El doctor Domingo Ferraiuolo sonríe cuando recuerda que solían llamarlo “el Quattordio de Villa”, en referencia al reconocido médico de nuestra ciudad. Según su explicación, el seudónimo tiene su origen en que hace cuarenta años no había otros médicos en el barrio Belgrano y, además, en que él también –como Quattordio– practicaba atención domiciliaria, algo que todavía sigue haciendo.
Lo cierto es que, desde que se instaló en Junín, Ferraiuolo forjó una importante carrera como médico clínico, desempeñándose en el ámbito público y privado. Una trayectoria en la que deja plasmada su pasión y su vocación de servicio.
“A mí siempre me dolió que la gente hable mal del hospital”.
De Capital a Junín
Ferraiuolo nació en Buenos Aires y se crió en el barrio de Floresta. Iba a segundo o tercer grado de la primaria cuando ya decía que quería ser médico. Y siempre mantuvo su vocación.
Así fue como hizo la carrera y se recibió en la Universidad de Buenos Aires. Una vez recibido hizo su período de concurrencia en el Hospital Rawson, que por aquel entonces era una institución de referencia. Allí estuvo tres años hasta que lo convocaron a trabajar en nuestra ciudad, ya que su esposa es juninense.
“No me puedo quejar para nada de Junín, me dio muchas cosas”.
Desarrollo profesional
Se instaló en febrero de 1974 y empezó a trabajar en el hospital y en la Clínica Centro, donde también vivía, en una habitación del segundo piso que todavía no estaba habilitado. Además, hacía guardias en la Asistencia Pública.
Hizo carrera en el hospital, donde fue médico de planta, jefe de sala y jefe de servicio. Allí estuvo, en total, 36 años.
“En el hospital trabajé muchísimo, inclusive iba los sábados o los domingos, me gustaba mucho”, afirma.
Según dice, el trabajo cambió mucho desde sus inicios hasta su retiro: “Cuando yo arranqué, en el Hospital San José, los médicos no le daban mucha bolilla. Pero eso después fue cambiando, hubo un mayor compromiso, aparecieron las residencias en distintas especialidades –algo que fue muy importante– y creció mucho. Luego cambió el clima, en algún momento se politizó mucho. Y también varió mucho la gente que concurre al lugar, las agresiones a los profesionales, cosas que no existían antes”.
De él dependía la guardia, los consultorios externos y la internación domiciliaria. Esta última prestación tiene un valor especial para Ferraiuolo: “Creo que es lo más importante que hice en el hospital, porque fue el primero en la provincia de Buenos Aires en tener este servicio. Hacíamos recorridas con médicos y enfermeras en las ambulancias para atender a los que se les daba de alta para hacerles un seguimiento. Teníamos mucho trabajo y funcionaba muy bien”.
Paralelamente siguió con la Clínica Centro y abrió su consultorio particular: “Con un crédito del Banco Provincia compré mi casa y el terreno de al lado, con la idea de agrandar, pero al final hice un consultorio. Porque usaba un lugarcito muy chiquito, y hasta que armé lo que tengo ahora, atendía gente hasta en el comedor de mi casa. Cosas que ahora no existen”.
En política
Ferraiuolo había tenido cierta participación en la política universitaria, pero no más que eso. Una vez en Junín, solía juntarse con el reconocido dirigente radical Julio Ginzo, quien le ofreció ser candidato a concejal en 1983. El médico alegó falta de tiempo, pero igual aceptó ir en octavo lugar, para “vestir la lista”, como se dice cuando uno ocupa un puesto que no va a alcanzar. Sin embargo, ese año entraron nueve concejales radicales.
Presidió entonces la Comisión de Salud del Concejo Deliberante. “Me gustó participar y en ese entonces pudimos darle mucho impulso a las unidades sanitarias y su relación con el hospital, para que haya más coordinación y no superponer esfuerzos”, recuerda.
“Creo que la internación domiciliaria es lo más importante que hice en el hospital, porque fue el primero en la provincia en tener este servicio”.
Balance
Después de 36 años de servicios al hospital, un día, sin previo aviso, le mandaron un telegrama informándole que lo jubilaban. Por alguna gestión le concedieron seis meses más, pero después ya no lo aceptaron más allí.
“Yo hubiera seguido, el hospital me gustaba con el alma”, asegura, y enseguida añade: “A mí siempre me dolió que la gente hable mal del hospital, me parece que esta institución es un bien que hay que reservar y preservar, siempre la defendí”.
Con todo, sigue atendiendo en el ámbito privado con la pasión del primer día. “Me gusta esto, no me veo sin hacer nada –explica–, desde que dejé el hospital, me levanto a las seis de la mañana y empiezo a atender a las ocho, después salgo a hacer domicilios y llego a mi casa a las dos o tres de la tarde. No me imagino sin estar en mi consultorio”.
Y al momento de hacer un balance, concluye: “Yo llegué a esta ciudad con mi mujer, mi hija y unos pocos pesos que me había dado mi mamá. Y para mí fue muy importante poder comprarme mi casa con mi trabajo, o poder viajar y que mis hijos hayan podido estudiar. Hoy podemos reunirnos todas las semanas con mi familia. Tenemos muchos logros compartidos con mi señora, que siempre trabajó conmigo, y gracias a Dios no me puedo quejar para nada de Junín, me dio muchas cosas, estoy sumamente agradecido”.
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