UN ESPEJO EN EL CUAL PUEDEN MIRARSE LAS NUEVAS GENERACIONES

El primer rector del Colegio Nacional, Dr. José Álvarez Rodríguez

En 1942, se cumplieron los 25 años de existencia del Colegio Nacional de Junín y el 12 de julio de ese año se recordó el primer aniversario del fallecimiento del abogado José Álvarez Rodríguez, que ejerció con su prédica y su vida una gravitación de valor imponderable en la formación espiritual de Junín. Constituyen su moral y sus enseñanzas un espejo donde pueden  mirarse las nuevas generaciones.
Su obra fue motivo de un homenaje cívico, en 1942,  en la Sociedad Comercio e Industria.

Palabras de Moisés Lebensohn
En dicho acto el entonces director de Democracia, Moisés Lebensohn pronunció el siguiente discurso:  “Junín se honra, honrando la memoria de quien trabajó con energía ardiente, con callado y estoico afán, por dotar a la ciudad de las condiciones espirituales que afirman el relieve de la dignidad humana. Desde la alta magistratura otorgada por el consenso de sus conciudadanos, ejerció la dirección de sus fuerzas morales. No lo había advertido, quizás; y nosotros, tampoco, hasta el instante de su desaparición, tan natural y espontánea fue su preeminencia. Singular magistratura la suya, que no fue conferida por elección ni por decisión; que no revistió formas concretas ni tuvo existencia visible; que no distribuyó prebendas ni prometió ventajas; que no se apoyó en atributos de mando ni usó facultades de coacción. 
Frente a los poderosos de esta hora pareció desvaído de poder. Y nuestra emoción de esta tarde muestra cómo es de vivo y actuante su poder. Y al verle actuar, al servicio de ideales, creyeron que araba en el aire, y estaba arando en las almas, que animan la carne y la sangre de los hombres.
Estuvo un cuarto de siglo en la ciudad, olvidado de sí; ajeno a las pasiones, mas no sin pasión; despreocupados de honores, pero no del honor; indiferente a las seducciones oficiales, jamás ante la injusticia; desdeñoso de presiones y amenazas, sensible a las sugestiones del bien; sin apetencia de riqueza, elaborando la mayor de las riquezas, la de los hombres y ciudadanos a quienes consagró  todas las potencias de su ser. Les adoctrinó con palabra y obras, con el ejemplo de su dignidad sin dobleces y de su existencia sin mácula; de su idealismo sin sombras y de un patriotismo anhelante y grávido, ansioso de fecundidad.
Trabajó desde niño y no legó fortuna. Sólo a su país, valores humanos y la enseñanza insuperable de un estilo de vida y de una conducta convertida en norma. Y a nosotros, que fuimos sus alumnos y nos sentimos sus discípulos, los principios que le orientaron.
El sentido de la solidaridad nacional, el ensamblamiento con los ideales de las generaciones forjadoras, el estímulo a la cultura, el respeto al libre albedrío y a los derechos inherentes a la personalidad humana, la continuidad en la tarea siempre inconclusa de crear y transformar la nación y de ampliar y consolidar el campo de la libertad, la vivencia sincera en los ideales, el culto del carácter y la rectitud, el respeto al talento y la capacidad, la repugnancia a la mentira y la simulación, la lucha por el derecho y la justicia, por una democracia en constante avance, su convicción en el mejoramiento virtual del hombre, en la p0erfectibilidad del alma y su grande amor a la humanidad”. 
Más adelante señaló: “Bajo esta Argentina ficticia, externa, seudo-representativa, yace la otra, sobria y fecunda, la Argentina de los hombres dedicados al trabajo oscuro y rudo de la campaña y las ciudades, la Argentina de los agricultores y los obreros, de los escritores y los artistas, de los comerciantes y los industriales, la Argentina que trabaja y sueña que se contempla en su historia y medita en los caminos de su porvenir.
Y aquí, veremos levantarse la excelencia de este valor auténtico, de este maestro de juventud, de este solitario, cual un personaje de Ibsen, que no se vendió ni se entregó, que no cobró complicidades ni fue un número más en el tinglado de los títeres; que persistió amasando abnegada y amorosamente la levadura humana, con oído atento a los ecos gloriosos del ayer y ojos avizores contemplando la azul lejanía. Ellos crearon la insurrección que brota en los espíritus y prepara el renacer argentino. Yo oigo en mi corazón el paso lento con que nuestro pueblo reinicia la marcha. Marcha con los demás pueblos americanos, en cuyo destino común creyó Álvarez Rodríguez. Con los pueblos del Pacífico, de idioma pastoso y dulzón. Con la gran democracia del Norte, cuyo adalid tiene acentos de profeta bíblico. Con nuestro gran vecino de habla portuguesa, musical y acariciadora. Y junto a nosotros, la Argentina invisible e invencible, la de las generaciones próceres, la de Mayo, la de los proscriptos, la del 80. Y en la gran columna, las gentes de este, nuestro Junín, y a su frente, acaudillándolas, el espíritu de aquel que fue Rector de nuestro colegio y es, cada vez más, el guía, el rector del alma de la ciudad”.

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