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Eduardo Nuozzi pasó por diferentes empresas de transporte y fue un reconocido chofer de la línea verde.
HISTÓRICO COLECTIVERO LOCAL

Eduardo Nuozzi: Una vida sobre ruedas

Pasó por diferentes empresas y fue un reconocido chofer de la línea Verde, que es en la que más tiempo estuvo al volante. También fue mecánico, transportista y fletero. Asegura que, en Junín, “al pasajero le gusta pasear”.

Un volante y cuatro ruedas. Es prácticamente lo único que necesitó siempre Eduardo Nuozzi para ser feliz. Los “fierros” siempre le atrajeron y es por allí que llegó a colectivero y transportista.
Pasó muchos años de su vida en la butaca de una unidad de la recordada línea verde, cuando el transporte público urbano tenía cuatro (y hasta cinco) empresas, en tiempos en que cortaban unos 550 boletos promedio y la gente usaba su recorrido para movilizarse pero también para pasear, como recuerda Eduardo, que es un fiel representante de una época en la que los colectivos unían a la ciudad y su gente.

“Yo siempre digo que al pasajero de Junín le gusta pasear”.

Primeros años
Nuozzi nació en Junín y se crió en lo que hoy es Villa del Parque, cuando aquella era una zona de quintas.
Eduardo hizo la primaria en la Escuela N°1 y luego cursó un par de años en la Escuela de Aprendizaje “Yapeyú”, hasta la dejó porque siempre quiso ser mecánico y fue a sus 15 años cuando pudo ingresar al taller de Emilio Arato. Ahí estuvo hasta sus veinte años donde, según dice, “hacía mecánica en general, especialmente en Ford”.
Después pasó por los talleres de las agencias de Chevrolet y de Mercedes Benz. “También fui viajante y la vida me llevó para el transporte público de pasajeros”, recuerda.

“Valoro mucho que haya vuelto el transporte público”.

Colectivero
El primer colectivo que manejó Nuozzi fue el que iba de Junín a Agustín Roca, que era de Alberto Abraham. Posteriormente, en 1959, estuvo la empresa Marcilla, que tenía un solo coche y hacía recorrido urbano. “Pasaba por el Hospital Regional, la calle Iberlucea hoy Padre Ghío, Pringles, Hipólito Yrigoyen, Primera Junta, Gandini hasta el centro y luego el barrio Nueve de Julio. Trabajábamos bastante bien”, recuerda.
Durante un tiempo también fue chofer de la compañía Firpo, que fue la primera línea que llegó hasta el Cementerio del Oeste.
Esas experiencias hicieron que le tome un cariño muy grande a la actividad. Durante algunos meses también se desempeñó en la obra de la Ruta 188, manejando la terminadora en la empresa Novobra.
Hasta que tuvo la posibilidad de convertirse en chofer de la línea verde.

La verde
Nuozzi recuerda que la línea Verde empezó a partir de una fusión de la empresa La Antártida –que entonces tenía muy pocos coches para un recorrido tan extenso– con la firma Marcilla. “El recorrido era una vuelta redonda”, relata Eduardo, para luego ampliar: “También fue la primera línea con cabecera, pero eso no nos dio resultado. Yo siempre digo que al pasajero de Junín le gusta pasear: cuando no tiene un compromiso con un horario estricto, toma el colectivo que haga el recorrido más largo”.
Aparte de haber sido chofer, Nuozzi también se considera uno de los findadores y propietarios de esa línea, a partir de que Don Gabriel Mujica le vendiera un tercio de la firma. 
“Llegamos a tener seis coches, porque se trabajaba muy bien”, asevera, y enseguida puntualiza que el recorrido de la línea verde pasaba por las calles Libertad, Lavalle, San Lorenzo, Rivadavia, Muñiz, Alberdi, San Martín, pasaba por el supermercado Mastromauro, Winter, Belgrano, hasta el barrio Nueve de Julio.
En ese momento también estaban las líneas azul, blanca y roja, y en un momento hubo otra, que se llamaba Libertador, con la que “había algunos pequeños inconvenientes por la competencia, porque tocaba algunos puntos que ya estaban cubiertos por otras empresas”.
Es que cada uno cuidaba el paso por lugares que eran clave. “Para nosotros –comenta– era importantes la calle Alem, la Avenida Libertad que nos permitía cubrir los barrios periféricos y el hospital; el rojo tenía Arias y la esquina con Sáenz Peña; y el blanco pasaba por Rivadavia, el Parque San Martín y el Hospital Ferroviario, que era un lugar muy requerido: ahí entrábamos tres líneas”.
En las mejores épocas cortaban, en promedio, 550 boletos diarios. Allí permaneció doce años, hasta que tomó otro camino.

“Si naciera de nuevo, volvería a ser colectivero. Me encanta el trato con la gente, el colectivo es un lugar de encuentro, es maravilloso”.

Balance
Cuando se bajó del colectivo pasó a trabajar como chofer de camiones para la empresa Milo y más adelante, cuando se jubiló, se compró la camioneta y se dedicó a hacer fletes.
Según dice, la decadencia del ferrocarril tuvo un gran impacto para el transporte público lo que, finalmente, derivó en que ya no hubiera colectivos por la ciudad.
“Eso me causó mucha tristeza –reconoce– porque fui un enamorado del transporte. Cuando uno hace algo con amor, es doloroso ver que se caiga a pedazos. No me considero un único luchador, había muchos, como Fiorito, Bilbao y tantos otros. Estuvimos veinte años sin este servicio, por eso valoro mucho que haya vuelto el colectivo”.
Para Nuozzi, sus recorridos eran todo: “Yo tenía trato diario con la gente, como el carnicero o el panadero. A mí siempre me gustó el vínculo con el público. Y siempre disfruté manejar”.
Y al hacer un balance, concluye: “Si naciera de nuevo, volvería a ser colectivero. Me encanta el trato con la gente, es colectivo es un lugar de encuentro, es maravilloso”.

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