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ESPECIALISTAS ANALIZAN LA EVOLUCIÓN URBANÍSTICA

La falta de planificación hace que la ciudad crezca con desequilibrios

Las principales desigualdades se advierten entre el centro y la periferia, y entre el norte y el sur. Para los profesionales consultados, es clave desarrollar un espacio de análisis que involucre a expertos, actores sociales y gobierno, para decidir políticas de intervención. Alertan sobre el aumento de los asentamientos informales. Barreras urbanas: así como está el ferrocarril, la autopista 7 también lo sería.

Las ciudades son unidades dinámicas y su crecimiento no planificado provoca desequilibrios que tienen consecuencias para sus habitantes. Así lo reflejan ante Democracia especialistas en materia de urbanismo.
Junín se convirtió, con el paso de los años, en una ciudad que concentra una alta densidad en su centro neurálgico y, al mismo tiempo, las construcciones de viviendas permanentes sobrepasaron largamente los límites tradicionales del ejido urbano (la avenida Circunvalación y las Rutas 7 y 188), por lo que los límites entre las zonas urbanas, extraurbanas y rural se tornan difusos.
Ahí se encuentra el primero de los desequilibrios, con un microcentro aglutinante –en donde se incorporan edificios de altura–, zonas periféricas con tierra ociosa y “desborde” por fuera de la planta urbana tradicional.
En tal sentido, los especialistas señalan que hay que estimular el uso de los espacios desocupados. “Hay que privilegiar el completamiento del ejido urbano originario de la ciudad” señala el arquitecto y ex representante del Colegio en el Consejo Asesor de Planeamiento Enrique Scarpatti. Según su análisis, “hoy ese ejido tiene casi un 40% de área vacía, sin contar las 42 hectáreas del ferrocarril y, al mismo tiempo, un desborde urbano hacia afuera de ese perímetro”.
En el mismo sentido, el arquitecto urbanista Federico Alzari, miembro del Instituto de Estudios Urbanos que depende del Colegio de Arquitectos, destaca que un trabajo realizado por dicho instituto mostró que “la ciudad crece mucho, está en expansión, pero dentro del ejido urbano hay algunas áreas –principalmente para el lado de El Carpincho y por la zona de Proyecto Alvear– en donde se ven grandes extensiones de tierras ociosas y, en algunos casos, hasta están sembradas. Entonces, se fueron loteando zonas de quintas y la ciudad se fue extendiendo hacia las afueras, mientras que existen estos espacios en la ciudad”. De acuerdo a su mirada, “sería bueno consolidar el casco urbano para poblar estos terrenos vacantes”.

Desequilibrios
Uno de los desequilibrios es el que se da, entonces, entre centro y periferia. “Veo una ciudad que durante muchos años no tuvo un plan estratégico adecuado a una realidad –afirma Scarpatti–, sin planificación, con problemas de alta densificación y concentración en el centro y, como contrapartida, chabolización –es decir, asentamientos informales– en la periferia, a eso puede sumársele algunas marchas urbanas que se salen del ejido, que pueden ser o no barrios privados, con un crecimiento anárquico, porque no hay un planeamiento consensuado y participativo. Además, tampoco hay control del suelo urbano, que va adueñándose de suelo productivo y no hay freno a ello, por ejemplo, se desborda el suelo urbano más allá de la Ruta 188 y otras zonas productivas que están entremezclándose con el mismo. Esa zona difusa, genera problemas importantes de infraestructura y de servicios, entre otros”.
El otro desequilibrio se da entre el norte y el sur. A diferencia de lo que sucede en otros lugares, Junín tuvo un crecimiento notable hacia el sur y mucho menor en sentido contrario. Así se ve cómo el barrio Gregorio González y sus alrededores vivieron un boom inmobiliario, que luego le siguió en el “desborde” hacia Camino al Balneario y la zona de Cerrito Colorado.
Alzari observa que hacia el sur “se encuentra la Ruta 7, las zonas de quintas más tradicionales y la Laguna, lo que fue traccionando un crecimiento hacia ese sector”. Por el contrario, las decisiones sobre el norte de la ciudad fueron otras, como el emplazamiento del Parque Industrial. Y esto “de alguna manera, desalentó el desarrollo hacia ese lugar”.

Chabolización
El arquitecto Scarpatti, que en el pasado y durante muchos años fue miembro del Instituto de Estudios Urbanos del Colegio de Arquitectos, pone el acento en “el problema de la chabolización”, un tema “de raíces sociales que acarrea otros inconvenientes: ambientales, de seguridad y de todo tipo”.
Uno de los mecanismos para poder hacer frente al crecimiento de los asentamientos informales puede ser la implementación de un banco de tierras por parte del municipio. Para Scarpatti, “no hay que desconocer que hay políticas públicas que son provinciales y nacionales y los municipios tienen que darle visibilidad a sus problemas para que haya presupuestos que permitan atenderlos”. Por tal motivo, considera que “se debe encontrar eco en estamentos provinciales y nacionales para que esos temas sean atendidos”.

