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EX MAESTRA, REGENTE Y SECRETARIA EN EL PODER JUDICIAL

Graciela Tassara: “Soy docente de alma”

Durante años dio clases en primaria y ejerció la regencia en la Escuela Normal. Luego, como abogada, trabajó en el ámbito particular y en el Registro Público de Comercio, aunque nunca abandonó su vocación educativa.

A pesar de que hace ya décadas que no ejerce la docencia, cuando Graciela Tassara anda por la calle es muy común que se encuentre con ex alumnos que la saludan afectuosamente recordándola, aún hoy, con el cariño intacto que dejó grabado ella como educadora.
Fue maestra y regente en la Escuela Normal y aunque las circunstancias de la vida hicieron que después se dedicara a su otra profesión, la de abogada, la vocación docente fue la que guió su camino.

Infancia
El padre de Graciela Tassara llegó a Junín luego de haber quedado huérfano, con solo quince años, para trabajar en el molino de sus primos. En una época también se desempeñó en un campo familiar en San Luis y de allá regresó casado con una maestra de Villa Mercedes.
Una vez aquí, de ese matrimonio nacieron tres hijos. La menor de ellos es Graciela, que se crió a pocas cuadras del molino.
“En esa época la costumbre era que las chicas fueran al Normal y los chicos al Nacional”, recuerda hoy. Por supuesto, ella hizo toda su escolaridad en el Normal y de allí egresó con el título de maestra.
Docente
Tassara enseguida sintió la docencia como una vocación y una vez recibida comenzó a ejercerla: “Me gustaba mucho, tal vez fuera algo de herencia familiar, porque mi madre era maestra. El primer año tuve alumnos particulares en mi casa y al año siguiente, en 1957, empecé a trabajar como maestra de grado en el Primero Superior, en la Escuela Normal”.
Según dice, esa experiencia fue muy enriquecedora desde el primer momento. “Para mí, la Escuela Normal es una segunda casa –afirma–, estuve muchos años ahí y recuerdo a docentes y directivos, tanta gente buena con la que compartí el trabajo”.
Pasó por diferentes grados, pero la mayor parte de su carrera la hizo con los más chicos, con los que “tenía más afinidad”.
Llevaba doce años como maestra de grado cuando se jubiló el regente, que era el director de la primaria. Entonces se llamó a concurso, Graciela se presentó, lo ganó, y accedió a ese puesto.
Permaneció 19 años en el cargo directivo: “Me gustó esa actividad porque el ambiente de la escuela siempre fue muy bueno, había compañerismo, colaboración, se trabajaba en conjunto y muy bien. Las cosas se hacían con buenos modales, los chicos respetaban, obedecían y se formaban, así que recuerdo esos años con mucho cariño”.

Abogada
Mientras trabajaba en la escuela empezó a estudiar derecho, porque ella y un grupo de compañeras suyas del secundario tenían el interés por hacer una carrera universitaria, y abogacía resultó para Tassara una buena opción ya que, además de su gusto por las leyes, se podía hacer de manera libre.
Claro que demoró algunos años en recibirse, porque sólo podía estudiar en el tiempo que le dejaba libre su trabajo.
Ya con el título de abogada, se desempeñó un tiempo en el estudio de los doctores Julio y Juan Carlos Mendizábal.
Hasta que se produjo una vacante en el Registro Público de Comercio y Tassara se presentó al concurso. Lo rindió en La Plata, aprobó y quedó en primer lugar.
“En un principio me costó dejar mi puesto en la escuela”, admite. Pero había una incompatibilidad en los horarios que la obligó a tomar una decisión, y esa fue la de ingresar en el Poder Judicial.
No obstante, siguió vinculada a la docencia, ya no como maestra, sino como profesora, dando clases de Derecho Laboral en el Colegio Comercial, de Instrucción Cívica en el San Ignacio, o de Historia en el Normal.

El trabajo en la Justicia
Su actividad principal en el Registro era la certificación de firmas. Allí también se hacían informaciones sumarias para acreditar años de servicios, certificar concubinatos, e inscripciones, entre otras tareas.
“Era lindo porque a mí siempre me gustó atender al público, me sentía complacida del contacto con la gente”, dice Graciela, que estuvo en esa oficina hasta sus 75 años.
En ese período también tuvo algunos clientes particulares en su casa, donde montó un pequeño estudio. “Siempre traté de seleccionar los casos –comenta–, hice algunos divorcios, adopciones y cuestiones de familia, principalmente”.

Balance
Aún en su etapa en la Justicia se sentía una maestra. “Siempre extrañé la escuela, porque soy docente de alma”, señala, para luego agregar: “Una compañera me decía ‘vos sos abogada de casualidad’, porque hasta en el Registro hacía algo de docencia explicándole a la gente cómo eran los trámites que tenían que hacer, cómo se llenaban las planillas, porque la docencia, en definitiva, era una vocación para mí”.
Eso lo sintió en su cuerpo hace pocos años, cuando entro al Normal para un aniversario y se dio cuenta cuánto lo extrañaba.
Con todo, al momento de realizar un balance de su trayectoria, sentencia: “Dentro de lo que he cosechado, me quedo con el cariño de los alumnos, de las compañeras, el recuerdo de los profesores y todos los colaboradores, desde la gente de la cooperadora hasta los ordenanzas. Había un ambiente que era el de una familia, fue una etapa muy linda”. <

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