Parece increíble, pero a pesar de que nació y pasó su infancia a 200 metros del mar y hace 40 años que tiene una pileta, José “Pipo” Genovese no sabe nadar. Es que en sus primeros años de vida fue tanta la insistencia de su madre en que tenga cuidad,
Parece increíble, pero a pesar de que nació y pasó su infancia a 200 metros del mar y hace 40 años que tiene una pileta, José “Pipo” Genovese no sabe nadar. Es que en sus primeros años de vida fue tanta la insistencia de su madre en que tenga cuidad,
PROMOTOR Y PROPIETARIO DE LA PILETA DE PIPO

José “Pipo” Genovese: “Acá, en la pileta, soy feliz”

Llegó de Italia a los doce años, se instaló en San Rafael y a sus 27 recaló en Junín. Tuvo una despensa, pero es reconocido por la piscina que montó hace 40 años, una referencia, principalmente, en la zona norte de la ciudad.

Parece increíble, pero a pesar de que nació y pasó su infancia a 200 metros del mar y hace 40 años que tiene una pileta, José “Pipo” Genovese no sabe nadar. Es que en sus primeros años de vida fue tanta la insistencia de su madre en que tenga cuidado con el agua en la playa, que hizo que le tenga cierta aprensión a la idea de sumergirse.
Pipo lo cuenta y suelta una carcajada. “Es el colmo, acá todo el mundo se ríe de eso”, agrega.
“Acá” es la Pileta de Pipo, un espacio que nació como un emprendimiento laboral, y terminó siendo mucho más para su propietario. “Acá, en la pileta, soy feliz; esto es mi vida”, asegura.

Inmigrante
La historia de Genovese es la típica de los inmigrantes que llegaron a estas tierras.
Pipo nació en Oliveri, un pueblo de la provincia de Mesina, en Sicilia, ubicado a orillas del Mar Tirreno. Es el menor de dos hermanos, hijos de un matrimonio de labradores.
Hizo la primaria en Oliveri y en 1952, a sus doce años, la familia se vino para Argentina.
Recalaron en San Rafael, Mendoza, donde se emplearon en la viña. Allí Pipo pasó por diferentes trabajos y a sus 27 los Genovese se vinieron para Junín.
Una vez aquí, en el año 1967 se hicieron cargo de una despensa ubicada en Suiza y Robbio, en la que trabajó toda la familia. El negocio lo mantuvo hasta el año 2002.

La pileta
El lote donde hoy se encuentra la Pileta de Pipo, en Alvear y Azcuénaga, había una quinta con frutales y otro tipo de árboles. Su dueño frecuentaba la despensa de Genovese como cliente y en ese marco le ofreció venderle el terreno.
“Al principio yo no quería, pero me metió tanto la púa que lo compré”, recuerda José.
Lo adquirió sin saber qué iba a hacer, hasta que se le ocurrió hacer una piscina. “No tan grande como la que tengo ahora –explica–, algo más chico como para los chicos de este sector”. Es que, en esa zona, hace cuarenta años, había muy pocas viviendas.
La Pileta de Pipo inauguró en 1976, aproximadamente. En ese entonces estaba –por supuesto– la pileta, los baños y una pequeña construcción. Con el tiempo se fueron agregando cosas: la pileta más chica, el quincho, las canchas de tenis, la cancha de paddle, que más adelante dejó de funcionar.
Pipo afirma que “desde el principio” le fue bien, “porque había pocas piletas” y a la suya “venía gente de todas partes”.
No obstante, el trabajo era muy difícil, porque tenía que repartir su tiempo entre este emprendimiento y la despensa. “Me volví loco”, asevera. Hizo ambas cosas hasta el año 2002, cuando vendió su negocio.
Una particularidad de Pipo es que hace casi todo él, desde cortar el pasto y mantener el lugar, hasta limpiar la pileta. “Me gusta tanto todo esto que se me va el día volando: llego a casa y me siento tan feliz y contento”, remarca.

De ayer a hoy
Una característica notable de Genovese es que armó lo que tiene hoy sin conocer nada previamente del rubro. “Yo no sabía nada de esto –relata–, lo tuve que aprender, y fue muy de a poco. Es más, uno nunca termina de aprender del todo”.
Arrancó con poca gente y unos diez a quince chicos en la colonia. Con el tiempo, se fue consolidando hasta convertirse en un lugar de referencia, principalmente para toda la zona norte de la ciudad.
Pipo cuenta que “esto se renueva constantemente”, aunque también están los seguidores fieles, porque “hay gente que viene desde hace mucho tiempo”. Y puntualiza: “Hay padres que venían cuando eran chicos y hoy traen a sus hijos. Eso me llena de satisfacción y de orgullo”.
En los fines de semana de verano pueden asistir entre 150 y 200 personas por tarde.
Lo más curioso de esta propuesta tan exitosa, es que a Genovese se le ocurrió “de la nada”, sin tener experiencias previas en el rubro. “No sé de dónde saqué la idea –admite–, pero no hay otro emprendimiento como este en Junín, porque los otros que hay son cerrados”.

Balance
Pipo se pasa horas y horas trabajando en su lugar. “En lo personal me da mucha tranquilidad, me siento bien trabajando y con el contacto con la gente”, dice. De acuerdo a su experiencia, cree que la gente sigue eligiendo su pileta porque es un espacio en donde “se encuentra cómoda”.
Tanto como lo está él: “En estos días disfruto mucho este lugar. En el verano ando de acá para allá, se descansa poco, se duerme menos, pero también me gusta mucho cuando hay mucha gente. Me llena de orgullo cuando me dicen que les gusta mucho el lugar y lo bien que está”.
Es, en definitiva, su lugar en el mundo. “Acá, en la pileta, soy feliz, esto es mi vida –afirma–, los días feos o de lluvia, que tengo que estar en mi casa, no sé qué hacer, no puedo estar. Yo todos los días, a las 8 de la mañana, estoy acá, como si tuviera que cumplir horario. Siento que tengo que venir”.
Y al momento de hacer un balance, concluye: “Lamento no haberlo hecho antes porque lo disfruto muchísimo. Esto es una maravilla”.

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