FUE UN DESTACADO BASQUETBOLISTA

Juan Antonio Abdala: “Soy una persona que se dio la posibilidad de elegir y cambiar”

Es un referente en la historia del Club Argentino. Tanto, que una tribuna del estadio lleva su nombre. También pasó por momentos muy difíciles, se rehabilitó del consumo de drogas y escribió un libro en el que cuenta su experiencia.

Cuando Juan Antonio Abdala era chico solía sentarse en el Fiat 128 de su padre estacionado en la puerta de su casa, dirigía su mirada hacia el Club Argentino –que estaba a una cuadra– y se pasaba horas soñando e imaginándose con la camiseta azul jugando en primera. Lo deseaba con todas sus ansias. Veinte años después pudo vivir y protagonizar como jugador uno de los procesos más extraordinarios en la historia de la institución de Las Morochas, cuando ascendió tres categorías en menos de tres años y llegó al TNA. “Yo fui eternamente feliz en ese entonces”, dice hoy.
Pero la vida también le tenía reservados momentos de enorme dificultad: el consumo de drogas lo arrastró a un abismo del que pudo salir con una gran fuerza de voluntad y la ayuda de familiares y amigos.
Hoy, instalado nuevamente en Junín, vuelve a empezar. Y, como una suerte de mojón de partida, escribió un libro que relata parte de su vida y le ayuda a cumplir con sus dos máximas de este tiempo: cambiar y transmitir.

“Pasamos a la C, a la B y al TNA, todo escalonado. Era una locura”.

El básquet
A Juan Antonio lo asociaron al Club Argentino el día en que nació. Entonces era lógico que ya a los cinco años empezara a practicar básquet allí.
Hizo todas las inferiores en Argentino y cuando terminó el secundario se fue a estudiar a La Plata. Allá jugó en el club Estudiantes, pero a fin de ese año regresó.
Estuvo otro año en Argentino, fue convocado a la selección de la Provincia y en 1995 se fue a Buenos Aires a estudiar mecánico dental. Ese año no jugó al básquet, pero sobre diciembre regresó a Junín y a Argentino, equipo que participó de un regional.
“Ahí arrancamos una etapa que fue increíble –cuenta Abdala–, estuvo Quique Biurrum un año y quedamos afuera en semis. Después vino Cristian Márquez como técnico y no paramos más, pasamos a la C, después a la B y a finalmente al TNA, todo escalonado. Era una locura lo que se vivía en ese momento, fue una época hermosa, la gente estaba enloquecida. En menos de tres años pasamos de jugar un regional con la cancha de baldosas a disputar un TNA, con televisación de TyC Sports y las tribunas que explotaban de gente. Yo fui eternamente feliz en ese entonces. Aún hoy me emociona”.
Disputó tres temporadas en el TNA, luego jugó en La Pampa, en San Martín (Junín), Sportivo Rojas y Sarmiento, hasta que se retiró.
Años después, le organizaron un partido homenaje a cancha llena, donde retiraron su camiseta y le pusieron su nombre a una tribuna. “Fue algo soñado, único, recibí mucho cariño, fue el cierre de una carrera muy linda”, afirma.

“Fue una época hermosa, yo fui eternamente feliz en ese entonces”.

Problemas personales
Cuestiones personales hicieron que su vida quede un tanto a la deriva y, en ese marco, el consumo se fue haciendo un problema demasiado grande: “Uno se da cuenta que tiene que cambiar, la droga es una consecuencia, hay muchas cosas que te conducen a eso, y a partir de ahí uno empieza a incorporar patrones de conductas negativos que van por encima de tu esencia, que no tienen nada que ver con vos, como la mentira, la deshonestidad, la desidia, y te pasan un montón de cosas: tenés actitudes miserables, te volvés mentiroso, robás, no comés, dormís a cualquier hora, tus vínculos se desgastan, quebrás económicamente, y si en un momento no tomás una decisión, el desenlace puede ser fatal”.
Entonces comenzó un tratamiento en la comunidad terapéutica Aylén, de Capital. “En mi vida, hay un antes y un después de haber ingresado ahí, porque me enriquecí, descubrí, y es una escuela de vida”, asegura.
Más adelante, terminó el tratamiento en Mar del Plata, en la comunidad Posada del Inti. Después de casi cinco años en “La Feliz”, regresó a Junín y hoy está haciendo un curso de acompañante terapéutico y otro de operador terapéutico. “Tenía ganas de empezar de cero, no me asusta arrancar de abajo, el barro lo pisé muchas veces y en esto estoy”, concluye.

“Volví a Junín porque tenía ganas de empezar de cero, no me asusta arrancar de abajo, el barro lo pisé muchas veces y en esto estoy”.

Testimonio
Juan Antonio repite constantemente que “la idea es cambiar y transmitir” y siguiendo ese postulado es que escribió “Crónicas de lo no dicho”, un libro con relatos de su experiencia personal, que buscan dejar un mensaje esperanzador.
Abdala considera que “se debe empezar a cambiar un poco la mirada sobre estos temas y a poner el juicio de valor no en el problema sino en lo que hacemos con ese problema; este tema dejó de ser un tabú, no esconderlo: esto está inmerso en nuestra sociedad como la obesidad, la anorexia, la bulimia o la compulsión para jugar”.
Su libro será publicado por la editorial Rama Negra. “Me está dando una mano grande Adriano Di Biaggio con Librería Dorrego, los diseños los hizo Aníbal Derrocco, y los dibujos los hizo Leonardo Quiroga y mi hermana, María Gabriela Abdala”, cuenta.
Según dice, se trata de algo que le genera responsabilidad: “Es mi experiencia de vida la que yo estoy transmitiendo. Hay una posibilidad que tenemos todos de elegir libremente y de cambiar, y a eso apunta el libro. Acá hay una persona que eligió algo distinto, con mucha responsabilidad, que ahora lo tiene que sostener y que se dio la posibilidad de elegir y cambiar. Y ahora lo estoy transmitiendo. Con que el libro le llegue a una persona y le pueda hacer bien, eso solo me alcanza y me llena el corazón”.

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