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LOS PARTICIPANTES TRABAJAN A CONTRARRELOJ

Lincoln prepara máscaras, trajes y carrozas para el Carnaval, el momento más esperado del año

Una celebración que ya es un clásico para la Región; turistas de todo el país se acercan a disfrutar de las nueve jornadas a puro baile y color. Carroceros y miembros de comparsas contaron a Democracia detalles de la elaboración de una edición que, esperan, sea la más atractiva de todas.

La gran pasión de Lincoln por el Carnaval se repite año tras año con el mismo espíritu de alegría, color y festejo, con las carrozas gigantes, las comparsas y los cabezudos como algunas de sus atracciones principales.
Son expresiones de la creatividad popular que marca la identidad del carnaval linqueño, para lo cual cientos de personas participan en las distintas categorías y llegan con una preparación que les costó meses enteros de trabajo. Como en la cocina de un restaurante, este mega show de nueve días tiene un andamiaje de compromiso, sudor y meses enteros de trabajo.
Los carroceros y miembros de las comparsas comienzan a prepararse con mucha anticipación: al comienzo procuran dividir las horas del día entre el trabajo habitual de todo el año, por un lado, y la elaboración de la carroza o los trajes, por otro; y luego, cuando se aproxima la fecha, dedican el día completo al producto pensado para el evento.
Cristian Garduño es oriundo de la localidad de Roberts, tiene 37 años y hace 17 que participa del Carnaval de Lincoln en la categoría de carrozas. El próximo mes va a presentarse con una cobra inmensa de 14 metros de largo, 2.20 metros de ancho y 4 metros de alto que preparó junto a su familia bajo el concepto de “nada es gratis, todo se cobra”, haciendo un juego de imagen y palabra entre la figura del reptil y el significado de su nombre.
La clave a la hora de preparar una carroza gigante es que esté impregnada de picardía y genere empatía con el público espectador, ya sea por haber sido un personaje popular de 2016, un político polémico o, simplemente, un producto atemporal que tenga gracia perenne.
Cada participante busca que su propio producto sea el mejor. Cristian – a lo largo del año- trabaja en el sector de la construcción y tiene una fábrica de muebles, pero cuando llega la época de Carnaval se encarga de elaborar la carroza. “Hago toda la parte de herrería, la estructura, la mecánica de movimientos, todo lo de telgopol y cartapesta; luego le pido a mi hijo o a mi sobrino que me ayuden a pegar papeles. Y para la instancia de pintura le pago a un pintor porque no llego a hacerlo yo”, cuenta a Democracia el artesano.
Lo único que conservan con el correr de los años es el carro base y todo lo inmenso e imponente que se ve, una vez terminado el carnaval, se vende a otros pueblos y localidades –incluso de otras provincias- que están interesados en reutilizarlas.
Los carroceros calculan un tiempo de elaboración de tres meses, al comienzo ocupándose solo a la mañana o a la tarde, y ya próximos a la fecha dedican el día entero. “Desde el 2 de enero estoy trabajando exclusivamente en esto, no uso las horas del día para otra cosa, mi hijo no quiso ir a la colonia para quedarse acá en el galpón conmigo”, cuenta Garduño con orgullo. Algunos de los carroceros disponen de sus propios espacios de trabajo y otros alquilan los depósitos para poder manipular las carrozas con dimensiones especiales, de hasta seis metros de alto y al menos diez metros de largo.
Los motivos que más tiempo llevan son las caricaturas. “Quise hacer siete políticos pero me di cuenta de que no llegaba con la fecha; cuando se hacen caricaturas tienen que ser lo más parecidas posible, no que la gente no pueda distinguir entre Eugenia Vidal y Cristina Fernández de Kirchner, es algo que si se hace, se tiene que hacer bien”, indica Garduño. Y agrega “yo siempre pongo lo mejor, porque de chico –cuando vivía en Roberts- mi sueño era llegar a competir en el Carnaval de Lincoln y lo cumplí”.

El vestuario, vital para la magia
La vestimenta de bailarines y músicos es otro componente que se disputa la excelencia año tras año. Se trata, sin lugar a dudas, de una pieza clave para iluminar la noche, llenarla de brillo y del espíritu alegre propio del carnaval.
Los trajes tienen que tener de protagonista al color y en ello un gran número de personas trabaja para destacarse del resto. Buscan las nuevas tendencias, descartan lo que ya deja de usarse y un grupo de modistas y costureras hacen arte con sus manos en cada puntada.
Daniel Tolomei es diseñador de Vestuario Escénico y se ocupa de la vestimenta general de la Comparsa Nuevo Imperio, también piensa y boceta las estructuras imponentes que suelen verse en espaldas o cabezas de los integrantes. “Esta comparsa participa desde hace 27 años en el Carnaval y consta de un total de cien miembros, entre cuerpo de baile y batería. Vienen de Junín, de Vedia y de otras muchas localidades”, indica Tolomei, y destaca que “cada comparsa tiene asignados determinados días, nosotros vamos a entrar cinco noches”.
Ocho meses antes del Carnaval, el grupo se reúne para esbozar las primeras ideas y definir la temática que van a plantear en febrero. Cada uno de los integrantes tiene ocupaciones diferentes como la docencia, la enfermería, la abogacía, etc., pero llegado el momento se limitan a ensayar para bailar y tocar en el carnaval. Sesenta días antes de la fecha, modistas, costureras y bordadoras trabajan full time en las piezas que va a lucir luego la comparsa que –al igual que como ocurre con las carrozas- no vuelven a ser reutilizadas; y los ensayos de la batería arrancan seis meses antes.
“Este año el tema elegido tiene que ver con los juegos, muchos trajes van a tener dos piezas, va a haber trajes de destaque –que son muy pesados y llevan mucha pluma-. Están los trajes de maestros de sala porta bandera que son gigantes, tapados, va a haber muñequeras, tobilleras, casquetes, como cada año”, anticipa Tolomei a Democracia. Cuenta también que el vestuario, año tras año, se adapta a los distintos materiales que se ponen de moda, esta edición se utilizarán las plumas artificiales en reemplazo de las naturales, con una intención de trabajo más ecológico.
El Carnaval de Lincoln podría definirse como un gran coctel de expertos en creatividad, de gente que tiene el sello de esta festividad en el cuerpo, que mamó la esencia de los viejos carroceros o antiguas costureras que cosían día y noche a la luz de las velas. La época de Carnaval es la más esperada del año. Allí quedan a un lado los problemas y preocupaciones de cada participante, el único objetivo es que el trabajo y la dedicación de meses sea protagonista en una noche inolvidable.

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