-¿Qué se pone en juego en esta elección legislativa?
-Se ponen muchas cosas en juego. En primer lugar un modelo de sociedad que los argentinos fuimos construyendo, donde una de las características principales era la movilidad social ascendente, organizaciones gremiales que generaron derechos y beneficios que en general no se encuentran en el resto de América Latina, un sistema de educación pública que ha tenido momentos mejores que diferenció a la Argentina como un país inclusivo en materia de educación y alfabetismo. El Gobierno, más allá de aplicar una receta económica neoliberal, también pretende modificar las características de esa sociedad, apoyándose en la filosofía de la ‘meritocracia’, que se opone a la democracia, que es justamente la que garantiza oportunidades. En la meritocracia llega el más fuerte, al que nació en una clínica privada, el que fue a un colegio bilingüe, es decir el que nació con ventajas con respecto a otros compatriotas. Eso da una sociedad donde la cúspide de la pirámide son 5 millones de argentinos con condiciones ventajosas, pero 40 quedan afuera mirando desde el alambrado del country.
-Pero el 30 por ciento de pobres es una herencia del gobierno de Cristina.
-Yo creo que el 30% no era el índice de pobreza del gobierno de Cristina Fernández. Más allá de los datos estadísticos era obvio que recorriendo las calles y los barrios, el proceso de inclusión era más que significativo. Ahora el Gobierno acaba de decir que bajó la pobreza en dos punto, pero en simultáneo subió la indigencia. Es la primera vez que pasa esto estadísticamente porque siempre ocurre lo contrario, cuando baja la pobreza, también debería bajar la indigencia, lo que me hace dudar de estas cifras.
-O sea que los pobres son cada vez más pobres.
-Claro e indica que la brecha se ha ensanchado. Yo creo que esto forma parte de las operaciones políticas y mediáticas del Gobierno, que tiene la ventaja que nadie cuestiona eso. Yo hubiera titulado que “subió la indigencia”. Muestran como un éxito de gestión que se hayan incrementado los créditos personales en un 54%, pero no dicen que de diez de estos créditos, cuatro están dirigidos a pagar deudas, ya que en el crédito personal se puede rastrear qué destino se le da. En primer lugar son deudas de tarjetas de créditos, ya que la gente frente a estas políticas de ajuste intenta mantener su calidad de vida frente a la falta de ingresos efectivos y no alcanza a pagar la totalidad de la tarjeta y tiene saldos que se financian con 50% o 60% de interés, por lo que saca créditos en el banco cuando se acumula la deuda. Hay gente que saca créditos personales para pagar las expensas y en la Ciudad de Buenos Aires hay 600 mil propietarios que están en morosos porque destinan el dinero a pagar los servicios esenciales de agua, luz o gas. Y se han sacado créditos para pagar esos servicios también. Al igual que el crecimiento económico del PBI son engaños marketineros y algunas actividades se han reactivadas tenuemente con relación a 2016. Con la caída del PBI en ese año y el repunte de 2017, en el mejor de los casos el crecimiento va a ser cero por ciento, lo cual no me parece un logro.
-Si este panorama fuese totalmente cierto, deberían obtener un triunfo rotundo en octubre.
-El voto tiene muchas subjetividades y nosotros ganamos en agosto. Lo cierto es que todavía pesa toda la campaña que se desarrolló incluso antes de la elección de 2015, además del ataque y persecución a determinadas figuras de nuestro espacio. Si uno lo mira desde ese punto de vista, en agosto no tuvimos que competir contra la concentración de poder del Gobierno sino además contra medios hegemónicos, que han pasado a ser actores políticos, que en combinación con sectores del poder judicial han montado campañas descomunales de difamación. Si se repasa la historia quizás compita con ella Hipólito Irigoyen, que cuando lo derrocaron, el diario Crítica lo calificaba de asesino y llegaron al extremo de mandarlo a la isla Martin García, donde terminó con una congestión pulmonar que lo llevó a la tumba. Si después de todo esto, se gana una elección en la provincia de Buenos Aires, es una hazaña, ya que se compite también con grupos dominantes que están para destruir a un determinado espacio político. Estos grupos que pretenden cambiar la estructura social de la Argentina y que se han sumado a las restauraciones conservadoras que vienen con una recolonización del continente. En este caso no intentan apropiarse de empresas públicas sino de recursos naturales como el petróleo de Argentina, Brasil y Venezuela, de las minas de litio de Bolivia, Chile y Argentina, además de los acuíferos.
-¿Qué viene después de la elección?
-Yo interpreto datos de la realidad y objetivamente lo que viene, que lo insinúa el propio gobierno y lo reclaman los gobernantes, es que volvemos al ciclo de endeudamiento externo y nos pone en una posición de vulnerabilidad. El Gobierno dice que dejan los aumentos tarifarios, de combustible y la flexibilización laboral para después de octubre. Como ha ocurrido en la historia de la Argentina con los gobiernos como este, que se endeudan desaforadamente, le empiezan a manotear dinero a los jubilados. Y cuando te dicen que eso se va hacer después de las elecciones, uno tiene que sospechar que el ajuste va a ser muy fuerte. Esto ya lo hicieron con la estafa electoral de 2015, cuando Macri aseguró que iba a eliminar el impuesto a las ganancias y lo extendió. Prometió el 82% móvil a los jubilados y no cumplió; habló de la creación de 2 millones de puestos de trabajo y más bien lo que ha logrado en dos años fue destruir puestos de trabajo; habló de inaugurar jardines de infantes y lo único que hizo fue inaugurar comedores comunitarios. El blindaje mediático le permite a un presidente ese tipo de cosas sin que se genere ninguna crítica. Un plan económico que funciona bajo el endeudamiento y las altas tasas de interés no tiene destino y están atrapados en un callejón sin salida. Se han emitido más de un billón de pesos en Lebac y por eso no se animan a mover la tasa, porque podría provocar un cimbronazo enorme en la economía.
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