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TENDENCIA ECONOMICA EN JUNIN

Las joyas de la abuela para enfrentar la crisis

El aumento en la venta de alhajas refleja un intento desesperado de hacer frente a la situación económica. De esta manera, la necesidad puede más que el valor afectivo de estas piezas.

La lectura de los comportamientos sociales de la comunidad muchas veces configura un reflejo fiel de lo que pasa en la realidad; una mirada que a veces suele ser más transparente que los índices estadísticos, y mucho más si esos números son los oficiales.
Dentro de esas conductas, se destaca una creciente tendencia a desprenderse de las joyas de oro u otros objetos de valor cuyos dueños conservaron durante mucho tiempo por razones más afectivas que monetarias, y que por estos días pasan a manos de joyeros y compradores de oro.
Claramente, se trata de los clásicos caminos que se toman en épocas de inestabilidad económica, por lo que se podría leer que, dadas las circunstancias, hay un sector de la población que está atravesando un período de crisis.
Es así como las antiguas alhajas sirven como salvavidas para quienes necesitan dinero para pagar una cuenta postergada, para hacer frente a un gasto extra no planificado, o simplemente para hacerse de efectivo.
Desde distintos negocios que se dedican a la compra y venta de oro, afirman que se advierte un crecimiento en la cantidad de gente que se acerca para vender joyas. Más allá de los porcentajes calculados por los especialistas, que pueden ser de un 10 por ciento, un 20, o aún más, lo concreto es que varios joyeros aceptaron que se nota un aumento en este sentido.
Si bien es cierto que el incremento en la venta de cadenitas y alianzas va acompañado de la crisis económica, hay que tener en cuenta otros factores importantes por los que se da este fenómeno, entre ellos, el más importante: la inseguridad. Cada vez más gente quiere deshacerse de sus cosas de valor;  es que ya no las usan por miedo a que se las roben.

Cuestiones económicas

José Castellar, referente del rubro en Junín y dueño de la tradicional joyería Castellar, asegura que “en cuanto a la intención de venta, yo te compararía esta época con el 2001 ó 2002”. El paralelo trazado parece exagerado, sin embargo sostiene que mucha gente se interesa y averigua para vender sus alhajas por dificultades económicas, por la inseguridad y por la publicidad engañosa de algunos comercios que prometen que pagarán un precio por el oro que después no cumplen, razón por la cual, hay muchas averiguaciones pero no tantas ventas.
Al margen de este detalle, Castellar analiza que “esto es un reflejo de la crisis que se está viviendo hoy”.
Jorge Giulio, propietario de la joyería que lleva su apellido, coincide con que hay un aumento “de por lo menos un 10 por ciento”, en la cantidad de clientes que buscan vender sus joyas.
Hay ejemplos de todo tipo. Se trata de gente que necesita el dinero para cancelar deudas, comprar algún otro bien, costear una operación o un tratamiento, cambiar el auto o hasta hacer alguna inversión.
Para Castellar, esta situación no es una novedad: “Siempre, en épocas de crisis, la gente se despoja de sus alhajas u otros bienes para ir pagando las cuentas”, comenta.
Entonces, cuando se da un escenario crítico, recurrir al alhajero termina siendo un paliativo que, en última instancia, resulta desolador, ya que la persona se somete a una decisión dolorosa y a veces hasta humillante, en la que debe desprenderse de un bien con un gran valor afectivo, por causas económicas.
Todos los especialistas consultados admiten que en alguna oportunidad han sido testigos de situaciones en las que la persona que se deshace de un objeto preciado, se angustia o llora por haber llegado a tal extremo.

Por la inseguridad

Al parecer, los días en que se podían lucir u ostentar joyas de oro han quedado atrás.
Entre muchos otros comportamientos que ha modificado la cuestión de la inseguridad, se encuentra el hecho de que la gente venda sus alhajas por miedo a que se las roben en la calle.
“Hay personas que se desprenden de las piezas importantes porque no tienen dónde ponérselas -cuenta Castellar-. Están guardadas en un cajón, con el riesgo que le entren a la casa, o están en una caja de seguridad de un banco. Entonces, al venderlas, cuentan con un dinero que pueden disponer para un bien utilizable, o simplemente para gastarlo”.
Si bien hace una diferencia entre lo que sucede en nuestra ciudad en relación a otros centros urbanos más grandes donde los peligros son mayores, advierte que “hoy en Junín, algunas cadenitas al cuello se pueden utilizar solamente en algunos lugares y en determinadas fiestas o eventos, nada más”.
Para Giulio, un 50 por ciento de la gente que se deshace de sus alhajas lo hace por dificultades económicas, y otro 50 por ciento “por miedo a que se lo roben”.
Esta situación genera un nuevo mercado “negro” de venta de artículos robados, algo que antiguamente tenía cierto control y ahora ya no existe. Castellar recuerda que “en una época se nos exigía tener un libro rubricado, en donde se asentaban los datos del comprador y las características de la pieza que se llevaba, y en caso de comprar algo, yo tenía que registrar lo que me vendían y a qué precio lo pagaba, para evitar la usura. Y periódicamente pasaba la Policía para rubricar las páginas. Eso no existe más”.

El precio del oro

Desde que en el año 2001 el precio de la onza de oro se cotizara en poco más de 250 dólares, el metal ha encadenado 8 años ininterrumpidos de suba, multiplicando su valor por 4 hasta alcanzar hoy una cotización que roza los mil dólares.
A pesar de que el incremento ha impactado en los negocios del rubro, no es éste el motivo por el cual la gente se desprende de las joyas que le van quedando. Los especialistas analizan que, aunque el precio internacional del oro esté en alza, esto no tiene una relación directa con el movimiento comercial minorista, ya que es considerado como una buena inversión cuando se trata de lingotes, es decir, del oro en bruto.
Sin embargo, Héctor, titular del negocio de compra de oro El Galeón, afirma que “la gente no vende tanto como antes porque el que vendió su alianza para pagar una cuenta, no volvió a comprar otra; en la época del uno a uno el oro estaba muy barato, entonces tiempo después resultaba muy tentador vender lo que se tenía porque había aumentado su valor. El que compró alguna pieza de oro en este último tiempo, cuando vende pierde dinero”.

Contrapartida

Este escenario expone, como contraposición, una merma en la venta de objetos de alto valor por parte de los joyeros, ya que el recelo a causa de la inseguridad sumado al alto precio del oro, hacen que haya menos interesados en adquirir alhajas.
Según explica Giulio “se advierte una preferencia por los artículos de menor valor, y a la hora de elegir una pieza, la gente es más propensa a volcarse a algo de plata, antes que el oro”.
En el mismo sentido, Castellar está convencido de que existen clientes potenciales que les gusta el oro o las alhajas y que cuentan con un poder adquisitivo necesario, pero el temor a los robos los frena: “El comprador está, pero se niega a comprar por la inseguridad. Por ahí se deciden por relojes de marca en acero, que no llaman tanto la atención”.

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