None
Carlos Buono, el bandoneonista juninense que tocó con los más grandes maestros del tango nacional.
EL RECONOCIDO MÚSICO DE NUESTRO MEDIO TOCÓ POR TODO EL MUNDO

Carlos Buono: “Mi tango tiene algo de mugre en el fraseo”

El bandoneonista juninense, que compartió escenario con los más grandes artistas, remarca que le gusta este género porque “no tiene un origen ‘limpio’ y es realmente popular”. Es también compositor, arreglador y director musical.

Carlos Buono recuerda que cuando tenía seis años le llamaba mucho la atención una persona a la que veía pasar por la vereda de su casa, que llevaba una “caja misteriosa” en sus manos. Pasó un tiempo hasta que el secreto le fue revelado, una noche en que acompañó a su padre, el recordado periodista deportivo José Luis “Pepe” Buono, a dar una charla a un club, donde luego hubo un espectáculo musical: allí se presentó José Balduzzi con su bandoneón, aquel hombre que solía ver pasar por su casa. Y el instrumento era lo que iba en su “misterioso” equipaje.
En ese momento Buono quedó embelesado con el bandoneón y desde entonces es su compañero inseparable por todo el mundo.

Músico
Buono aprendió a tocar el bandoneón, justamente, con Balduzzi, y con sólo 14 años ingresó a la orquesta de Héctor Bianco.
A sus 17 le dijo a su padre que quería ir a probar suerte a Buenos Aires y de la mano de Héctor Artola, reconocido arreglador de Pichuco Troilo, llegó a la gran ciudad. Al poco tiempo ya estaba tocando con el quinteto de Osvaldo Tarantino.
Ahí estuvo un año. Luego conoció a Alfredo Gobbi que, después de escucharlo tocar, le dijo una frase que le quedó grabada: “Estás muy tiernito, todavía, pibe”, una sentencia que lo hizo llorar. Y siguió tocando por su cuenta. “Era una época maravillosa, era el mundo del Torcuato Di Tella, había mucha bohemia y un movimiento cultural que no existe más hoy en día”, recuerda con nostalgia.
Cuando le tocó marina en el servicio militar “fue un mazazo”, porque eran dos años de conscripción. Sin embargo, al año le llegó un telegrama: “Ofrezco puesto, primer bandoneón, ensayo urgente, Radio Splendid. Alfredo Gobbi”. Pudo tocar con el maestro y a partir de ahí, sus días en la marina fueron más tranquilos.
Pero luego, los tiempos cambiaron: “Empezó la locura de El Club del Clan, y el tango quedó un poco de lado. Aguanté un par de años más en Buenos Aires y me volví a Junín”.

En todo el mundo
Acá se casó, tuvo sus dos hijos y trabajó en el Banco Junín donde se hizo de “un montón de amigos”. Al mismo tiempo tocaba “en todos lados, donde podía”, con otros colegas, como Armando Álvarez y el “Tero” Ghioni. También dio clases en el conservatorio y en colegios.
En 1977 su mujer lo convenció para que regresara a Buenos Aires, que era lo que él realmente quería. Vivió en pensiones y en la casa de algún amigo, como Oscar Talia.
Volvió a tocar en distintos lugares, hasta que lo escucharon dos personas que le ayudaron mucho: “El Negro” Raúl Lavié y el bandoneonista Walter Ríos. Al poco tiempo, se hizo cargo de la dirección musical de la mítica tanguería Michelángelo. “Eso fue impresionante –asegura– por ahí se presentaban los Botton Tap, Caviar con Jean François Casanovas, Moria Casán, el Negro Lavié, parejas de bailarines, era muy importante, y todo eso que aprendí me sirvió para después armar mis propios espectáculos en el exterior”.
A partir de ahí, su carrera fue en pleno ascenso. Se fue con Horacio Salgán en una gira de tres meses a Japón, donde luego volvió con su propio trío. También dirigió El Viejo Almacén, donde era bandoneón solista de Julián Plaza, y Mariano Mores lo llevó de gira. “Una cosa fue trayendo a la otra”, resume.
Así fue como acompañó a artistas de gran renombre, como André Rieu, la Sinfónica Nacional, Atilio Stampone, Julio Bocca, Chita Rivera, American Ballet, Wynton Marsalis, la Rundfunk Orchester de la WDR (Radio TV alemana), la Gottinger Symphonie Orchester (Alemania), Orquesta Do Norte (Portugal), y muchos más.
En su derrotero, se presentó en incontables países: Inglaterra, Escocia, Irlanda, Alemania, Francia, Italia, China, Japón, Singapur, Lituania, Letonia, Estonia, República Checa, Austria, Países Bajos, Serbia, Portugal, Armenia y casi toda América, entre otros.
Balance
Buono define su estilo a partir de la mixtura: “Lo mío es un Piazzolla con un fraseo más ‘troileano’, muchos dicen que hay una mezcla de ellos. También me vuelve loco Salgán, aunque no soy tan sincopado como él. Mi tango tiene algo de mugre en el fraseo, me gusta más la música ciudadana”.
Según dice, una clave de su exitosa carrera fue el apoyo de su esposa. Hoy recuerda que cuando tuvo dudas de encarar su primera gira por Alemania, ella le dejó un cartel para que lo leyera cuando se levantara que decía: “Sin coraje, las otras virtudes no tienen sentido”. Aún conserva esa nota en su estudio.
De todos los escenarios que pisó en el mundo, tal vez ninguno lo haya conmovido tanto como el Wembley Arena, en donde tocó con André Rieu ante 60 mil personas. “Me presentó como argentino y se oyó un murmullo, pero enseguida me dieron un aplauso que, cuando me acuerdo, se me pone la piel de gallina”, asevera.
Por todo esto, el tango fue y es el motor de su vida: “El tango, como el blues, el fado y el flamenco, son músicas viscerales y nacieron de una forma similar. Vienen de extramuros, no tienen un origen ‘limpio’, y es música realmente popular. A mí me gusta eso. El tango me dio una forma de vida”. <

COMENTARIOS