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Rolando Menestrini está en Alumni desde su fundación, y su esfuerzo hizo que el proyecto siga vigente hasta hoy.
PRESIDENTE Y FACTÓTUM DEL ALUMNI

Rolando Menestrini: “Este club es mi vida”

Está presente en esta institución desde su fundación, en 1964. Ejerce la presidencia desde hace años, y si la entidad se pudo mantener por más de 50 años fue, en gran medida, por su empecinamiento para sostener el proyecto.

Al pensar en el legado del Club Alumni para Junín, Rolando Menestrini detiene su vista en un punto fijo, piensa unos segundos y suspira. “¿Quién no jugó en el Alumni?”, se pregunta, para luego contestarse a sí mismo: “Solamente Taqueta Barrionuevo, el Gringo Tomino y Artime. Después pasaron todos por acá: Ortiz –que jugó en River y fue wing izquierdo de la selección–, los Sottile, Iturbide, el Gordo Ainchil, el Clavo Gatti, Velorio Giménez, la China Ayala, Tito Guilloti, todos participaron de algún campeonato en Alumni. Y todos recuerdan a este club”.
Menestrini recuerda cada uno de los que pisaron esa institución porque formó parte del grupo que la fundó, siempre estuvo allí, y desde hace muchos años es el presidente y máximo referente de este club que sigue adelante por su deseo pertinaz de sostenerlo contra viento y marea.

“Los torneos entre 1964 y 1975 eran un hormiguero”.

Pirulo
Nacido en Junín, Pirulo –como le dicen todos desde que era un bebé– es el menor de dos hermanos, hijos de un albañil y una ama de casa.
Trabajó como cadete en la sastrería Bertotti, donde estuvo de los 13 a los 18 años, cuando ingresó en la Liga Agrícola Ganadera.
Allí estuvo siempre en la sección Tienda, donde empezó como cadete y terminó como encargado. “La Liga era una familia”, recuerda hoy.
Estuvo muy enfermo, con una dolencia muy extraña en la sangre que lo tuvo con grandes dificultades durante muchos años. Y en la Liga siempre lo apoyaron y sostuvieron.
Hasta que llegó el final. “La Liga se cayó en 1995 y ahí me volví loco –cuenta–, pero luego el Dady Mastromauro alquiló la Liga y yo seguí trabajando ahí”.
Luego pasó por El Rincón de Raquel y más adelante se fue a Baldo Bazar, donde todavía va a dar una mano. “Lo hago para no perder el contacto con la gente, yo me crie detrás de un mostrador y lo que sé, lo aprendí ahí”, agrega.

Club Alumni
En el año 1964 la esquina donde está Alumni era un cuarto de manzana libre, y ahí había un campito donde se jugaba siempre al fútbol.
Un grupo de jóvenes que participaba en los campeonatos Evita con el nombre de Alumni, fue el que dio origen al club. Héctor Lalli organizó el primer encuentro. “Hicimos una reunión en lo de Lino Stefanuto y ahí nomás armó una comisión directiva, una de fiestas y una de fútbol”, evoca Menestrini.
A los pocos días ya habían alambrado la canchita. Obteniendo dinero de rifas, campeonatos, bailes y eventos, compraron cuatro lotes que se pusieron a nombre de los ocho de la comisión.
El trabajo fue duro: “Marcial López, que trabajaba en Vialidad, hizo traer una máquina para emparejar el terreno, que era todo médano. Hablamos con Lucanera y sacamos materiales para hacer dos vestuarios, una secretaría y los baños. Trabajábamos sábado y domingo. Mi viejo era albañil, Arias y Bontempo eran soldadores. Para cerrar la cancha mi hermano, que trabajaba en la empresa telefónica, nos avisaba donde había palos para utilizarlos. Corró, un viajante, nos dio las chapas a pagar como pudiéramos. Para alumbrar la cancha Comisso, que era electricista, consiguió unidades selladas y las adaptó. Hicimos tres torres con 54 luces en total. Al principio se nos reían, nos trataban de locos, pero al ver el trabajo que estábamos haciendo, ya nos tomaron más en serio”.
Entre 1964 y 1975, los torneos en el Alumni eran famosos. “Era impresionante la cantidad de gente que venía, era un hormiguero”, grafica Pirulo.
Por aquellos años, los ocho que estaban como propietarios pasaron los lotes a favor del club. Luego, por cuestiones internas de la comisión “el club empezó a los tumbos”.

“El club siguió por un empecinamiento mío”.

Refundación
Para 1980 Menestrini se había vuelto a hacer cargo del club y comenzó con el trámite para la personería jurídica de la institución.
Y se hicieron mejoras: “Pudimos arreglar el edificio viejo, pusimos piso, lo revocamos, le agregamos un techo de telgopor a la losa, pusimos chapas para proteger la parrilla y cerramos ese espacio con lonas”.
Al tiempo, por fricciones con los otros miembros, quedó otra vez solo.
En el año 2000, el Club Junín comenzó a utilizar el lugar para hacer una escuelita de fútbol: empezaron diez chicos, después cincuenta y llegaron a ser más de cien.
Junto a una peña de jóvenes se hicieron más obras: arreglaron el techo, terminaron el salón, hicieron dos baños, un tercero para discapacitados, un depósito, una secretaría para la comisión y un cuartito para la utilería de la escuelita de futbol.

“Al principio se nos reían, nos trataban de locos, pero al ver el trabajo que estábamos haciendo, ya nos empezaron a tomar más en serio”.

Actualidad
“Hoy tenemos unos cincuenta socios, aunque yo no soy partidario de tener un club muy grande”, afirma Menestrini.
La escuela de fútbol terminó el año pasado y hoy se alquila el lugar para fiestas infantiles.
“El club siguió por un empecinamiento mío y gracias a la gente que colaboró también. Pero nadie sufre como yo por el club”, asegura Pirulo.
Y al momento de hacer un balance, concluye: “Este club mi vida, yo estoy más en Alumni que en mi casa, siempre estoy haciendo algo. Nunca lo soñé como un club grande, pero puede atraer su gente y tener su función social. ¿Qué mejor que jugar al fútbol acá?”.

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