No es sencillo establecer una definición sobre quién es Andrés Russo.
Es filósofo aunque hoy esa actividad sólo la ejerce como docente tres horas por semana.
Es escritor sin libros publicados.
Es, también, una suerte de divulgador literario y sus charlas sobre Borges, Piglia, Kafka o Russell son cada vez más regulares.
Es, podría decirse, un hombre de la cultura. Un intelectual. Inquieto y con intereses diversos. Y promotor de actividades que tengan, según sus propias palabras, “un impacto comunitario”.
Primeros pasos
Russo nació en Germania y allí vivió hasta sus 17 años. Aficionado a la lectura, asiduo visitante de la biblioteca de su abuela, primero, y la de la escuela después, en medio de lecturas de Edgar Alan Poe y Franz Kafka, se tropezó con Jorge Luis Borges “sin tener conciencia de la dimensión que tenía como escritor”. Después sí se metió de lleno en su literatura y biografía, y siguió leyendo toda su bibliografía, sin dejar de hacerlo nunca, ya que la considera como su “hilo conductor”.
Entusiasmado con las letras, decidió estudiar filosofía, algo que, aunque parezca contradictorio, tiene su explicación: “En ese entonces quería escribir y me parecía que la relación académica con la carrera de Letras te llevaba a ser crítico literario y no escritor”. Russo sabe que en la actualidad hay grandes autores, como Alan Pauls o Martín Kohan, que desmienten esa afirmación, pero cree que fue una buena decisión seguir Filosofía.
“Busco qué preguntas se han hecho los grandes escritores”.
Filósofo
Hizo la carrera en Buenos Aires y se interesó en la filosofía de la ciencia. “Un filósofo piensa en problemas, que vienen con un marco propio de cada disciplina, en el que uno trata de intervenir”, dice Russo al momento de dar cuenta de su actividad. Y agrega: “No deja de ser una práctica como para desarmar algo pero, a diferencia de un ingeniero, no sé si eso yo lo puedo volver a armar. Y tampoco es esa la misión. La filosofía tiene un lugar interesante en el que puede observarlo todo desde un lugar que no es ni de arte ni de ciencia”. Y una vez recibido, se desempeñó dos años como docente. Pero el mundo académico le resultó tanto desafiante y exigente, como “con mucha soberbia, soledad y miserias”. Por eso decidió venirse a Junín.
“A mí me interesa la docencia formal y la no formal. Y las charlas que hago me permiten tener distintos públicos, socializar con gente que tiene expectativas diferentes”.
En Junín
Llegó en 2013 y enseguida buscó estudiar otra cosa. Quería hacer el Profesorado de Física pero como en ese momento no estaba acá, hizo el de Biología, en el que se está por recibir. Acá dio clases en diferentes escuelas secundarias: Normal, Manuel Dorrego, la Técnica 1, y actualmente, el único cargo que tiene en filosofía es en la Escuela Media N°8, en contexto de encierro, en la UP16.
Llevaba poco tiempo aquí cuando tuvo la posibilidad de empezar a dar charlas literarias. “Fue un complemento, un hobby, y me pareció que podía seguir haciéndolo”, cuenta. Empezó con una sobre Borges y después siguieron otras con diferentes protagonistas: algunas más filosóficas, sobre Jean-Paul Sartre o Bertrand Russell, y otras literarias, en base a Ricardo Piglia, Kafka, Umberto Eco, Octavio Paz, la no ficción y otros escritores y temas.
“Lo que hago ahí, como filósofo, es buscar qué preguntas se han hecho los grandes escritores”, agrega.
“El hecho de no haber publicado no es un problema para mí”.
Escritor
“Yo me presento como escritor”, dice Russo y sorprende porque no editó ningún libro. Entonces aclara: “El hecho de no haber publicado no es un problema para mí porque lo mío es una búsqueda que pasa por la literatura”.
Una gran cantidad de cuentos, textos y ensayos escritos durante años quedaron en una vieja notebook que ya no funciona. Lejos de ser un problema, para Russo esto fue “una salvación” porque lo obligó a comenzar de cero.
Así surgió “Privilegios de un moribundo”, un libro de aforismos y sentencias que está listo pero sin editar: “Esto tiene que ver con que una persona que se está por morir relativamente pronto tiene cierta impunidad, entonces el libro tiene esa voz poética de aquel que se está en esa situación y larga lo que no hubiera dicho de otra manera”.
Además, está trabajando en una novela “o, al menos, una ‘nouvelle’, que tenga más de cien páginas”.
También lleva un diario personal: “Allí escribo seguido, publico algunas entradas en Facebook y con eso tengo mucha retroalimentación. Yo no tengo el complejo del escritor no publicado porque hoy uno puede publicar y publicitarse a través de una red social, por ejemplo”.
Definiciones
Más allá de sus trabajos en la docencia y sus proyectos como escritor, afirma que su horizonte pasa por “seguir profundizando en estas charlas” que da.
Porque, en definitiva, en esa actividad está otra de las definiciones sobre sí mismo: “Apuesto a contribuir como divulgador literario, como escritor, como docente, en el más amplio sentido del término. A mí me interesa la docencia formal y la no formal. Y estas charlas me permiten tener distintos públicos, socializar con gente que tiene expectativas diferentes”.
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