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Se trata del roedor más grande y puede pesar hasta 50 kilogramos.
EN LAS LAGUNAS DE LA REGIÓN

Carpincho: el regreso de un grande a los ecosistemas de Junín y la zona

Se trata del mayor roedor viviente con un peso de alrededor 50 kilogramos. Al ser sedentario es un animal que se puede domesticar y criar y en la Región se había extinguido hace muchos años. Actualmente el avistamiento es una buena noticia para la recuperación de la fauna.

El carpincho, que es el mayor roedor viviente, es un pacífico y pintoresco animal que pesa alrededor de 50 kilogramos. Es algo lento y torpe en tierra ya que no regula muy bien su temperatura corporal y si corre mucho puede sufrir un shock térmico, pero sí es un hábil nadador. 
Con la llegada de las inundaciones, desde hace unos años estos mamíferos se empiezan a avistar nuevamente en toda la Región desde lagunas y campos inundados lo que significa una buena noticia para la recuperación de la fauna. 
En esta zona se había extinguido hace muchos años y la Laguna “El Carpincho” debe su nombre a él. También se lo suele llamar capibara, y su nombre científico es Hydrochaeris, habiendo cuatro subespecies y todas habitan en América del Sur.
“Por suerte, se han comenzado a tener avistamiento de familias de carpinchos en los alrededores del Río Saldo, y esta es una buena noticia para la recuperación de la fauna autóctona y un compromiso para su protección. De allí viene la urgencia de declarar zonas protegidas para preservar ésta y otras especies propias del pastizal pampeano”, explicó la bióloga Marcela Torreblanca en diálogo con Democracia . 
La historia evolutiva del carpincho es muy emocionante, ya que sus ancestros se originaron en África, llegaron a América del Sur y fueron animales gigantes y corredores como lo evidencian sus fósiles. 
“En Junín, no tenemos registros fósiles identificados aún, pero sí de otros roedores de su familia. Pero sabemos por registros históricos que habitaba esta región en las épocas húmedas como la actual”, aseguró.

Balseros de antaño
América del Sur, durante el período Terciario, luego de la desaparición de los dinosaurios, quedó apartada de América del Norte formando una especie de isla gigante, más cercana a África, de la cual se había separado luego de formar parte de Gondwana y es por eso que no estuvo totalmente cerrada a los inmigrantes durante su largo periodo de aislamiento. 
Durante el Eoceno Tardío recibió la visita de dos grupos de mamíferos africanos, los cuales fueron los antepasados de los primates por un lado y de los roedores  caviomorfos por el otro.
El paleontólogo Simpson denominó “viejos saltadores de islas” a estos animales que componían también lo que consideró el segundo estrato faunístico sudamericano. 
“Los primates pasaron a América del Sur desde África. Aparentemente, por aquella época existía entre ambos continentes una zona poblada por islotes de plantas acuáticas, troncos y sargazos (algas) que formaban balsas naturales que se desplazaban con las corrientes. Es posible que esa zona haya existido cuando el Atlántico era la mitad de ancho de lo que es ahora y había numerosas islas en ambas costas”, explicó Torreblanca. 
“Una inmigración de ese tipo es dificultosa y arriesgada, pero no imposible. Y los roedores y primates son animales muy capaces –por su estilo de vida– de aventurarse a invadir islotes y balsas naturales. Las islas no son barreras geográficas infranqueables para este tipo de animales, si entre ellas existen desplazamientos de balsas naturales”, sostuvo.
Seguramente, primates y roedores navegaron a favor de la corriente hasta las costas de lo que es hoy Brasil. Como el istmo de Panamá no existía, las aguas discurrían entre las dos Américas, y probablemente  no existía la corriente de Brasil, haciendo más fácil el arribo a tierra de los pequeños inmigrantes porque podían navegar con las corrientes y el viento en popa.
Los roedores sudamericanos se llaman también caviomorfos, tienen un premolar y tres molares de crecimiento continuo y las patas no tienen la tibia y el peroné soldados como en los roedores cricétidos de América del Norte.}

El clan de los roedores autóctonos
La superfamilia Cavioidea –cavioideos– incluye a los cuises, las maras o liebres patagónicas y al carpincho. Poseen una morfología dental es muy simple y generalmente está formada por triángulos continuos que en algunos géneros, como Hydrochoerus –los carpinchos–, se transforman en láminas.
Los antepasados de las actuales maras o liebres patagónicas se registran por primera vez en el Mioceno Medio. Durante el Mioceno Tardío se registraron los primeros carpinchos de Argentina. 
Estos animales, que pertenecen a la familia de los hidrocoéridos, son actualmente los roedores de mayor tamaño y se caracterizan por el gran desarrollo que alcanza el tercer molar superior.
Durante el Plioceno vivió el Protohydrochoerus, un carpincho gigante de hábitos corredores.
Los cuises más antiguos provienen de sedimentos depositados durante la parte inicial del Mioceno Tardío. El género actual Microcavia, al cual pertenece el cuís chico patagónico, existe desde el Plioceno temprano, mientras que Cavia y Galea, a los que pertenecen los cuises grandes y medianos respectivamente, aparecieron recién en el Pleistoceno.
El género Dolichotis –del griego orejas largas–, al que pertenece la mara –Dolichotis patagonum– actual, aparece por primera vez en la parte inicial del Plioceno Tardío. Esta especie se encuentra adaptada para el salto –llega a saltar hasta dos metros– y la carrera, en la que desarrolla grandes velocidades. 
Vive en ambientes abiertos y semiáridos, se la encuentra en estepas y pastizales, sabanas y márgenes de bosques. Durante el Pleistoceno habitó también la provincia de Buenos Aires, y según algunos investigadores fue desplazada recientemente al introducir la liebre europea.
Los roedores durante el Terciario tuvieron que competir con los tipoterios, pero es probable que se ubicaran rápidamente en los lugares que éstos habían dejado vacantes o no ocupaban, ya que a fines del Oligoceno estaban extendidos por toda Sudamérica.

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