Barreras urbanas
Alzari, que también forma parte de la Asociación de Arquitectos, sostiene que los predios ferroviarios configuran una barrera urbana “que dividió en dos a la ciudad”. Y la consecuencia de esa división es que “estamos desencontrados y no hay integración entre los dos lugares”.
Es por ello que cree fundamental el trabajo en la integración de esas tierras del ferrocarril. Alzari también subraya que esto “es algo que está intentando hacer el Gobierno municipal” y, de concretar este proyecto, “sería muy importante, porque permitiría que no haya tanto desequilibrio y ayudaría a que crezca la zona norte”.
Asimismo, advierte que la autopista que se está haciendo en la Ruta 7 podría constituirse, en los hechos, en otra barrera urbana, ya que dividiría, de alguna manera, el ejido urbano de la zona de Cerrito Colorado y La Rufinita, así como quienes están en la zona del Camino al Parque Natural Laguna de Gómez. Sectores que, como quedó dicho, crecieron mucho en su población en el último tiempo.
“No sé cómo se va a plantear, pero es un tema que deberíamos ir pensando”, agrega.

Código
Junín cuenta con un Código de Ordenamiento Urbano Ambiental, el instrumento normativo que establece marcos de referencia generales y particulares en materia de uso del suelo, subdivisión de la tierra, densidad de ocupación y tejido urbano, espacio público, estructura vial, parámetros de protección y puesta en valor del medio ambiente natural y del patrimonio construido y mecanismos e instrumentos de gestión para el desarrollo urbano y territorial.
Para Scarpatti, este código “está muy retrasado, quedó obsoleto”. Por tal motivo, cree que debería hacerse una revisión del mismo: “De esa manera, se van estableciendo normas que permiten regular el crecimiento descontrolado. La ciudad es un hecho dinámico, por lo que siempre hay que ir revisando la norma y para eso es necesario contar con un organismo de planeamiento que no sea meramente administrativo, sino que se vaya adelantando a lo que puede suceder y corrigiendo el rumbo”.
Según dice, “se fueron haciendo algunos parches” al código, pero resultan insuficientes.
En tanto, Alzari considera que es importante que se tenga este código “porque hay ciudades que ni siquiera tienen uno”. Aunque coincide en que “el nuestro tiene lineamientos, que son muy generales y hay que ir reviendo cada tres o cuatro años porque una ciudad es algo dinámico”.

Planificación
Para los profesionales consultados, es clave desarrollar un proceso de planificación que involucre a colegios profesionales, actores sociales, funcionarios y gobierno, para –entre todos– analizar las falencias estructurales y urbanísticas de la ciudad, y decidir cómo se va a intervenir sobre ellas.
“Una ciudad intermedia como Junín, de casi cien mil habitantes, necesita imperiosamente planificarse, tener un enfoque de planeamiento”, asevera Scarpatti. De acuerdo a su análisis, el último intento por hacer algo por el estilo fue el Plan Estratégico que comenzó en 2003 y concluyó en 2013: “Hay que tener una visión integradora desde el área económico productiva, de Junín y la región en donde está inserta, pero también debe estar presente lo ambiental y lo urbano. Esos tres grandes ejes se tienen que integrar en un enfoque que empieza con un diagnóstico”.
Entre los instrumentos para trabajar sobre estos temas, destaca dos: “Las normas regulatorias y, sobre todo, un planeamiento activo. Si hay tierras no utilizadas, ociosas o vacías es porque no resultan atractivas, entonces el estado tiene que intervenir tratando de revalorizarlas, lo que se resume en un paisaje urbano atractivo, que haga que las personas empiecen a echar el ojo a ese sector.
Para Alzari, al momento de pensar la ciudad “es bueno que intervengan representantes de diferentes disciplinas, arquitectos, ingenieros, martilleros, sociólogos, porque es una unidad compleja en la que intervienen muchos actores e involucra diversos temas, como infraestructura, seguridad vial, tránsito”, entre otros.
Tambien debe haber un rol activo del Estado, a través del gobierno de turno, sobre la planificación de una ciudad y cómo quiere que sea, para que el crecimiento no sea descontrolado. “El Estado debe hacer la ciudad, antes de que el mercado la haga por sí sola, con planificación”, resume Alzari.
Finalmente, en cuanto a las intervenciones posibles, señala: “Para consolidar la planta urbana es necesario que haya un Estado presente, que empiece a generar atractivos para que al mercado le sea rentable vender terrenos dentro de la ciudad. Por supuesto que esto no se hace de la noche a la mañana, lleva tiempo, nosotros estuvimos hablando con funcionarios de este gobierno y vemos que tienen buenas intenciones, pero hay que sostenerlo en el tiempo y trascender una gestión”.

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