”.
Se trata, en definitiva, de un trabajo para la comunidad. “Los fósiles no son míos, son de la ciudad”, aclara José. Por eso está luchando ahora para que se haga una reserva natural en el Río Salado, lo que permitiría proteger esa zona. Y concluye: “Los fósiles no tienen valor económico, no se compran ni se venden porque su valor es cultural. Y al estar protegidos, no son propiedad de nadie, son de todos y lo que corresponde es que estén en un museo”.

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