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Cecilia Akel está al frente del laboratorio desde hace diez años.
DESTACADA BIOQUÍMICA DE NUESTRO MEDIO

María Cecilia Akel: Un nombre propio en su actividad

El laboratorio que fundó su padre y que conduce ella desde hace una década acaba de cumplir medio siglo. Retrato de un emprendimiento familiar que se convirtió en una referencia de la actividad en la ciudad.

María Cecilia Akel se crió entre pipetas, jeringas y tubos de ensayo. El laboratorio de análisis clínicos que había fundado su padre fue siempre su casa, así que no resulta extraño que haya decidido seguir el mismo camino profesional.
Primero fue su colaboradora y después debió hacerse cargo, emprendimiento que fue llevado adelante con gran éxito. Tanto que está celebrando nada menos que cincuenta años desde su creación.
“Para mí eso es un orgullo y sé que mi papá estaría orgulloso”, dice hoy la doctora Akel, mientras repasa la historia de este laboratorio que nació como un emprendimiento familiar y, con el tiempo, se convirtió en una referencia de la actividad en la ciudad.

Un poco de historia
Juan Carlos Akel nació en la localidad de Ascensión, donde hizo la primaria. Luego, cursó la secundaria en Junín. Cuando egresó, se trasladó a La Plata para seguir la carrera de Bioquímico.
Allá trabajó un tiempo, hasta que conoció a quien sería su esposa, oriunda de Chivilcoy. Entonces, a la hora de elegir un lugar donde instalarse, optaron por Junín como un sitio intermedio entre sus ciudades de origen.
Juan Carlos abrió el Laboratorio Akel en 1967, que en ese momento estaba ubicado en Roque Sáenz Peña 62. Más adelante se mudó a San Martín 120.
Por aquellos años, eran pocos los laboratorios que había en nuestra ciudad.
Asimismo, Akel también ingresó a trabajar en el entonces Hospital Regional (hoy Hospital Interzonal General de Agudos “Dr. Abraham Piñeyro”), donde llegó a ser el jefe del laboratorio bioquímico. 

“Sabemos que detrás de un tubo o de una muestra hay una persona”.

De ayer a hoy
“El trabajo diario de aquellos años era todo artesanal, con esterilización de agujas y herramientas, porque no existían los descartables, entonces cada proceso era mucho más largo”, recuerda hoy la doctora Akel.
Lo cierto es que también había menos cantidad y variedad de análisis, ya que muchos se fueron incorporando con el avance de la ciencia.
“Era todo manual –continúa Akel–, no había aparatos, o había uno solo para leer, pero pipeteaban suero por suero, reactivo por reactivo de cada muestra y así hacían todo”.
Cuando ella se incorporó, el laboratorio todavía estaba equipado para hacer los procesos manuales. De a poco, padre e hija incorporaron un equipo semiautomatizado, un equipo de iono, y en 2011, cuando el doctor Akel ya había fallecido, se hizo una reforma edilicia y ampliación del lugar, y se sumó un equipo de hematología y de química clínica.

Cecilia
Cecilia Akel hizo el jardín, la primaria y la secundaria en la Escuela Normal.
Curiosamente, no estaba convencida de seguir la misma profesión que su padre. Otra alternativa que evaluó fue Ciencias Económicas, pero al ver que esta carrera tenía Historia –materia que nunca le gustó– terminó optando por Bioquímica.
Si bien señala que su padre “no influyó en la elección”, la cercanía con la actividad tuvo su peso a la hora de la decisión.

“Cumplir 50 años es un orgullo y sé que mi papá estaría orgulloso”.

Su actividad
En el laboratorio se apunta a la capacitación permanente, por eso hacen cursos y seminarios con continuidad.
Akel trabaja de una manera casi obsesiva. “Si veo que hay un resultado que no me convence, lo repito, miro los registros del paciente, de manera de confirmar los datos”, explica, para luego profundizar: “Yo mamé esa forma de trabajo de mi papá, porque para mí, detrás de un tubo o de una muestra hay una persona, no es solamente una gota de sangre o de suero”.

Juan Carlos
Cada vez que piensa en el laboratorio, no puede dejar de hablar de su padre. Su impronta y su recuerdo están en todo. “Mi papá empezó bien de cero –comenta– y a pesar de las dificultades, pudo salir adelante. Como estuvo mucho tiempo en el hospital, cuando un bioquímico nuevo quería poner su laboratorio acá, él los alentaba porque siempre pensó que iba a haber trabajo para todos. Y muchos colegas todavía me dicen ‘tu viejo me aconsejó bien’, porque no fue una persona envidiosa, por eso lo han respetado mucho”.
Y también está el recuerdo de los pacientes, muchos de los cuales guardan mucho cariño y siguen yendo a su laboratorio, más allá de que ya no esté para atenderlos.

“El que viene acá lo hace porque tiene un problema y nosotros tratamos de darle una solución, no de generarle otro: detrás de un tubito hay una persona y su salud”.

50 años
El Laboratorio Akel acaba de cumplir 50 años. “Para mí eso es un orgullo y sé que mi papá estaría orgulloso”, resume Cecilia.
Más allá de no contar con derivaciones directas de ningún centro de salud ni médico, la doctora Akel considera que mucha gente sigue eligiendo ese lugar “por la trayectoria y la seriedad”. Y puntualiza: “Acá encuentra atención personalizada, sabemos que el que viene acá lo hace porque tiene un problema y nosotros tratamos de darle una solución, no de generarle otro, porque sabemos que detrás de un tubito hay una persona y su salud. Buscamos darle calidez, lo tratamos como nos gustaría ser atendidos si estuviésemos del otro lado”.
Y en ese marco, concluye: “Yo estoy contenta, estoy conforme. El tema de ser mujer y manejar una empresa no es fácil, hay mucho machismo. Gracias a Dios tengo carácter y no me dejo avasallar, así que, el haber podido lograr esto, para mí es un orgullo”.

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